INTRODUCCIÓN

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1. LA LEY DE DIOS

Dios gobierna a su universo por la ley. La propia naturaleza funciona bajo su gobierno providencial. Las así denominadas leyes de la naturaleza son simples descripciones de la manera normal que Dios tiene de ordenar su universo. Estas "leyes" son expresiones de su voluntad soberana.
Dios no le rinde cuentas a ninguna ley fuera de sí mismo. No existen normas cósmicas independientes que obliguen a Dios a obedecerlas. Por el contrario, Dios es su propia ley. Esto decir que Dios actúa de acuerdo con su propio carácter moral. Sin propio carácter no es solo moralmente perfecto, sino que es el patrón estándar de la perfección. Sus acciones son perfectas porque su naturaleza es perfecta, y Él siempre actúa de acuerdo con su naturaleza. Por lo tanto, Dios nunca es arbitrario, caprichoso o antojadizo. Siempre hace lo que es correcto.
Como criaturas de Dios, a nosotros también se nos exige que hagamos lo que es correcto. Dios nos exige que vivamos una vida de acuerdo a su ley moral, la cual nos ha revelado en la Biblia. La ley de Dios es el estándar de justicia y la norma suprema para juzgar el bien y el mal. Dios tiene la autoridad para imponernos obligaciones, para exigir nuestra obediencia, y exigir el compromiso de nuestras conciencias, porque Él es nuestro soberano.
También tiene el poder y el derecho para castigar la desobediencia cuando violamos su ley. (El pecado puede ser definido como la desobediencia a la ley de Dios.)
Algunas leyes de la Biblia están directamente basadas en el carácter de Dios. Estas leyes reflejan los elementos transculturales y permanentes de las relaciones, tanto divinas como humanas.
Otras leyes obedecieron a condiciones pasajeras de la sociedad. Esto significa que algunas leyes son absolutas y eternas, mientras que otras pueden ser anuladas por Dios por razones históricas, como las leyes ceremoniales y de dieta de Israel. Solo Dios puede abolir dichas leyes. Los seres humanos nunca tienen la autoridad para abolir la ley de Dios.
No somos autónomos. Es decir, no se nos permite vivir de acuerdo con nuestra propia ley. La condición moral de la humanidad es la de heteronomía: vivimos bajo la ley de otro. La forma específica de heteronomía bajo la cual vivimos es la teonomía, o la ley de Dios.
RESUMEN
1. Dios gobierna al universo por leyes. La gravedad es un ejemplo de las leyes de Dios para la naturaleza. La ley moral de Dios está en los Diez Mandamientos.
2. Dios tiene la autoridad para imponer obligaciones a sus criaturas.
3. Dios actúa de acuerdo a la ley de su propio carácter.
4. Dios nos revela su ley moral a nuestras conciencias y en la Escritura.
5. Solo Dios tiene la autoridad para abolir sus leyes.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Éxodo 20:1-17, Salmo 115:3, Mateo 5:17-20, Romanos 7:7-25, Gálatas 3:23-29

12: LOS PROFETAS DE DIOS

Los profetas del Antiguo Testamento fueron personas llamadas exclusivamente por Dios y a quienes Dios les entregó en forma sobrenatural sus mensajes para que nos los entregaran. Dios habló su palabra por medio de los labios y los escritos de los profetas.
La profecía implicaba tanto la predicción sobre el futuro (el predecir) como la exhortación y la proclamación presente de la palabra de Dios (el proclamar). Los profetas fueron dotados por el Espíritu Santo para que sus palabras fueran las palabras de Dios.
Por eso es que los mensajes proféticos solían estar precedidos por la expresión: "Así dice el Señor".
Los profetas fueron reformadores de la religión de Israel. Llamaron al pueblo a volverse a la adoración pura y a la obediencia a Dios. Aunque los profetas criticaron la manera como la adoración judía muchas veces se había degenerado y se había convertido en un simple ritual, no condenaron ni atacaron las formas originales de adoración que Dios había encomendado a su pueblo. Los profetas no fueron revolucionarios ni anarquistas religiosos. Su tarea consistía en purificar, no en destruir; en reformar, no en sustituir la adoración de Israel.
Los profetas también estaban profundamente preocupados por la justicia y la equidad social. Eran la conciencia de Israel, llamando al pueblo al arrepentimiento. También actuaron como los defensores del pacto de Dios. Ellos "entregaron citaciones a comparecer" a la nación ante el juez divino por violar los términos del pacto con Dios.
Los profetas hablaron con una autoridad divina porque Dios los había llamado específicamente para ser sus voceros. El profeta no era un cargo hereditario, ni tampoco eran elegidos para ocupar dicha función. Las credenciales de los profetas la constituían el llamado directo e inmediato de Dios unido al poder del Espíritu Santo.
Los falsos profetas fueron constantemente un problema en Israel. En lugar de transmitir los oráculos de Dios, relataban sus propios sueños y opiniones diciéndoles a las personas únicamente lo que ellas deseaban escuchar. Los verdaderos profetas fueron muchas veces perseguidos y rechazados por sus contemporáneos por rehusarse a comprometer la proclamación del consejo de Dios.
Los libros de los profetas suelen dividirse en los libros de los "profetas mayores" y los "profetas menores". Esta diferenciación solo se refiere a la extensión de los escritos canónicos y no constituye ninguna referencia a la mayor o menor importancia de los profetas. Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel son conocidos como los profetas mayores porque fueron los que más escribieron; mientras que Amós, Oseas, Miqueas, Jonás, etc. son los profetas menores porque sus libros son más pequeños.
Los apóstoles del Nuevo Testamento también tuvieron muchas de las características de los profetas del Antiguo Testamento.
Los apóstoles junto con los profetas son llamados el fundamento de la iglesia.
RESUMEN
1. Los profetas del Antiguo Testamento fueron agentes de la revelación divina.
2. La profecía implicaba la predicción sobre el futuro y la proclamación.
3. Los profetas fueron reformadores de la adoración y la vida israelita.
4. Solo quienes habían sido llamados directamente por Dios tenían la autoridad para ser sus profetas.
5. Los falsos profetas expresaban sus propias opiniones y le manifestaban a la gente solo lo que esta deseaba escuchar.
6. La división en profetas mayores y menores es una diferencia establecida en base a la extensión de sus escritos y no en base a su importancia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Deuteronomio 18:15-22, Isaías 6, Joe12:28-32, Mateo 7:15-20, Efesios 4:11-16

  2. LA FUNCIÓN TRIPLE DE LA LEY

Todo cristiano debe debatirse con la pregunta: ¿Cómo se aplica la ley del Antiguo Testamento a mi vida? ¿La ley del Antiguo Testamento es irrelevante para el cristiano o en algún sentido todavía hay porciones de ella que me obligan? La necesidad de responder a esta pregunta se vuelve más apremiante y urgente en la medida que la herejía del antinomianismo se extiende en nuestra cultura.
La Reforma se fundó sobre la gracia y no sobre la ley. Sin embargo, los reformadores no repudiaron la ley de Dios. Juan Calvino, por ejemplo, escribió lo que se conoce como "La triple función de la ley" para mostrar la importancia de la ley en la vida del cristiano.
EL PRIMER PROPÓSITO de la leyes ser un espejo. Por un lado, la ley de Dios refleja la perfecta justicia de Dios. La ley nos dice mucho sobre quién es Dios. Pero, incluso más importante que esto, además la ley ilumina la pecaminosidad humana. Agustín escribió: "La ley nos ordena que luego de intentar hacer lo que ha sido ordenado, y sintiendo así nuestra debilidad bajo la ley, podamos aprender a implorar la ayuda de la gracia.
La ley resalta nuestra debilidad para que busquemos la fuerza en Cristo. La ley actúa como un profesor severo que nos conduce a Cristo. Esta es la gracia salvífica que le hace al pecador reconocer que no puede salvarse así mismo.
EL SEGUNDO PROPÓSITO de la leyes guardarnos del mal. La ley, por sí misma, no puede cambiar los corazones humanos. Puede, sin embargo, servir para proteger a los justos de los injustos. Calvino dijo que este propósito es conveniente "para que aquellos que no aprecian para nada lo recto y lo justo, a no ser que sean obligados, sean obligados al menos por las acusaciones de la ley y el temor de las penas.
La ley permite que haya en cierta medida un grado de justicia sobre esta tierra, hasta que el juicio final sea llevado a cabo.
EL TERCER PROPÓSITO de la leyes revelar lo que le agrada a Dios. Como hijos renacidos de Dios, la ley ilumina nuestras mentes sobre lo que le agrada a nuestro Padre, a quien buscamos servir.
El cristiano se deleita en la ley del mismo modo que Dios se deleita en ella. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos"  (Juan 14:15). Esta es la función más elevada de la ley, servir como un instrumento para que el pueblo de Dios lo pueda honrar y glorificar.
Al estudiar la ley de Dios y meditar en ella, estamos asistiendo a la escuela de la justicia. Aprendemos qué es lo que le agrada a Dios y qué es lo que le ofende. La ley moral que Dios revela en la Escritura nos compromete. Hemos sido redimidos de la maldición de la ley de Dios, pero no de nuestro deber de obedecerla.
Hemos sido justificados, no porque hayamos obedecido la ley, sino para que podamos ser obedientes a la ley de Dios. Amar a Cristo es guardar sus mandamientos. Amar a Dios es obedecer su ley.
RESUMEN
1. La iglesia de la actualidad ha sido invadida por el antinomianismo, que debilita, rechaza y distorsiona la ley de Dios.
2. La ley de Dios es un espejo de la santidad de Dios y de nuestra injusticia. Sirve para revelarnos nuestra necesidad de un Salvador.
3. La ley de Dios es un freno contra el pecado.
4. La ley de Dios nos revela lo que le agrada a Dios y lo que le resulta ofensivo.
5. El cristiano debe amar la ley de Dios y obedecer la ley moral de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN

Salmo 19:7-11, Salmo 119:9-16, Romanos 7:7-25, Romanos 8:3-4, 1 Corintios 7:19, Gálatas 3:24. 

3. EL ANTINOMIANISMO

En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita condición; pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a obedecer la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento subrayó las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto. Sin embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al antinomianismo. En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo. Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto. Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente. Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539. Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido regenerados por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la justificación con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin intervención de las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la fe guardando los santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios, sino en gratitud por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios hacia su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto de mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar nuestro amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta conclusión, ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de reglas. Es una relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario, el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa meritoria para nuestra justificación, se espera que una persona justificada busque ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6, 1 Juan 5: 1-3.

4. EL LEGALISMO

El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo. Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo exalta la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran los fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La distorsión fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede ganarse su lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen creer que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su interpretación más estrecha y grosera. El relato del joven rico es una ilustración de este punto. El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer para heredar la vida eterna. Jesús le dijo que debía "guardar los mandamientos". El joven rico creía que los había guardado todos. Pero entonces Jesús le reveló cuál era el "dios" que había servido antes de servir al verdadero Dios su "dios" eran sus riquezas. "Anda, vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo. Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus "tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios. Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele ser el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral que se ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán cuidarse de no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos instruirnos adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos 3:19-26, Gálatas 3:10-14.

5. EL PERFECCIONISMO

La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto, producido por la gracia de Dios, puede ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas de Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de la perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado voluntario". Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado accidental o un pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la ley de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la ley de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene una visión inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta posición resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta doctrina aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha abandonado esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos regenerados son al mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son considerados justos a los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana. Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos pueden vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la ley de Dios y una alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida, comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación solo después de la muerte.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1, Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10. 

LO QUE SE TIENE QUE SABER

1. EL TEMOR A LAS CONTROVERSIAS

La teología engendra controversias. De esto no cabe la menor duda. Siempre que se estudie teología, inevitablemente surgirán discusiones a continuación. Todos deseamos mantener relaciones signadas por la paz y la unidad. También comprendemos que la Biblia nos prohíbe el ser contenciosos, el provocar divisiones, el ser discutidores, y el emitir juicios con ligereza. Debemos manifestar el fruto del Espíritu, el cual incluye la benignidad, la mansedumbre, la paciencia y la bondad.
Nuestro razonamiento entonces sigue este curso: si hemos de evitar el tener un espíritu discutidor y mostrar el fruto del Espíritu, entonces debemos evitar el estudio de la teología. Existe axioma generalizado que expresa: "Nunca se debe discutir sobre religión ni política". Este axioma ha sido elevado a un serial de preferencia por la sencilla razón que las discusiones sobre religiones o política suelen generar más calor que iluminación. Estamos cansados de la caza de brujas, de la discusión de cosas menores, de las persecuciones, y hasta de las guerras que han comenzado por controversias teológicas.
Sin embargo, la controversia siempre acompaña al compromiso teológico. John Stott, en un libro titulado Christ the Controversialists ("Cristo, el controversial"), afirmó algo que debería resultar obvio a cualquiera que lea la Biblia -la vida de Jesús estuvo envuelta en una tormenta de controversias. Los apóstoles, como antes también les había sucedido a los profetas, no podían pasar un día de sus vidas sin controversias. Pablo dijo que discutía todos los días en el mercado. Eludir la controversia es eludir a Cristo. Podremos tener paz, pero será una paz obsecuente y carnal mientras la verdad sea pisoteada en las calles.
Hemos sido llamados a evitar las controversias impías, sin Dios. Hemos sido llamados a tener controversias piadosas, con Dios. Un aspecto positivo de las controversias cristianas es que los cristianos tienen la tendencia a discutir entre sí sobre teología porque comprenden que la verdad, especialmente la verdad teológica, tiene consecuencias eternas. Las pasiones afloran porque lo que está en juego es muy valioso.
Las controversias impías surgen con frecuencia no porque los combatientes sepan mucho sobre teología sino porque saben demasiado poco. No disciernen la diferencia entre temas contundentes de disputa y detalles menores que nunca deberían ser motivo de división entre nosotros. Tenemos otra máxima: "Tener poco conocimiento sobre algo es muy peligroso". El que se detiene a discutir nimiedades es el estudiante de teología inmaduro.
Es el teólogo que todavía no terminó su entrenamiento el que rebosa confianza en sí mismo e insensibilidad, y el que es discutidor. Cuánto más uno se adentra en el estudio de la teología, uno más discierne cuáles son aquellos temas negociables y tolerables y cuáles son aquellos temas que demandan toda nuestra fuerza para defenderlos.

2: EL ESPÍRITU ANTIRRACIONAL DE NUESTRA ÉPOCA

Creo que estamos viviendo en la época más anti-intelectual que haya conocido la historia del cristianismo. No quiero decir antiacadémica, ni anti-tecnológica ni anti-científica. Por anti-intelectual entiendo contra la mente.
Vivimos en un período que es alérgico a la racionalidad. La influencia de la filosofía existencialista ha sido masiva. Nos hemos convertido en una nación sensual. Hasta nuestro propio idioma lo refleja. Mis estudiantes en el seminario repetidas veces se expresan del siguiente modo en sus exámenes: "Siento que está mal" o "Siento que es verdad." Siempre les tacho la palabra y la sustituyo por la palabra pienso. Hay una diferencia entre sentir y pensar.
En la fe cristiana hay una primacía de la mente. También la primacía del corazón en la fe cristiana. Sin duda que estas dos narraciones paradójicas parecen ser contradictorias. ¿Cómo es posible que existan dos primacías? Debe existir una que prime sobre la otra. Es obvio que no podemos tener dos primacías distintas al mismo tiempo yen la misma relación. Lo que ocurre es que cuando hablo de dos primacías distintas, quiero decir que son con respecto a dos temas distintos.
Con respecto a la primacía en cuanto a la importancia, el corazón viene primero. Si tengo la doctrina conecta en mi pensamiento pero no tengo el amor a Cristo en mi corazón, me he perdido el reino de Dios. Es extremadamente más importante que un corazón este bien delante de Dios que mi teología sea impecablemente correcta.
Sin embargo, para que mi corazón esté bien, existe una primacía del intelecto en término de orden. No puede haber nada en mi corazón que no haya estado primero en mi pensamiento.
¿Cómo es posible amar a un Dios o a un Jesús del cual no comprendo nada? Cuanto más llegue a comprender el carácter de Dios, más será mi capacidad para amarlo.
Dios se revela a sí mismo en un libro. Ese libro ha sido escrito en palabras. Transmite conceptos que deben ser comprendidos por la mente. Seguramente que algunas cosas permanecerán como misterios. Pero el propósito de la revelación de Dios es que la comprendamos con nuestras mentes para que pueda penetrar en nuestros corazones. Despreciar el estudio de la teología es despreciar aprender sobre la Palabra de Dios.

3: LA SEDUCCIÓN DE LA MUNDANALIDAD

Es bueno recordar que el primer desvío que el Cristiano encontró en su camino al cielo en El progreso del peregrino, de John Bunyan, sobrevino cuando Cristiano fue seducido por el consejo del Sr. Sabio Mundano'. El Sr. Sabio Mundano no se llamaba Sr. Falso Teólogo, si bien enseñaba una falsa teología. Podemos entender cómo la mundanalidad nos seduce en términos de sensualidad, materialismo, hedonismo, y otros del mismo calibre. Pero una de las fuerzas seductivas más poderosas del mundo secular es la tentación a adoptar la idea sobre la verdad actualmente popular en la cultura estadounidense.
En su libro The Closing ofthe American Mind ("El cierre de la mente americana', Allan Bloom ha documentado cómo la educación moderna ha adoptado casi universalmente el relativismo como su epistemología vigente. La mente estadounidense se ha cerrado a la verdad objetiva que puede ser conocida racionalmente.
El relativismo es en última instancia irracional. Decir que la verdad es relativa no tiene ningún sentido. Es una afirmación imposible de ser verdadera. La afirmación "Toda verdad es relativa" sería a su vez relativa y no tendría ningún valor como verdad.
Este marco mental, o mejor dicho, este marco mental anti-intelectual de la educación secular se ha infiltrado y casi conquistado al mundo evangélico. Los evangélicos se sienten sublimemente encantados al poder afirmar ambos polos de estas ideas contradictorias que les permite aceptar teologías radicalmente inconsistentes y mutuamente excluyentes.
Para ser más precisos, los evangélicos no llaman a esto relativismo o subjetivismo. Esta filosofía es bautizada y espiritualizada detrás de un fino velo de jerga religiosa. La "guía del Espíritu" se ha convertido en la licencia para una multitud de pecados epistemológicos. Las personas son "guiadas por el Espíritu" para llevar a cabo actos expresamente prohibidos por las Escrituras. Pero esta guía subjetiva puede tener más valor que las Escrituras porque la verdad es relativa. La afirmación de contradicciones irracionales (una redundancia) se justifica por apelaciones a un "orden superior de lógica" que se encuentra en la mente de Dios.
Si buscamos un entendimiento coherente, lógico, consistente, y racional de la Biblia, se nos acusa inmediatamente de adorar en el templo de Aristóteles. Como la filosofía del racionalismo ha sido con frecuencia hostil al cristianismo, huimos de cualquier cosa que remotamente se asemeje al racionalismo. Como el cristianismo tiene la verdad que la razón por sus propios esfuerzos especulativos no puede descubrir, suponemos que hasta la razón misma es negociable.
El cristianismo no es racionalismo. Pero es racional. Puede contener la verdad más allá de lo que la razón pueda ser capaz de sondear. Pero es más que racional, no menos. Se trata de una virtud, no de una desventaja para buscar un entendimiento coherente de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no es irracional. Fue diseñada para ser comprendida por la mente.

4: LA SUSTITUCIÓN PIETISTA DE LA DEVOCIÓN POR EL ESTUDIO

¿Es posible que la lectura devocional de la Biblia sea un impedimento para el crecimiento cristiano? Si se convierte en un sustituto del estudio serio de la Biblia, contesto categóricamente que sí.
Debo hacer una concesión, sin embargo, y se trata de que no estoy totalmente seguro si entiendo la diferencia que existe entre la "lectura devocional de la Biblia" y el estudio bíblico serio. El estudiar la Biblia en serio es en sí un acto devocional. C. S. Lewis en cierta oportunidad señaló:
Este estudio es algo así como un experimento. Su traducción está dirigida al mundo en su totalidad, y no solamente a los estudiantes de teología. Si tiene éxito, es posible que le sucedan otras traducciones de otros grandes libros cristianos. En un sentido, por supuesto, no es la primera traducción en este campo. En el mercado podemos encontrar traducciones de la Teología Germánica, la Imitación, La Escala de la Perfección, y Las Revelaciones de Lady lulian de Norwich, todas ellas muy valiosas si bien no todas con el mismo grado de altura académica. Pero conviene señalar que todos estos libros son de devoción y no de doctrina.
Pero, ahora bien, el laico o el aficionado deben ser instruidos además de ser exhortado. En los días que corren su necesidad de conocimiento es apremiante. Tampoco es mi intención admitir que exista ningún tipo de división marcada entre estos dos tipos de libro. Personalmente, tiendo a encontrar los libros doctrinales de mucha más ayuda en la devoción que los libros propiamente devocionarios, y me inclino a pensar que esta misma experiencia es compartida por muchos otros. Creo que muchas personas que encuentran que "no pasa nada" cuando se sientan, o se arrodillan, frente a un libro devocional, descubrirían que su corazón comienza a cantar sin que nadie se lo pida mientras tratan de descifrar un pasaje difícil de teología, con una pipa entre sus dientes y sosteniendo un lápiz en sus manos.
Hay muchas ayudas disponibles para las lecturas diarias devocionales. Aquellas personas que leen la Biblia todos los días durante quince o veinte minutos son una minoría. Aunque sin duda que quince minutos de lectura diaria de la Biblia es mejor que ninguna lectura.
El problema surge cuando pensamos que podemos sondear las profundidades de las Escrituras con un simple régimen de quince o veinte minutos diarios. Muy pocas disciplinas pueden ser dominadas con ese lapso de atención tan breve. Para crecer en el entendimiento maduro de la Palabra de Dios se requiere un esfuerzo más concertado que el que puede ser logrado por breves períodos de lectura devocional.

La lectura devocional es un gran complemento al estudio en serio pero no constituye un sustituto a dicho estudio. Un estudio de las referencias bíblicas al final de cada capítulo de este estudio, y el comentario que se hace de las mismas dentro de los capítulos, puede resultar un excelente comienzo para dicho estudio en serio.