1. EL TEMOR A LAS CONTROVERSIAS
La
teología engendra controversias. De esto no cabe la menor duda. Siempre que se
estudie teología, inevitablemente surgirán discusiones a continuación. Todos
deseamos mantener relaciones signadas por la paz y la unidad. También
comprendemos que la Biblia nos prohíbe el ser contenciosos, el provocar
divisiones, el ser discutidores, y el emitir juicios con ligereza. Debemos
manifestar el fruto del Espíritu, el cual incluye la benignidad, la
mansedumbre, la paciencia y la bondad.
Nuestro
razonamiento entonces sigue este curso: si hemos de evitar el tener un espíritu
discutidor y mostrar el fruto del Espíritu, entonces debemos evitar el
estudio de la teología. Existe axioma generalizado que expresa: "Nunca se
debe discutir sobre religión ni política". Este axioma ha sido elevado a
un serial de preferencia por la sencilla razón que las discusiones sobre
religiones o política suelen generar más calor que iluminación. Estamos
cansados de la caza de brujas, de la discusión de cosas menores, de las
persecuciones, y hasta de las guerras que han comenzado por controversias teológicas.
Sin
embargo, la controversia siempre acompaña al compromiso teológico. John Stott,
en un libro titulado Christ the
Controversialists ("Cristo,
el controversial"), afirmó algo que debería resultar obvio a cualquiera
que lea la Biblia -la vida de Jesús estuvo envuelta en una tormenta de
controversias. Los apóstoles, como antes también les había sucedido a los
profetas, no podían pasar un día de sus vidas sin controversias. Pablo dijo que
discutía todos los días en el mercado. Eludir la controversia es eludir a
Cristo. Podremos tener paz, pero será una paz obsecuente y carnal
mientras la verdad sea pisoteada en las calles.
Hemos
sido llamados a evitar las controversias impías, sin Dios. Hemos sido llamados a tener controversias piadosas, con Dios. Un aspecto positivo de las
controversias cristianas es que los
cristianos tienen la tendencia a discutir entre sí sobre teología porque comprenden que la verdad,
especialmente la verdad teológica,
tiene consecuencias eternas. Las pasiones afloran porque lo que está en juego es muy valioso.
Las
controversias impías surgen con frecuencia no porque los combatientes sepan
mucho sobre teología sino porque saben demasiado poco. No disciernen la
diferencia entre temas contundentes de disputa y detalles menores que nunca
deberían ser motivo de división entre nosotros. Tenemos otra máxima:
"Tener poco conocimiento sobre algo es muy peligroso". El que se
detiene a discutir nimiedades es el estudiante de teología inmaduro.
Es
el teólogo que todavía no terminó su entrenamiento el que rebosa confianza en
sí mismo e insensibilidad, y el que es discutidor. Cuánto más uno se adentra en
el estudio de la teología, uno más discierne cuáles son aquellos temas
negociables y tolerables y cuáles son aquellos temas que demandan toda nuestra
fuerza para defenderlos.
2: EL ESPÍRITU ANTIRRACIONAL DE
NUESTRA ÉPOCA
Creo
que estamos viviendo en la época más anti-intelectual que haya
conocido la historia del cristianismo. No quiero decir antiacadémica, ni
anti-tecnológica ni anti-científica. Por anti-intelectual entiendo
contra la mente.
Vivimos
en un período que es alérgico a la racionalidad. La influencia de la filosofía
existencialista ha sido masiva. Nos hemos convertido
en una nación sensual. Hasta nuestro propio idioma lo refleja. Mis estudiantes
en el seminario repetidas veces se expresan del siguiente modo en sus exámenes:
"Siento que está mal" o "Siento que
es verdad." Siempre les tacho la palabra y la sustituyo por la palabra pienso. Hay una diferencia entre
sentir y pensar.
En
la fe cristiana hay una primacía de la mente. También la primacía
del corazón en la fe cristiana. Sin duda que estas dos narraciones
paradójicas parecen ser contradictorias. ¿Cómo es posible
que existan dos primacías? Debe existir una que
prime sobre la otra. Es obvio que no podemos tener dos primacías distintas al
mismo tiempo yen la misma relación. Lo que ocurre es que cuando hablo de dos
primacías distintas, quiero decir que son con respecto a dos temas distintos.
Con
respecto a la primacía en cuanto a la importancia,
el corazón viene primero. Si tengo la doctrina conecta en mi pensamiento
pero no tengo el amor a Cristo en mi corazón, me he perdido el reino de Dios.
Es extremadamente más importante que un corazón este bien delante de Dios que
mi teología sea impecablemente correcta.
Sin
embargo, para que mi corazón esté bien, existe una primacía del intelecto en
término de orden. No puede
haber nada en mi corazón que no haya estado primero en mi pensamiento.
¿Cómo
es posible amar a un Dios o a un Jesús del cual no comprendo nada? Cuanto más
llegue a comprender el carácter de Dios, más será mi capacidad para amarlo.
Dios
se revela a sí mismo en un libro. Ese libro ha sido escrito en palabras.
Transmite conceptos que deben ser comprendidos por la mente. Seguramente que
algunas cosas permanecerán como misterios. Pero el propósito de la revelación
de Dios es que la comprendamos con nuestras mentes para que pueda penetrar en nuestros corazones.
Despreciar el estudio de la teología es despreciar aprender sobre la
Palabra de Dios.
3: LA SEDUCCIÓN DE LA MUNDANALIDAD
Es
bueno recordar que el primer desvío que el Cristiano encontró en su camino al
cielo en El progreso del peregrino, de
John Bunyan, sobrevino cuando Cristiano fue seducido por el consejo del Sr. Sabio Mundano'. El Sr.
Sabio Mundano no se llamaba Sr. Falso Teólogo, si bien enseñaba una falsa
teología. Podemos entender cómo la mundanalidad nos seduce en términos de
sensualidad, materialismo, hedonismo, y otros del mismo calibre. Pero una de
las fuerzas seductivas más poderosas del mundo secular es la tentación a
adoptar la idea sobre la verdad actualmente popular en la cultura
estadounidense.
En
su libro The Closing ofthe American
Mind ("El cierre de la mente americana', Allan Bloom ha documentado
cómo la educación moderna ha adoptado casi universalmente el relativismo como
su epistemología vigente. La mente estadounidense se ha cerrado a la verdad
objetiva que puede ser conocida racionalmente.
El
relativismo es en última instancia irracional. Decir que la verdad es relativa
no tiene ningún sentido. Es una afirmación imposible de ser verdadera. La
afirmación "Toda verdad es relativa" sería a su vez relativa y no
tendría ningún valor como verdad.
Este
marco mental, o mejor dicho, este marco mental anti-intelectual de la educación
secular se ha infiltrado y casi conquistado al mundo evangélico. Los
evangélicos se sienten sublimemente encantados al poder afirmar ambos polos de
estas ideas contradictorias que les permite aceptar teologías radicalmente
inconsistentes y mutuamente excluyentes.
Para
ser más precisos, los evangélicos no llaman a esto relativismo o subjetivismo.
Esta filosofía es bautizada y espiritualizada detrás de un fino velo de jerga
religiosa. La "guía del Espíritu" se ha convertido en la licencia
para una multitud de pecados epistemológicos. Las personas son "guiadas
por el Espíritu" para llevar a cabo actos expresamente prohibidos por las
Escrituras. Pero esta guía subjetiva puede tener más valor que las Escrituras
porque la verdad es relativa. La afirmación de contradicciones irracionales
(una redundancia) se justifica por apelaciones a un "orden superior de
lógica" que se encuentra en la mente de Dios.
Si
buscamos un entendimiento coherente, lógico, consistente, y racional de la
Biblia, se nos acusa inmediatamente de adorar en el templo de Aristóteles. Como
la filosofía del racionalismo ha sido con frecuencia hostil al cristianismo,
huimos de cualquier cosa que remotamente se asemeje al racionalismo. Como el
cristianismo tiene la verdad que la razón por sus propios esfuerzos
especulativos no puede descubrir, suponemos que hasta la razón misma es
negociable.
El
cristianismo no es racionalismo. Pero es racional. Puede contener la verdad más
allá de lo que la razón pueda ser capaz de sondear. Pero es más que racional,
no menos. Se trata de una virtud, no de una desventaja para buscar un
entendimiento coherente de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no es
irracional. Fue diseñada para ser comprendida por la mente.
4: LA SUSTITUCIÓN PIETISTA DE LA DEVOCIÓN
POR EL ESTUDIO
¿Es
posible que la lectura devocional de la Biblia sea un impedimento para el
crecimiento cristiano? Si se convierte en un sustituto del estudio serio de la
Biblia, contesto categóricamente que sí.
Debo
hacer una concesión, sin embargo, y se
trata de que no estoy totalmente seguro si entiendo la diferencia que existe
entre la "lectura devocional de la Biblia" y el estudio
bíblico serio. El estudiar la Biblia en serio
es en sí un acto devocional. C. S. Lewis en
cierta oportunidad señaló:
Este
estudio es algo así como un experimento. Su traducción está dirigida al mundo
en su totalidad, y no solamente a los estudiantes de teología. Si tiene éxito,
es posible que le sucedan otras traducciones de otros grandes libros
cristianos. En un sentido, por supuesto, no es la primera traducción en este
campo. En el mercado podemos encontrar traducciones de la Teología Germánica, la Imitación, La Escala de la Perfección, y Las Revelaciones
de Lady lulian de Norwich, todas ellas muy valiosas si bien no todas con el
mismo grado de altura académica. Pero conviene señalar que todos estos libros
son de devoción y no de doctrina.
Pero,
ahora bien, el laico o el aficionado deben ser instruidos además de ser
exhortado. En los días que corren su necesidad de conocimiento es apremiante.
Tampoco es mi intención admitir que exista ningún tipo de división marcada
entre estos dos tipos de libro. Personalmente, tiendo a encontrar los libros
doctrinales de mucha más ayuda en la devoción que los libros propiamente devocionarios,
y me inclino a pensar que esta misma experiencia es compartida por muchos
otros. Creo que muchas personas que encuentran que "no pasa nada"
cuando se sientan, o se arrodillan, frente a un libro devocional, descubrirían
que su corazón comienza a cantar sin que nadie se lo pida mientras tratan de
descifrar un pasaje difícil de teología, con una pipa entre sus dientes y
sosteniendo un lápiz en sus manos.
Hay
muchas ayudas disponibles para las lecturas diarias devocionales. Aquellas
personas que leen la Biblia todos los días durante quince o veinte minutos son
una minoría. Aunque sin duda que quince minutos de lectura diaria de la Biblia
es mejor que ninguna lectura.
El
problema surge cuando pensamos que podemos sondear las profundidades de las
Escrituras con un simple régimen de quince o veinte minutos diarios. Muy pocas
disciplinas pueden ser dominadas con ese lapso de atención tan breve. Para
crecer en el entendimiento maduro de la Palabra de Dios se requiere un esfuerzo
más concertado que el que puede ser logrado por breves períodos de lectura
devocional.
La
lectura devocional es un gran complemento al estudio en serio pero no
constituye un sustituto a dicho estudio. Un estudio de las referencias bíblicas
al final de cada capítulo de este estudio, y el comentario que se hace de las
mismas dentro de los capítulos, puede resultar un excelente comienzo para dicho
estudio en serio.