INTRODUCCIÓN
La ley bíblica ha retrocedido en
su relevancia en la época actual. El surgimiento del pietismo a fines de la
Edad Media, y la profunda infección del protestantismo y la Iglesia Católica
Romana con el pietismo ha llevado a una declinación del énfasis en la ley
bíblica. El pietismo hace énfasis en la religión «espiritual»; la Ley recalca
una religión muy material en todo el sentido de la palabra, pertinente al mundo
y prácticamente interesada en los asuntos de todos los días.
La Ley sufrió fuertemente a manos
de Martín Lutero. En parte como reacción a la revuelta de los campesinos y a
los anabaptistas, Lutero se volvió fuertemente en contra de la Ley, que
denunció con ferocidad en un sermón de 1525: «Cómo deben los cristianos
considerar a Moisés». Lutero sostenía que la Ley mosaica era obligatoria solo
para los judíos y no para los gentiles. «Ya no tenemos a Moisés como gobernador
ni legislador». Lutero halló tres cosas en Moisés: «En primer lugar, desecho
los mandamientos dados al pueblo de Israel.
Ellos ni me instan ni me obligan.
Están muertos y desaparecidos», excepto como ejemplo o precedente. «En segundo
lugar, hallo algo en Moisés que yo no tengo por naturaleza; la promesa de Dios
en cuanto a Cristo. Esto es lo mejor». Ninguno de estos usos de Moisés tiene nada
que ver con la ley, y el tercero menos. «En tercer lugar, leemos a Moisés por los
hermosos ejemplos de fe, amor, y de la cruz, como se muestra en los patriarcas:
Adán, Abel, Noé, Abraham, Isaac,
Jacob, Moisés y el resto». También se nos dan ejemplos de hombres impíos y sus
destinos. Pero, «en donde da mandamiento, no debemos seguirlo excepto en lo que
él concuerde con la ley natural».
Lutero pavimentó así el camino
para el pleno retorno del escolasticismo y de la ley natural, como lo hizo
Calvino con sus nociones a veces débiles de la ley bíblica. El primer
avivamiento del escolasticismo vino, por lo tanto, en el ámbito protestante de
Europa, antes que en el católico.
Kevan, al comentar sobre el
origen del antinomianismo, anotó:
El antinomianismo fue el
contrario teológico del puritanismo en su doctrina de la Ley de Dios en la
experiencia cristiana. Aparte de la aparición temprana en tiempos Del Nuevo
Testamento, y en el gnosticismo valentiniano, el surgimiento formal del
antinomianismo por lo general ha sido asociado con Juan Agrícola, a veces llamado
Islebio, líder activo de la Reforma luterana.
En su búsqueda de un principio
efectivo por el cual combatir la doctrina de la salvación por obras, Agrícola
negó que el creyente estuviera de alguna manera obligado a cumplir la ley
moral. En la disputa con Lutero en Wittenberg (1537), se dice que Agrícola dijo
que el hombre se salvaba solo por fe, sin consideración a su carácter moral.
Lutero denunció estos conceptos de Agrícola como caricatura del evangelio, pero
a pesar de eso, los antinomianos han apelado repetidas veces a los escritos de
Lutero y señalado el respaldo de este a sus opiniones. Sin embargo, esto se
basa solo en ciertas ambigüedades en las expresiones de Lutero, y a un
malentendido general de la enseñanza del Reformador.
Contrario a lo que dice Kevan,
las «ambigüedades en las expresiones de Lutero» descansaban en muy serias
ambigüedades en el pensamiento del Reformador.
En 1529, Lutero, en el Catecismo Breve, expresó un concepto
más sólido de la ley, pero sus breves declaraciones allí no pudieron deshacer
el daño de sus ataques más extensos a la Ley. Demasiado a menudo Lutero pensó
que la única manera de establecer la doctrina de la justificación por fe era
negar las obras y la santificación.
Le escribió el 1º de agosto de
1521 a Melancton: «El pecado no nos puede separar de Dios, aunque cometamos
asesinato y fornicación mil veces al día». Con santos como estos, el mundo no
necesita pecadores.
SI UN HOMBRE QUIERE UNA RELIGIÓN
ESPIRITUAL O MÍSTICA, LA LEY ES SU ENEMIGA.
Si quiere una religión material,
una plenamente relevante al mundo y al hombre, la ley bíblica es
ineludiblemente necesaria para él. Levítico 26:3-45 recalca la relevancia material
de la ley. Esta «gran exhortación» deja en claro que no puede haber una vida
material victoriosa para el hombre apartado de la ley.
Esta «gran exhortación» se puede
dividir en tres partes. En los vv. 3-13 se declaran las bendiciones materiales
de la obediencia a la Ley. Habrá lluvia, buenas cosechas, excelente producción
de vino, paz, prosperidad; no habrá bestias salvajes, habrá victoria contra los
enemigos, y el favor de Dios y su presencia estarán con ellos.
Este favor era muy grande:
«Perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros. Cinco
de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil,
y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros» (Lv 26: 7-8).
En la segunda sección, vv. 14-33,
se declara la maldición por la desobediencia a la Ley. La desobediencia lleva a
calamidades crecientes: enfermedad, derrota, escasez, terror, sequía, plagas y
conquista. La moral nacional será tan mala que «huiréis sin que haya quien os
persiga» (Lv 26: 17). Estos castigos culminarán en conquista, canibalismo y
dispersión entre las naciones.
La tierra misma desilusionará a
un pueblo bajo maldición, al igual que los cielos. El cielo será como hierro (no
lluvia), y la tierra como bronce (sin riego y estéril) por la desobediencia (Lv
26: 19).
La tercera sección, vv. 34-45,
declara que a la tierra juzgada se le dará su descanso sabático. El pueblo
conocerá el terror en el cautiverio. El arrepentimiento, no obstante, conducirá
a la restauración.
Primero, la «gran exhortación» se dirige a
Israel con claridad. Con igual claridad el Sermón del Monte se dirige a los
discípulos, y las epístolas a iglesias en particular, pero esto no limita su
aplicación a las personas o a las iglesias particulares a las que se dirige. La
Palabra de Dios es una unidad, y es mensaje de Dios para todos los hombres, o
no lo es. Negar alguna parte de las Escrituras es en última instancia negarla
toda.
Segundo, no podemos creer que Dios no
tenga juicios para los hombres y naciones en la era cristiana. Hebreos 12:18-29
deja en claro que el mismo Dios y la misma Ley y juicios se aplican a la
iglesia e Israel, y que el hombre y las naciones reciben una sacudida similar,
a fin de destruir a todos los que pueden ser sacudidos y dejar solo «el reino
de Dios que no puede ser conmovido».
Calvino sostenía que en la era
del Antiguo Testamento, «Dios se manifestó más plenamente como Padre y Juez con
bendiciones y castigos temporales que desde la promulgación del evangelio».
Como evidencia de esto, Calvino declaró:
La tierra no se abre ahora para
tragar a los rebeldes; ahora Dios no truena desde el cielo como contra Sodoma;
no envía ahora fuego sobre las ciudades perversas como lo hizo en el campamento
israelita; no envía serpientes ardientes para inflingir mordeduras mortales; en
una palabra, tales instancias manifiestas de castigo no se presentan a diario
ante nuestros ojos para hacer que Dios sea terrible para nosotros; y por esta
razón, debido a que la voz del evangelio suena mucho más claramente en nuestros
oídos, como el toque de una trompeta, se nos llama al tribunal celestial de
Cristo.
Eso es un razonamiento tonto y
trivial. Los juicios milagrosos no «se presentaban a diario» en la era del
Antiguo Testamento; eran pocos y distantes. El breve tiempo del Nuevo
Testamento vio también muchos juicios milagrosos: sobre Judas, sobre Jerusalén y
Judea, sobre Ananías y Safira, sobre Herodes (Hch 12: 21-23), y sobre muchos otros.
También vio liberaciones milagrosas: un ángel liberó a Pedro (Hch 12: 7-10), a Pablo
y Silas en Filipos (Hch 16: 25-31), los muchos que fueron sanados por Cristo y los
apóstoles, la salvación de Pablo en el naufragio, y cosas por el estilo.
Calvino confundió lo milagroso
con la Ley. Aparte de estos milagros, los castigos y las bendiciones de la ley
son evidentes en el mundo del Antiguo Testamento, sobre Israel y las naciones,
y son evidentes también en la historia cristiana.
Negar la permanencia de la Ley de
Dios es caer en el dispensacionalismo y en última instancia en el maniqueísmo.
En lugar de un Dios inmutable, se presenta por lo menos a un Dios cambiante, o
quizás a dos dioses disímiles. Calvino fue más sabio al declarar:
Puesto que en la ley se establece
la diferencia entre el bien y el mal, se da para la regulación de la vida de
los hombres, así que bien se le puede llamar la regla para vivir bien y
correctamente.
Exactamente. Si Dios creó todas
las cosas, todas las cosas se pueden usar de manera apropiada y segura solo
según las condiciones de su ley, «una ley para vivir bien y correctamente». La
Ley nos da un conjunto de «instrucciones del fabricante» que se pueden
descartar solo a riesgo nuestro.
Tercero, debido a que la vida del hombre
es una vida material, lo debe gobernar una ley material, una ley que se aplique
a su vida. El materialismo de la Ley es casi un aspecto necesario de la misma.
La «gran exhortación» es por tanto tan válida hoy como cuando Moisés la dio.
Mientras la tierra permanece, la ley permanece.
Los que buscan «liberar» de la
ley bíblica al hombre violan una ley establecida en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento, en Deuteronomio 25: 4, 1ª Corintios 9: 9, y 1ª Timoteo 5: 18: No se
le debe poner bozal al buey que trilla, porque el obrero es digno de su
salario. La Ley establece tanto el castigo como la paga del hombre.
Por supuesto, las recompensas y
castigos de Dios con mucho deben ser preferibles a las promesas de las naciones
o de cualquier ley natural mítica.
Arriba se hizo referencia a Juan
Agrícola (1492-1566), el antinomiano. En 1537, Agrícola escribió: «¿Estás
sumergido en el pecado? ¿Eres adúltero o ladrón?
Si crees, estás en salvación.
Todos los que siguen a Moisés deben irse al diablo; a la horca con Moisés».
El antinomianismo, que ha negado
la ley, trae como resultado el misticismo y el pietismo. Al enfrentar un mundo
de problemas, no tiene respuesta adecuada.
Para suplir esta falta, el
antinomianismo muy pronto se volvió premilenalista; su respuesta a los
problemas del mundo fue posponer la solución al «retorno en cualquier momento»
de Cristo. El antinomianismo condujo a un intenso interés y expectativa del
retorno de Cristo como la única solución a los problemas del mundo, negándole a
la Ley de Cristo el status de respuesta. Con razón, uno de los resultados de
Juan Darby y los hermanos Plymouth, líderes de este movimiento, fue un hecho
triste registrado en 1877 por Steele:
Un puñado de norteamericanos,
fragmentos de familias, poseídos por esta interpretación infantil de las
Escrituras, están escarbando una existencia en Jerusalén. Han adoptado y se
llaman por el nombre de «La colonia Americana». Están decididos a estar a la cabeza
de una línea de aspirantes a cargos cuando llegue el nuevo gobierno.