1. EL MATRIMONIO
El propósito del sexto
mandamiento, «No cometerás adulterio», es proteger el matrimonio.
Es importante, por consiguiente,
analizar el significado bíblico del matrimonio a fin de comprender la
significación de las leyes que gobiernan su violación.
La institución del matrimonio (Gn
2: 18-25) en Edén describe el significado del matrimonio en relación al hombre;
esto se considerará más adelante. Pero primero se debe entender y analizar el
significado del matrimonio en relación a Dios.
Si bien el matrimonio es de esta
tierra, puesto que en el cielo ni se casan ni se dan en casamiento (Mt 22: 29,
30), tiene referencia y lo gobierna el Dios trino, como todas las cosas. La
gran declaración de este hecho es Efesios 5: 21-23, que empieza con el
mandamiento general: «Someteos unos a otros en el temor de Dios», que la
Versión Latinoamérica traduce: «Expresen su respeto a Cristo siendo sumisos los
unos a los otros». Calvino comentó sobre esto:
Dios nos ha unido tan fuertemente
unos a otros que ningún hombre debería esforzarse por evadir sujeción; y donde
el amor reina, se deben rendir servicios mutuos. No lo espero de reyes y
gobernantes, cuya misma autoridad ostentan para servicio de la comunidad. Es altamente apropiado que todos seamos
exhortados a sujetarnos unos a otros a la vez.
Así pues, se afirma un principio
general de sujeción y servicio, y se cita al matrimonio como ilustrativo de
este principio. Como Hodge lo anotó: «El apóstol insta a la obediencia mutua
como deber cristiano, v. 21. Bajo esta cabeza trata de los deberes relativos de
esposos y esposas, padres e hijos, amos y criados»6. El hombre, a través
de los siglos, ha estado en revuelta contra esta necesidad de sujeción y
servicio, y ha soñado más bien con poder autónomo. El joven Luis XIV expresó su
placer con este concepto al duque de Gramont en 1661:
Luis: He estado leyendo un libro
que me ha deleitado.
Gramont: ¿Cuál, señor?
Luis: Calcandille. Me agrada hallar allí poder arbitrario en manos de un
hombre, y todo es hecho por él o por órdenes suyas, y no le rinde cuentas de
sus actos a nadie, y todos sus súbditos sin excepción le obedecen ciegamente.
Tal poder ilimitado es lo más cercano al de Dios. ¿Qué piensas, Gramont?
Gramont: Me alegra que su
majestad esté leyendo, pero quisiera preguntarle, ¿ha leído Calcandille por entero?
Luis: No, solo el prefacio.
Gramont: Pues bien, lea su
majestad el libro entero, y cuando haya terminado, verá cuántos emperadores
turcos murieron en sus camas y cuántos llegaron a un fin violento. En Calcandille uno halla amplia prueba
de que un príncipe que puede hacer lo que se le antoje, nunca debe ser tan
necio de hacerlo.
Con el anarquismo, este sueño de
poder autónomo ha llegado a ser la esperanza de un número elevado de personas.
Este principio general de
sujeción y servicio se arraiga en mucho más que la interdependencia de los hombres;
más bien, se basa en una fe teocrática. Los hombres deben estar en sujeción
unos a otros, y en servicio mutuo (Ef 5: 22-29), no porque las necesidades de
la humanidad lo requieran sino por temor a Dios y en obediencia a su
palabra-ley. La interdependencia humana existe debido a que la dependencia
previa en Dios requiere la unidad de su creación bajo su ley.
Es más, debido a que el hombre no
es Dios, el hombre es un súbdito, súbdito primordial y esencialmente de Dios, y
de otros solo en el Señor. Cuando el hombre rechaza su sujeción a Dios y
proclama su autonomía, no gana independencia con eso. La sujeción de hombre a
hombre continúa en grupos paganos, marxistas, socialistas fabianos, anarquistas
y ateos, pero esta sujeción no es ajena a los límites de la ley de Dios.
La sujeción bíblica de hombre a
hombre, y de la esposa a su esposo, es en todo punto gobernada y limitada por
la sujeción previa y absoluta a Dios, de la cual todas las demás sujeciones son
aspectos. El señorío previo y absoluto de Dios limita y condiciona de esta
manera toda situación del hombre y no permite delitos sin transgresión.
Negar el principio bíblico de
sujeción es abrir la puerta al totalitarismo y a la tiranía, puesto que ningún
límite permanece entonces sobre el deseo del hombre de dominar y usar a su
semejante.
El principio bíblico de sujeción
condiciona toda relación personal por el requisito previo y jurisdicción
gobernante total de la ley de Dios, de modo que todas las relaciones personales
en la tierra están limitadas y las restringe la palabra-ley de Dios. Por eso,
el mandamiento bíblico de sumisión (Ef 5: 22) no coloca a las esposas en servidumbre
sino que más bien la sitúa en la libertad y seguridad de una relación personal
que Dios ordenó.
Sin la fe bíblica, el único
factor que sostiene al matrimonio es el frágil vínculo de los sentimientos. Mary Carolyn Davies, en
su poema: «Un matrimonio», escribió:
Tomaste mi nombre y tomaste mi
orgullo
No me dejaste gran cosa aparte,
Sino el sentimiento que asegura:
¡Cierto gozo al ser tuya!
¡Propiedad! Eso es lo que quería
decir.
¡Propiedad! ¡Y nos contentamos!
Ahora te has ido; y ¿qué puedo yo
ser excepto propiedad?.
Cuando el sentimiento es la base del matrimonio y no un principio
religioso, en última instancia el matrimonio se vuelve robo, y cada cónyuge
utiliza al otro y luego se va cuando no hay nada nuevo que ganar. De nuevo,
Mary Carolyn Davies capta la impersonalidad materialista de las relaciones
sexuales cuando están divorciadas de la moralidad bíblica:
«Ahí tienen a una mujer», Le
dicen a todos los hombres,
«Un poco embarrada por la vida; Un
poco estropeada por el amor,
Un poco estirada, un poco
manchada». Ah sí, son perdonadores.
A ti que hiciste el mal lo dicen,
pero de mí,
Como repollo en el mercado,
críticamente,
Dirán: «No está lo tierna que
debería estar».
Los sentimientos románticos, la
explotación mutua y la autocompasión llegan a ser la suerte de los que reducen
la relación entre hombre y mujer a una libertad anárquica fuera de la ley de
Dios.
El principio bíblico de sujeción
es jerárquico en que hay clases o niveles de autoridad, pero esto no quiere
decir que todos los niveles no sean responsables de manera directa y absoluta a
Dios en términos de su palabra-ley. Según San Pablo, «el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es
su Salvador» (Ef 5: 23). Sobre este principio fundamental, San Pablo añade:
«Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo
estén a sus maridos en todo» (Ef 5: 24). El comentario del muy reverendo Alfred
Barry sobre estos versículos es
de interés aquí:
Cristo no solo la es la Cabeza,
sino «Salvador del Cuerpo», o sea, «de su cuerpo, la iglesia», y no solo le
enseña y gobierna, sino que por su unidad le infunde la nueva vida de la
justificación y santificación. Aquí ningún esposo puede ser como Él, y por
consiguiente, nadie puede decir que tiene la dependencia absoluta de fe que es
solo de Él por derecho.
La sumisión de la iglesia de
Cristo es una sujeción libre, que brota de la fe en la absoluta sabiduría,
bondad y amor indecible de Cristo. De aquí concluimos
(1)
que la subordinación de la esposa no es por compulsión y temor, como la de una
esclava, sino que surge de la libertad y la preserva; luego;
(2), que puede existir, o en cualquier caso perdurar, solo a condición
de sabiduría y amor superiores en el esposo; tercero;
(3), que en tanto que es como la subordinación más alta en clase, no
puede ser igualmente perfecta en grado; aunque es real «en todo», no puede ser
absoluta en nada. El antitipo es, como siempre, mayor que el tipo.
Este sesudo enunciado yerra el
punto del pasaje al basar la obediencia en el amor antes que en la ley. La
obediencia de la esposa no es condicional a la «sabiduría, bondad y amor superiores
del esposo»; no hay nada en la ley que indique esto. La interpretación de Barry
niega en efecto que la declaración de San Pablo sea la palabra-ley de Dios; más
bien es una descripción que hace de Barry de las relaciones maritales . Lenski
cae en el mismo error. Él comenta: «Esta es también una auto sujeción
voluntaria y no subyugación».
Por cierto, la sujeción de una
esposa a su esposo no es esclavitud, ni subyugación involuntaria. San Pablo no
está preocupado por los sentimientos, ni por la actitud voluntaria de la
esposa; está enunciando la ley de Dios y estableciendo su significado. Hablar
de la ley sin citar el hecho de que es ley es por cierto exégesis extraña.
Requiere una ceguera curiosa.
Lo que San Pablo quiere decir es
que todo el universo es de sumisión a la autoridad, y que el cumplimiento de
cada aspecto es el desempeño de sus deberes en términos de esa sumisión. Es la
posición y realización de la esposa estar en sumisión a su esposo en toda
autoridad debida. Así como Cristo es cabeza de la iglesia y salvador de su
cuerpo, la iglesia, la autoridad del esposo se debe ejercer a favor de la salud
y fortalecimiento de su esposa y familia. Así como la iglesia debe someterse a
Cristo, la esposa debe someterse a su esposo «en todo» (Ef 5: 24).
Hodge comentó sobre esta frase:
Así como el versículo 22 enseña
la naturaleza de la sujeción de la esposa a su esposo, y el versículo 23 es su
base, este versículo 24 enseña su extensión.
Ella debe estar sujeta… en todo. Es decir, la sujeción no
está limitada a una sola esfera o segmento de la vida social, sino que se
extiende a todas. La esposa no está sujeta en algunas cosas, y es independiente
en otras, sino que está sujeta en todo. Esto, por supuesto, no quiere decir que
la autoridad del esposo es ilimitada. Enseña su extensión, no su grado.
Se extiende a todos los segmentos,
pero es limitada en todos; primero, por la naturaleza de la relación; y en
segundo lugar, por la autoridad más alta de Dios. Ningún superior nuestro sea amo,
padre, esposo o magistrado puede hacer que sea obligatorio para nosotros hacer
lo que Dios prohíbe, o que no hagamos lo que Dios ordena. Así que siempre y
cuando nuestra lealtad a Dios se preserve, y la obediencia al hombre se haga
parte de nuestra obediencia a Dios, retenemos nuestra libertad y nuestra
integridad.
En un mundo sin sumisión a la ley
y a las autoridades bajo la ley, muy rápidamente solo la fuerza anárquica
prevalecerá, y por cierto nada puede ser más destructivo para el bienestar de
una mujer o de un hombre. El mundo de la ley de Dios y las autoridades
ordenadas por Dios es la verdadera libertad del hombre.
Es solo cuando establecemos primero la primacía de esta ley y
autoridad que podemos, con Barry y Lenski, hablar de esa sumisión voluntaria a
la ley y autoridad como la felicidad y realización del hombre. Aquí el asunto
lo dice mejor Ingram, que empieza con la ley y ve el asentimiento como
asentimiento a la ley:
El testimonio público al
consentimiento mutuo y los votos matrimoniales: estas son las cosas que hacen
un matrimonio.
La integridad de todo el
argumento moral de los Diez Mandamientos empieza a destacarse incluso más
claramente en esto. El misterio de hacer y cumplir un voto de lealtad, una
promesa, a Dios, a un cónyuge, y el tomar el nombre de Dios en un juramento
solemne, son las cosas sobre las cuales está edificada la ley moral. Estos son
los cimientos de la sociedad. Éstas son las cosas que se mantienen viva y en
fuerza al inflingir penas por romperlas.
Las promesas, votos, juramentos,
lealtades se desvanecen si se rompen con impunidad. La sociedad sigue
cumpliendo promesas y castigando las violaciones.
El crédito es una extensión del
principio en el mundo de los negocios.
EL CONTRATO SE ESTABLECE CON UNA
PALABRA DADA, Y NO ES MEJOR QUE ESA PALABRA.
El vínculo de lealtad o el efecto
de una promesa está en lo que pudiéramos llamar el mundo del espíritu; no tiene
forma, ni peso, ni tamaño; no se puede tocar, ni ver ni oír. Pero controla la
vida humana.
Lo que un adúltero en realidad
hace es romper un voto solemne. Con su acción pisotea el matrimonio mismo, se
burla de Dios y de la sociedad, y en sentido figurado arroja esa promesa al
recipiente de basura, despojada ya de todo su valor.
Dios condiciona ciertas promesas
y amenazas al hombre y a la sociedad al cumplimiento o violación de su
palabra-ley. El desprecio calculado del hombre de esa palabra-ley es una
declaración implícita o explícita de que el hombre remplaza la autoridad de
DIOS CON LA PROPIA, Y QUE ESA SUMISIÓN
MORAL SE NIEGA EN FAVOR DE LA AUTONOMÍA.
La alternativa a la sumisión es
la explotación, no la libertad, porque no hay verdadera libertad en la
anarquía. El propósito de la sumisión no es degradar a las mujeres en el
matrimonio, ni degradar a los hombres en la sociedad, sino llevarlos a mayor
prosperidad y paz bajo el orden de Dios. En un mundo de autoridad, la sumisión
de la esposa no es en aislamiento ni en un vacío.
Se establece en un contexto de
sumisión de parte de los hombres a la autoridad; en un mundo así, los hombres
enseñan los principios de autoridad a sus hijos e hijas y procuran inculcar en
ellos la responsabilidad de la autoridad y obediencia. En un mundo así, la
interdependencia y el servicio prevalecen.
En un mundo de anarquismo moral,
no hay ni sumisión a la autoridad ni servicio, que es una forma de sumisión. Un
esposo y padre que usa su autoridad y sus ingresos sabiamente para promover el
bienestar de toda la familia está sirviendo al bienestar de todos. Pero en un
mundo que niega la sumisión y la autoridad, todo hombre se sirve solo a sí
mismo y procura explotar a los demás.
Los hombres explotan a las
mujeres, y las mujeres explotan a los hombres. Si la mujer envejece, la
abandonan. Si el ingreso del hombre se reduce, lo abandonan si se presenta una mejor
oportunidad. El mundo del «jet set», y la arena del teatro, nos proveen de abundantes
ejemplos del hecho de que el mundo del anarquismo y la iniquidad, o sea, el
mundo fuera de la ley de Dios en lo que respecta a la sumisión, es un mundo de
explotación, en particular de explotación sexual.
Otro hecho significativo aparece
en la declaración de San Pablo en Efesios: aunque las Escrituras repetidas
veces dan por sentado y citan el amor como un aspecto de la relación de la
mujer a su esposo, aquí San Pablo no cita el amor con referencia a la esposa y
su reacción a su esposo. La primacía se
da a la sumisión de parte de la
esposa, y el amor de parte del
esposo.
El amor del esposo, sin embargo,
se define como servicio, y se
le compara con la obra redentora de Cristo por su iglesia (Ef 5: 22-29). Por
tanto, la evidencia de amor del esposo es su gobierno sabio amante de su
familia, en tanto que la esposa demuestra su amor en sumisión. En ambos casos,
la sumisión y la autoridad están dirigidas, no por los deseos de las partes que
participan, sino por la palabra-ley de Dios. En donde la sumisión y la
autoridad tienen sus premisas en la ley de Dios, esa sumisión y autoridad
interactúan.
El esposo se somete a Cristo y a
toda autoridad debida, y la esposa se somete a su esposo y por consiguiente
promueve su ejercicio de autoridad en todo ámbito y llega a ser la ayuda idónea
de su esposo en su autoridad y dominio. La esposa normalmente deriva su estatus
de su esposo, y socavarlo a él es socavarse ella misma. De modo similar, «también
los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos.
El que ama a su mujer, a sí mismo
se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y
la cuida, como también Cristo a la iglesia» (Ef 5: 28, 29). La base de tal
relación es la fe, y obediencia por fe a la palabra-ley de Dios.
La autoridad y la ley no son
esencialmente físicas sino primordialmente del espíritu; donde los hombres
reconocen la religión y la fe que establece la autoridad, allí se respetan las
manifestaciones físicas de la autoridad. Si se derrumban los cimientos religiosos
de la autoridad, esa autoridad enseguida se derrumba y desaparece. Por esto,
muy poca labor policial se necesita en India para mantener a los hindúes en una
dieta vegetariana, puesto que esa dieta la soporta la fe religiosa más
estricta, pero sería casi imposible imponerles hoy esa dieta a los
estadounidenses.
Cuando se niega la fe bíblica que
sostiene la vida de la familia occidental, también se altera la naturaleza de
la relación matrimonial. El relativismo humanista del hombre moderno disuelve
los lazos entre el hombre y la mujer en todo lo que tiene que ver con cualquier
ley y valor objetivos y los reduce a lazos puramente relativos y personales.
Ahora un lazo puramente personal es
impersonal en su opinión sobre
otras personas.
Un hombre cuyo juicio lo
gobiernan solo sus consideraciones personales, no considera las consideraciones
de los demás, excepto en la medida en que pueda usarlas para promover sus propios
fines. Como resultado, prevalece el externalismo.
Por eso, el grotesco humanista, Thomas More, abogaba en Utopía que los novios se deberían
desnudos antes de decidir casarse. Cuando Sir William Roper elogió este aspecto
de Utopía y pidió que se lo aplicaran
a las dos hijas de More, a quienes él estaba cortejando, More llevó a Roper al
dormitorio en donde las dos jóvenes dormían juntas, «de espaldas, con sus batas
de dormir subidas hasta sus axilas.
More retiró las frazadas, y las
muchachas por pudor se dieron la vuelta. Roper le dio una palmada a una en el
trasero, diciendo: “Ya he visto ambos lados; tú eres mía”». El hecho de que
Roper tuvo un matrimonio feliz no altera el hecho de que fue una falta de
respeto lo mismo del padre que del esposo. Si Roper y su esposa no hubieran
tenido un trasfondo de fe católico romano estricto, los resultados no hubieran
sido tan felices.
El externalismo del anarquista es
ajeno a la jerarquía de autoridad que es básica en el orden-ley de Dios. Esta
autoridad descansa en una doctrina de Dios, y, con respecto al matrimonio, un
aspecto central del significado de matrimonio es que es un tipo de Cristo y su
iglesia (Ef 5: 25-32). En Efesios 3: 14, 15 San Pablo habla de Dios como Padre
de todas las familias en el cielo y la tierra, o, más literalmente, el «Padre
de todas las paternidades» según Simpson:
Dios mismo es el arquetipo de la
paternidad, tenuemente esbozado por la paternidad humana. De su mano creativa
han procedido todos los seres racionales en toda su multiplicidad de aspectos y
modales y usos, divergentes o interrelacionados.
Al «Padre de los Espíritus» le
deben su existencia y las condiciones que los han estampado con impresiones
tanto individuales como colectivas, o un alcance y órbitas reales o potenciales.
La traducción de James Moffat [al
inglés] de este pasaje dice: «Por esta razón, entonces, me arrodillo ante el
Padre de quien toda familia en el cielo y la tierra deriva su nombre y
naturaleza». El nombre y naturaleza de
todas las relaciones terrenales se deriva del Dios trino, así que no hay ley,
ni sociedad, ni relación personal, ni justicia, ni estructura, ni diseño, ni
significado aparte de Dios, y todos estos aspectos y relaciones de la sociedad
son tipos de lo que existe en la Deidad. El infierno no tiene nada de esto,
sino existencia estricta, que en sí misma es creación de Dios. Negar a Dios es
en última instancia negarlo todo, puesto que todas las cosas vienen de Dios y
testifican de Él.
Según Simpson, la tipología del
matrimonio y su relación a Cristo y la iglesia tiene cuatro implicaciones.
Primero, establece el hecho del dominio, que es básico al propósito
de Dios y su reino.
Segundo, tiene referencia a devoción o sacrificio propio.
Tercero, es en términos de un diseño, un propósito y destinos
soberanos.
Cuarto, declara la derivación.
El «una carne» que menciona San
Pablo no quiere decir, como Hodge señaló, una «identidad de sustancia, sino
comunidad de vida». Tal como el infierno es la pérdida final y total de toda
sociedad, el verdadero matrimonio, como todo aspecto de la vida santa, es una
realización de una fase de la vida en sociedad bajo Dios. San Pablo, al citar
Génesis 2:24 en Efesios 5: 31 dice con claridad que le ha dicho a la iglesia de
Éfeso lo que fue declarado desde el principio.
El «misterio grande» del que
Pablo habla en Efesios 5:32 es, según Calvino, «el que Cristo le instila a la
iglesia su propia vida y poder». En donde la vida y poder se reciben fielmente,
y cada autoridad, que recibe directamente la gracia de Dios y también a través
de las autoridades debidas, desempeña sus deberes de sumisión y autoridad fielmente,
el reino de Dios florece y abunda.
Con respecto a la salvación y providencia de
Dios, Cristo es el único mediador
entre Dios y el hombre. Pero la gracia de Dios se mueve, no solo
directamente de Dios al hombre por medio de Cristo, sino también por medio del hombre al hombre conforme
ellos desempeñan sus deberes bajo Dios. ¿Qué miembro del pacto con padres
santos puede negar que sus padres, por sus oraciones, su disciplina, su amor y
sus enseñanzas no les revelan la gracia y el orden-ley de Dios?
El hecho de que su salvación sea
por entero obra de Dios no altera la realidad de los instrumentos del pacto. El
que estos instrumentos del pacto son instrumentos
en las manos de Dios se debe reconocer con claridad, y negarles incluso
ese estatus es negar el orden de Dios. Los pastores, padres, maestros,
autoridades civiles, y todos los demás, conforme desempeñan fielmente sus
deberes bajo Dios, median de hombre a hombre el orden, la justicia, la ley, la
gracia, la palabra y el propósito de Dios.
Claramente y sin duda, «hay un
solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1ª Ti
2: 5).
El protestantismo ha sostenido
correctamente la exclusividad de esa mediación, pero, se debe añadir, ha hecho
daño al negar a menudo que haya una mediación entre los hombres. Un estado
santo, que aplica el orden-ley de Dios fielmente y con cuidado, claramente
media la justicia de Dios a los malhechores y su cuidado por los suyos. Es por
esto que las Escrituras se refieren a las autoridades a quienes se da la
palabra de Dios, o sea, que son establecidas como autoridades por la palabra de
Dios, como «dioses», porque establecen o median un aspecto del orden de Dios
(Jn 10: 24, 35). La alternativa a la mediación es el anarquismo, y tampoco servirá
travesear con la palabra «mediación» hasta que se alteren los diccionarios.
Todo aspecto legítimo de
administración es mediación, en la que el orden-ley de Cristo es mediado por la
iglesia, el estado, la escuela, la familia, la profesión y la sociedad.
Administrar es mediar, porque un administrador no aplica su propia regla sino
una más alta a la situación que está bajo su autoridad. Esto implica una jerarquía
de autoridades, y la regla o estándar más alto de todas las jerarquías en cuanto
a los hombres es la Biblia, la palabra escrita de Dios.
El Nuevo Testamento testifica en
abundancia que Cristo mismo confirmó en su encarnación la necesidad de sumisión
y la validez de la autoridad por su propio ejemplo. A este hecho también una Compilación de la Misa de la Fiesta de la
Sagrada Familia da
testimonio hermoso:
Oh Señor Jesucristo, que, estando
sujeto a María y a José, santificaste la vida del hogar con virtudes indecibles:
concédenos, que, por la ayuda de ambos, podamos ser enseñados por el ejemplo de
tu Sagrada Familia, y alcanzar la comunión eterna con ella; que vives y reinas
con Dios Padre en unidad con el Espíritu Santo, Dios, mundo sin fin. Amén.
2. EL MATRIMONIO Y EL HOMBRE
Al hombre se le puede entender
solo en términos de Dios y su propósito soberano en la creación del hombre.
Según Génesis 1:26-28, el hombre fue creado para ejercer dominio sobre la
tierra y subyugarla, y el mandato de «sean fructíferos y multiplíquense» fue un
aspecto del llamado para ejercer dominio sobre la tierra.
Al hombre, por consiguiente, se
le debe entender en términos del reino de Dios y el llamamiento que tiene el
hombre de manifestar el orden-ley de Dios en una tierra desarrollada y subyugada.
El hombre es, pues, primordial y
esencialmente una criatura religiosa a
la que se entiende bien solo con referencia a su Creador y el propósito que
tiene bajo Dios.
El propósito del hombre, de poner
todas las cosas bajo el dominio de la palabra- ley de Dios, confrontó al hombre
desde el principio de su creación.
SOMETER LA TIERRA Y EJERCER DOMINIO
SOBRE ELLA, LA TAREA ASIGNADA A ADÁN EN EDÉN, TUVO DOS ASPECTOS.
Primero, el
aspecto práctico: se
requirió que el hombre cuidara el huerto del Edén (Gn 2: 15).
El hombre urbano tiende a
olvidarse de que los frutales, las hortalizas y las plantas requieren trabajo y
cuidado, incluso en el mundo perfecto del Edén. A Adán se le dio la
responsabilidad de cuidar o cultivar el huerto y guardarlo o tenerlo a su
cargo.
Segundo, el
aspecto cognoscitivo; al hombre se le requirió que pusiera nombre a las criaturas. Los
nombres en el Antiguo Testamento son descripciones y clasificaciones, así que
ponerle nombre a algo quiere decir entenderlo y clasificarlo. Mediante trabajo
y conocimiento, el hombre debía subyugar la tierra, desarrollar sus
potencialidades, aumentarse y multiplicarse a fin de extender su dominio tanto
geográficamente como en conocimiento.
Este, entonces, fue el
llamamiento santo del hombre bajo Dios: trabajo
y conocimiento con el propósito de someter la tierra y ejercer dominio
sobre ella. Por tanto, cualquier
vocación por la que el hombre
extiende su dominio, bajo Dios, con el propósito de Dios, y sin abuso ni desprecio de la tierra que Dios ha
ordenado que sea el dominio del
hombre bajo Él, es un llamamiento
santo.
La opinión común en toda rama de la cristiandad de que un
llamamiento cristiano quiere decir entrada a las filas del ministerio no podría estar más errada. Tal actitud conduce
a la suplantación del reino de
Dios por la iglesia, al eclesiasticismo como propósito de Dios en la creación.
Entonces, el hombre no fue creado
como niño, para que no se le pueda entender con referencia a un pasado
primitivo o a su niñez, sino en términos de responsabilidad madura
y trabajo. El hombre cristaliza como tal en términos de trabajo bajo
Dios, y de aquí la destructividad radical para el hombre del trabajo insulso o
frustrante, o de un orden social que penaliza al trabajador en la realización
de los frutos de su labor.
De modo similar, el hombre
cristaliza como tal conforme extiende las fronteras de su conocimiento y
aprende más de la naturaleza de las cosas y su utilidad por igual. Los hombres
hallan exaltación en una tarea bien hecha, y en el conocimiento adquirido, porque
gracias al trabajo y al conocimiento se extiende su dominio bajo Dios.
La tierra, pues, fue creada para
ser reino de Dios, y el hombre fue creado a imagen de Dios para ser el
vice-regente de Dios sobre ese campo bajo Dios. La imagen de Dios incluye
conocimiento (Col 3: 10), justicia y santidad (Ef 4: 24), y dominio sobre la
tierra y sus criaturas (Gn 1: 28). Entonces, aunque Adán fue formado del polvo,
de la capa vegetal, de tierra roja, fue ordenado a una naturaleza y destino
gloriosos bajo Dios.
Al hombre se le requirió que se
conociera primero a sí mismo en términos de su llamamiento antes de que le
fuera dada una ayuda idónea, Eva. No fue sino hasta después de que Adán por un
tiempo indefinido pero evidentemente extenso había trabajado en su llamamiento,
cuidado del huerto y llegado a conocer a las criaturas allí, que le fue dada
una esposa.
Específicamente se nos dice que
Adán le puso nombre o clasificó a todos los animales, tarea considerable, antes
de la creación de Eva. Por general o limitada que fuera esta clasificación, con
todo fue un entendimiento acertado y general de la vida animal. El Adán del
Edén fue un hombre que trabajaba duro en un mundo en donde la maldición del
pecado todavía no había infectado al hombre y a su trabajo.
DEBE NOTARSE QUE A ADÁN SE LE DIO A
EVA;
Primero, no en cumplimiento de una necesidad
natural o sexual, aunque esto se reconoció (Gn
2: 20), sino, después de cierto tiempo, para atender su necesidad de una «ayuda
idónea», que es lo que a Eva se le llama. Ella es, sin lugar a duda, una ayudante para Adán en la vida y
trabajo de este como el hombre del pacto de Dios, llamado a ejercer dominio y
subyugar la tierra.
Segundo, Esto significa, que el papel de
la mujer es ser ayudante en una función
gubernamental. El llamamiento del hombre es en términos del reino de
Dios, y la creación y
llamamiento de la mujer no es menos en términos de eso mismo.
Ella debe ser una ayudante para el hombre al subyugar la tierra y
para ejercer dominio sobre ella
en cualesquiera de los términos necesarios para hacer más exitosa la vida y trabajo de su esposo. Las
implicaciones de esto se considerarán más adelante en relación a la mujer en el matrimonio.
Tercero, Dios creó a Eva solo después de
que Adán había demostrado que era responsable
al cumplir fielmente y bien sus deberes. La responsabilidad es así, claramente
un requisito previo para el matrimonio y para el hombre. De lo expresado aquí,
surge más tarde el sistema de la dote que se requería para que el novio demostrara
su responsabilidad al entregarle a la prometida una dote para la seguridad
futura de ella y sus hijos.
Cuarto, puesto que el hombre es llamado a
ejercer dominio, y el matrimonio y su gobierno de la familia es un aspecto
central del mismo, el ejercicio del dominio en el trabajo y el conocimiento
precede al ejercicio de dominio como esposo y padre.
La
familia del pacto es
central en el reino de Dios y de aquí que al matrimonio se le cercó desde el
comienzo con salvaguardas a fin de establecer el precedente de la
responsabilidad.
Quinto, el matrimonio es sin lugar a duda
una ordenanza divina, instituida en el paraíso junto con el llamamiento a trabajar y a conocer.
Sexto, el matrimonio es el estado normal
del hombre, porque, según Dios, «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn
2:18). A menos que los hombres estén físicamente incapacitados, o de otra
manera sean llamados por Dios a quedarse solteros (Mt 19:10-12), el matrimonio
es el estado normal de vida. Solo en una edad de inmadurez estudiada los hombres
se mofan del matrimonio como si fuera esclavitud.
Lo que están diciendo, en efecto,
es que la responsabilidad, o más sencillamente, la hombría, es esclavitud y que
el seguir siendo niño es libertad. A tales personas ni siquiera vale la pena
responder.
Séptimo, en tanto que la familia y su
dominio en ella son parte del llamamiento del hombre y una parte muy importante
del mismo, dista mucho de ser la totalidad de su llamamiento. En tanto que el
llamamiento de la mujer es en términos de su esposo y su familia, el
llamamiento del hombre es en términos de la vocación que asume bajo Dios.
Octavo, el hombre, antes del matrimonio,
es llamado, como hemos visto, a demostrar dos cosas: el patrón de la obediencia y el patrón de la responsabilidad, y entonces está listo para
establecer un nuevo hogar. Génesis 2: 24 deja en claro que el hombre dejará su casa paterna y se unirá a su mujer. Básico al
desarrollo del dominio del hombre sobre la tierra están el cambio y el
crecimiento.
Los sistemas de familia que no permiten
la independencia de la pareja joven tratan de perpetuar un orden sin cambio, en
tanto que el cambio y el crecimiento los asegura el patrón bíblico que requiere
una ruptura con los padres en el matrimonio. La ruptura no termina la
responsabilidad de los padres, pero sí asegura el crecimiento independiente.
Noveno, la palabra hebrea que se traduce
novio quiere decir «el circunciso», la palabra hebrea que se traduce suegro
quiere decir el que realiza la
operación de la circuncisión, y la palabra hebrea que se traduce suegra
es similar. Esto, obviamente, no se refiere al rito físico, puesto que a los
varones hebreos se les circuncidaba al octavo día.
Lo que quería decir era que el
suegro aseguraba el hecho de la circuncisión
espiritual, así como también la suegra, asegurando el estatus del pacto
del novio. Era su deber prevenir un matrimonio mixto. Un hombre podía casarse
con la hija de ellos, y llegar a ser su esposo, solo cuando era claramente un
hombre bajo Dios.
Así que los padres del novio
tenían la obligación de preparar a su hijo para una vida de trabajo y creciente
conocimiento y sabiduría, mientras que los padres de la novia tenían el deber,
bajo estándares bíblicos, de examinar la fe y el carácter del esposo en
perspectiva.
LA MADUREZ, PUES, NO SOLO ES BÁSICA
PARA LA HOMBRÍA SINO TAMBIÉN PARA EL MATRIMONIO.
La madurez que se requiere es más
que madurez física. En otras épocas, los matrimonios a menudo se concertaban en
la adolescencia temprana, como en algunos países, pero en muchos de tales casos
los hombres ya eran hombres de experiencia y trabajadores, y las muchachas
mujeres educadas y capaces, en tanto que en otras épocas la inmadurez era la
condición crónica y escogida de hombres y mujeres.
Por cierto que la madurez física
es lo más sabio, pero sin madurez de fe y carácter la relación matrimonial está
plagada de conflictos y tensiones. Puesto que el matrimonio está tan
estrechamente ligado desde la creación con el pacto de Dios con el hombre, es
especialmente apropiado que el ritual católico romano, en la bendición con que
concluye la misa matrimonial, invoque la frase del pacto del Antiguo
Testamento. En las palabras del nuevo misal bíblico de San Andrés:
Que el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac, el Dios de Jacob sea con ustedes, y que cumpla Él en ustedes su
bendición, para que ustedes puedan ver a los hijos de sus hijos hasta la
tercera y cuarta generación y que después posean vida eterna y sin límites. Con
la ayuda de nuestro Señor Jesucristo, quien con el
Padre y el Espíritu Santo viven y
reinan, Dios, para siempre jamás. Amén. Finalmente, se debe notar que, si bien
el matrimonio es la relación sexual
ordenada entre hombre y mujer, no se puede entender solo en términos de sexo.
Cuando el matrimonio se reduce a
sexo, el matrimonio se desintegra como institución y el sexo amoral lo
reemplaza. El matrimonio tiene referencia primero a que lo instituyó Dios y
luego al hombre y a la mujer en sus respectivos llamamientos.
Debido a que al hombre hay que
entenderlo en términos de su llamamiento bajo Dios, toda la vida del hombre se
debe interpretar en términos de este llamamiento también. La dislocación en el
llamamiento de un hombre es dislocación en su vida total. Cuando el trabajo es
fútil, los hombres no pueden descansar de sus labores, porque su satisfacción
en ellas ha desaparecido.
Los hombres entonces buscan con
mucha frecuencia hallarle propósito al trabajo al trabajar con mayor rigor. La
frustración en términos de su llamamiento quiere decir mala salud para el
hombre en términos de su salud física y mental, su energía sexual, y su
capacidad para descansar, en tanto que el éxito en el trabajo quiere decir
vigor y vitalidad para un hombre. Todo intento de entender el matrimonio solo
en términos de sexo agravará el problema básico del hombre.
SI EL MATRIMONIO NO ES SOLO SEXO,
TAMPOCO ES SOLO AMOR.
Las Escrituras no dan base por
ningún lado a la idea de que un matrimonio se pueda terminar cuando el amor
termina. Aunque el amor es importante para un matrimonio, no puede remplazar a
la ley de Dios como vínculo esencial del matrimonio. Es más, una mujer no puede
cometer mayor error que dar por sentado que puede tener prioridad en la vida de
su esposo por encima del trabajo de este.
Él la amará con calor y ternura como a ninguna
otra persona, pero la vida del hombre es su trabajo, no su esposa, y cuando la
mujer no entiende esto puede hacerle daño a su matrimonio. La tragedia de una
edad apóstata es que las mujeres ven muy bien la futilidad o vaciedad de mucho
del trabajo del hombre, pero no ven que la respuesta de un hombre santo a un
mundo enfermo es más trabajo.
Debido a que el trabajo es el
llamamiento del hombre, los hombres a menudo cometen el serio error de tratar
de resolver todos los problemas trabajando más duro, en tanto que, en la misma
situación, la mujer está más convencida de la inutilidad del trabajo. Pero
decirle a un hombre que el trabajo es fútil es decirle que él es fútil. Una
causa básica y no reconocida de tensiones en el matrimonio es la futilidad
creciente del trabajo en una edad en donde los apóstatas y estatistas tienden a
privar al trabajo de sus metas constructivas.
El ámbito del dominio del hombre
se vuelve el ámbito de la frustración del hombre. Hay quienes pueden recordar
cuando los hombres, no hace muchos años, trabajaban diez o más horas al día,
seis o siete días a la semana, a menudo bajo circunstancias horribles e
inseguras. Frente a esto, podían descansar y también disfrutar de la vida con
un apetito robusto.
El optimismo básico de esa edad y
la certeza del progreso, la estabilidad de la economía de dinero en efectivo, y
un sentido de dominio en estas seguridades, les daban a los hombres una
satisfacción en sus labores que hacía posible el descanso. Una edad que niega
el significado y satisfacción del trabajo también niega al hombre al mismo
tiempo.
No todas las condiciones más
deseables y horas de trabajo puede reemplazar al propósito del trabajo. Dostoievsky señaló que a los hombres se
les podría destrozar en Siberia, no por el trabajo forzado sino por el trabajo sin
sentido, tal como mover un montón de piedras de un lado a otro
interminablemente.
Tal trabajo, aunque se haga con
lentitud y holgazanería, destruye al hombre, en tanto que el trabajo
significativo lo fortalece e incluso lo exalta.
Debido a la centralidad del
trabajo para el hombre, uno de los problemas crónicos de los hombres es su
tendencia a hacer del trabajo una religión
sustituta.
En lugar de derivar de Dios y de
su orden-ley el significado de la vida, los hombres a menudo lo derivan de su
trabajo. La consecuencia es una desorientación en la vida, familia y orden.
Esté jubilado o trabajando
activamente, el pensamiento del hombre todavía es en términos del mundo del
trabajo, y continúa evaluando la realidad en los mismos términos. El hombre,
habiendo sido llamado a ejercer dominio mediante el trabajo, está ligado al
trabajo en pensamiento y acción. Pero no hay verdadero dominio para el hombre
en el trabajo aparte de Dios y su orden-ley.
Una nota final: los hombres, a
través de los siglos, se han sentido tan estrechamente ligados a su trabajo,
que para ellos ha sido una satisfacción particular estar cerca de sus
herramientas. Hasta hoy, en algunas partes del mundo, los hombres hallan placer
al tener sus herramientas a mano.
Algo de la resistencia a la Revolución
Industrial vino de los hombres que disfrutaban teniendo sus talleres en casa y
sintieron una pérdida al pasar a otros edificios. No era raro que los médicos llevaran
sus maletines consigo al ir de vacaciones, y un punto alto de una gira europea para
un médico era la oportunidad de usar su medicina. Muchos hombres descansan
mejor si tienen las herramientas a mano.
3. EL MATRIMONIO Y LA MUJER
La definición de mujer que Dios
da al crear a Eva y al establecer el primer matrimonio es «ayuda idónea» (Gn 2:
18). Esto es literalmente «comprometida con él», o «su contraparte». R. Payne
Smith señaló que el hebreo es literalmente: «una ayuda como su imagen frontal
reflejada». La implicación es la de una imagen en un espejo, punto que hace San
Pablo en 1ª Corintios 11: 1-16; el hombre fue creado a imagen de Dios, y la
mujer a la imagen reflejada de Dios en el hombre. En este pasaje, como Hodge
observó, se afirma el principio «de que el orden y la subordinación prevalecen
en todo el universo, y es esencial a su ser».
La cabeza cubierta es una señal
de estar bajo la autoridad de otra persona; de aquí que el hombre, que está
directamente bajo Cristo, adora con la cabeza descubierta, y la mujer con cabeza
cubierta. El hombre, por consiguiente, que adora con cabeza cubierta se
deshonra a sí mismo (1ª Co 11: 1-4).
La mujer que no se cubre podría
igualmente haberse rapado o rasurado el cabello, porque es igual de vergonzoso
para ella estar sin cubrirse como si se hubiera rapado (1ª Co 11:5-7). Como
León Morris observó con referencia a los vv. 8, 9, «ni en su origen, ni en el
propósito para el cual fue creada puede la mujer reclamar prioridad, y ni
siquiera igualdad».
En consecuencia, San Pablo
continuó: «Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza,
por causa de los ángeles» (1ª Co 11: 10). La Versión Latinoamérica tradujo
«señal de autoridad» como «el signo de su dependencia», siguiendo
con ello la opinión popular antes
que el texto griego. «Señal de autoridad» significa más bien, como Morris y otros
han señalado, «señal de su autoridad». Debido a que los ángeles son testigos,
se debe traducir como testigo santo. Para muchos, parece haber aquí una seria
contradicción: Primero, San
Pablo insiste en la subordinación, y luego;
Segundo, habla de lo que parece ser una
señal de subordinación como señal de autoridad.
Esto que parece contradicción
surge del concepto anárquico de autoridad que está tan embebido en la
naturaleza pecadora del hombre. Toda verdadera autoridad está bajo autoridad,
puesto que solo Dios trasciende todas las cosas y es la fuente de todo poder y
autoridad. Un coronel tiene autoridad debido a que está bajo un general, y su
propia autoridad crece conforme el poder, el prestigio y la autoridad de los
que están sobre él crecen, y su unidad con ellos en mente y propósito se
asegura.
Así también con la mujer; su
subordinación es también su símbolo de autoridad. Muy frecuentemente, en varias
sociedades, a las prostitutas se les ha prohibido que se vistan como esposas e
hijas, porque hacerlo así sería decir que tienen la autoridad, la protección y
el poder que han abdicado. Por eso, en Asiria a la prostituta soltera que se
cubría la cabeza la castigaban severamente por su osadía. Leyes similares
existían en Roma.
En la zona fronteriza estadounidense,
la mujer que era esposa e hija llevaba una autoridad obvia y normalmente
recababa el respeto y protección de todos los hombres.
Los hombres y las mujeres,
declaró San Pablo (1ª Co 11: 11), son «mutuamente dependientes. Los unos no
pueden existir sin los otros». «El uno no está sin el otro, porque así como las mujeres fueron
originalmente formadas del hombre, el hombre nace de mujer». Los concilios de
la iglesia muy temprano censuraron el cabello largo en los hombres como marca
de feminidad, así como los romanos antes de ellos. No hay evidencia que
respalde el retrato usual de Cristo y los apóstoles como hombres con cabello
largo; la evidencia de la época indica pelo muy corto.
Para una mujer, sin embargo, en
todas las edades y países, el cabello largo se ha considerado como un adorno.
Le fue dado, dice Pablo, como una
cubierta,
o como velo
natural; es una gloria para ella porque
es un velo. El velo mismo, por consiguiente, debe ser atractivo y
decoroso en una mujer.
Es con base bíblica, pues, que se
habla del cabello de una mujer como su «gloria coronadora», y su deleite en
llevarlo como corona atractiva es dado
por Dios cuando se hace dentro de los límites, aunque el tiempo que
algunas dedican a ello ciertamente no es así.
La doctrina bíblica de la mujer,
entonces, la revela como coronada de autoridad en su «sujeción» o
subordinación, y claramente ayudante del rango más cercano posible al
vice-regente que puso Dios sobre la creación. Esta no es responsabilidad pequeña,
ni tampoco es un cuadro de una Griselda paciente.
Los teólogos han señalado con
demasiada frecuencia a Eva como la que condujo a Adán al pecado, pero se
olvidan de notar que la posición que le concedió Dios era tal que el consejo
era su deber normal, aunque en este caso fue claramente un consejo perverso.
Los hombres como pecadores a menudo sueñan con una Griselda paciente que nunca
hable a menos que se le dirija la palabra, pero ninguna otra esposa les
agradaría menos o los aburriría más.
Martín Lutero, que amaba profundamente
a su Catalina, en cierta ocasión dijo: «Si tuviera que casarme de nuevo,
tallaría una esposa mansa de piedra; porque dudo que de alguna otra clase sería
mansa». Su biógrafa, Edith Simon, propiamente pregunta: «¿Cómo le habría ido a
él con una esposa mansa?». Claro, la respuesta es que no muy bien.
Es una ilusión común que en el
pasado primitivo y evolucionista del hombre las mujeres eran las esclavas más
bajas, usadas a voluntad por brutos primitivos.
No solo que esto es un mito
evolucionista sin fundamento, sino que en toda sociedad conocida la posición de
las mujeres, medida en términos de los hombres y la sociedad, ha sido notable.
La idea de que las mujeres alguna vez se conformaron con ser meras esclavas es
en sí misma una noción absurda. Las mujeres han sido mujeres en toda época. En
un estudio de una sociedad extremadamente subdesarrollada, los nativos de
Australia, Phyllis Kaberry ha mostrado que la importancia y estatus de la mujer
es considerable.
Pocas cosas han deprimido más a
las mujeres que el Siglo de las Luces, que convirtió a la mujer en un adorno y
una criatura impotente. A excepción de la clase más baja, en donde el trabajo
era obligatorio, la mujer «privilegiada» era una persona de adorno inútil, casi
sin derechos. Esto no había sido así anteriormente.
En la Inglaterra del siglo XVII
las mujeres a menudo se dedicaban a negocios, eran gerentes altamente
competentes, y participaban en los negocios como corredoras de seguros,
fabricantes y cosas parecidas.
Hasta el siglo XVIII por lo
general las mujeres figuraban en negocios como socias con sus esposos, y no en
capacidades inferiores. A menudo se hacían cargo por completo durante las
prolongadas ausencias de sus cónyuges. En algunos casos, en donde eran las más
brillantes de la pareja, dirigían la función.
Una «revolución» legal dio lugar
al estatus disminuido de las mujeres; «la noción demasiado extendida de que las
mujeres surgieron de repente en el siglo XIX de una larga noche histórica o a
una llanura iluminada por el sol es completamente errada». Un conocimiento de
la historia temprana de los Estados Unidos de América deja en claro las altas
responsabilidades de la mujer; los navegantes de Nueva Inglaterra podían irse
en viaje de dos o tres años sabiendo que todos los negocios en casa lo dirigirían
muy hábilmente sus esposas.
La Edad de la Razón vio al hombre
como razón encarnada, y la mujer como emoción y voluntad, y por consiguiente
inferior. La tesis de la Edad de la Razón ha sido que el gobierno de todas las
cosas se debe entregar a la razón. La Edad de la Razón se opuso a la Edad de la
Fe en forma acomplejada. Se consideró la religión como cosa de mujeres, y,
mientras más se extendía el Siglo de las Luces, más la vida de la iglesia llegó
a ser dominio de las mujeres y los niños.
Mientras más pronunciado, por consiguiente,
era el triunfo de la Edad de la Razón en cualquier cultura, más reducido llegó
a ser el papel de las mujeres. Tal como a la religión se llegó a considerar
como un adorno inútil pero a veces encantador, así también se consideró a las mujeres.
Estas ideas entraron a los
Estados Unidos de América por la influencia de Sir William Blackstone sobre la
ley, que a su vez fue influido por el juez de la Corte Suprema de Inglaterra,
Edward Coke, un oportunista calculador. Como resultado, los libros de leyes en
la primera mitad del siglo XIX mostraban a la mujer en un papel disminuido.
Tres ejemplos de esto son
reveladores: Introduction to American
Law [Introducción a la ley estadounidense] de Walker: La teoría legal es
que el matrimonio hace del esposo y la esposa una persona, y esa persona es el
esposo. Hay escasamente algún acto legal de cualquier descripción que ella sea competente
para desempeñar.
En Ohio, pero casi en ninguna
otra parte, a ella se le permite redactar su testamento, si resultara que ella
tuviera algo de que disponer.
Law of
Husband and Wife [Ley
de esposo y esposa] de Roper: Por lo general no se sabe que cuando una mujer
acepta una proposición de matrimonio, todo lo que tiene, o espera tener, se
vuelve en la práctica propiedad del hombre que ha aceptado como esposo; y
ningún obsequio o escritura ejecutada por ella entre el período de aceptación y
el matrimonio se considera válido; porque si a ella se le permitiera regalar o
de otra manera disponer de su propiedad, él tal vez se desilusione de la
riqueza que esperaba al hacer la proposición.
Wharton’s
Laws [Leyes de
Wharton]: La esposa es solo la sierva de su esposo.
Hay una cláusula extremadamente
significativa en la afirmación de Roper:
«Por lo general no se sabe». Las implicaciones plenas de la
revolución legal no se conocían por lo general. Por desgracia, llegaron a
contar con el respaldo general de
los hombres. Incluso peor, las
iglesias respaldaron de manera muy común esta revolución legal con una lectura
unilateral y tergiversada de las Escrituras. La actitud de los hombres por lo
general era que a las mujeres les iba mejor si se les dejaba en un pedestal de
inutilidad.
En una conferencia de derechos de
las mujeres una conferencista respondió a esas afirmaciones, Sojouner Truth,
mujer de alta estatura, de color, prominente en círculos antiesclavistas y ella
misma ex esclava en el estado de Nueva York. Tenía 82 años, y la espalda llena
de cicatrices de los latigazos, no sabía ni leer ni escribir, pero tenía «inteligencia
y sentido común». Ella respondió poderosa y directamente a los promotores del
pedestal, hablando a los hombres que la rechiflaban en el público:
PUES BIEN, HIJOS, CUANDO HAY TANTA
ALHARACA ALGO DEBE ANDAR PATAS ARRIBA.
Pienso que entre las negras del
Sur y las mujeres del Norte, todas hablando de derechos, los hombres deben
verse en aprietos muy pronto. Pero, ¿de qué es de lo que se habla aquí?
Que los hombres de allá dicen que
a las mujeres hay que ayudarlas a subirse a los carruajes, y cargarlas por
sobre las zanjas, y que deben tener los mejores lugares en todas partes. Nadie
jamás me ayudó a subirme a carretas, ni sobre charcos de lodo, ¡ni jamás me da
a mí el mejor lugar! ¿No soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mi brazo!
Yo he arado y he sembrado, y he
recogido en graneros, y ¡ningún hombre puede ganarme! ¿No soy una mujer? Podía
trabajar tanto y comer tanto como un hombre cuando podía conseguirlo ¡y
aguantar el látigo también!
¿Y no soy una mujer? He tenido
trece hijos, y he visto a casi todos ellos vendidos como esclavos, y cuando
lloré con el duelo de mi madre, ¡nadie excepto Jesús me oyó! ¿Y no soy una
mujer?
Luego ese hombrecito de negro
allí, dice que las mujeres no pueden tener iguales derechos que los hombres,
¡porque Cristo no fue una mujer! ¿De dónde vino tu Cristo?
¿De dónde vino tu Cristo? ¡De
Dios y una mujer! El hombre no tuvo nada que ver con Él.
Benditos sean por haberme oído, y
ahora la vieja Sojourner no tiene más que decir.
La tragedia del movimiento de
derechos de la mujer fue que, aunque había serios males que corregir, aumentó
el problema, y aquí la resistencia del hombre fue responsable en gran medida.
En lugar de restaurar a las mujeres a su lugar legítimo de autoridad al lado
del hombre, los derechos de las mujeres se convirtieron en feminismo; puso a
las mujeres en competencia con los hombres.
Llevó a la masculinización de las
mujeres y la feminización de los hombres, para desdicha de ambos. Sin que sea
sorpresa, en marzo de 1969, el modisto de París Pierre Cardin dio un paso lógico
en la colección de vestidos para hombres: «El primer traje mostraba una bata
sin mangas diseñada para ponérsela sobre botas altas de vinilo.
En otras palabras, un vestido».
Así que la Edad de la Razón trajo
una supremacía irracional para los hombres y ha conducido a una guerra de los
sexos. Como resultado, las leyes de hoy funcionan, no para establecer orden
santo, sino para favorecer a un sexo u otro. Las leyes de Texas reflejan la
antigua discriminación contra las mujeres; las leyes de algunos estados (tales
como California) muestran discriminación a favor de las mujeres.
PARA VOLVER A LA DOCTRINA BÍBLICA, LA
ESPOSA ES LA AYUDA IDÓNEA DE SU
ESPOSO.
Puesto que Eva fue creada de
Adán, y es la imagen de Dios reflejada en Adán, ella era de Adán y una imagen
de Adán por igual, su «contraparte». El significado de esto es que una
verdadera ayuda idónea es la contraparte del hombre, que se necesita una
similitud cultural, racial y especialmente religiosa a fin de que la mujer pueda
en verdad reflejar al hombre y ser su imagen.
Un hombre que es cristiano y
hombre de negocios no puede hallar una ayudante en una mujer budista que cree que
la nada es lo supremo y que la forma de vida de su esposo es una forma
inferior.
Los matrimonios entre culturas
cruzadas son, de este modo, normalmente un fracaso. En donde en efecto hallamos
esos matrimonios, demuestran a menudo bajo examen que son la unión de dos
personas de ideología humanista cuyos trasfondos varían pero cuya fe los une.
Incluso entonces, tales matrimonios tienen una mortalidad alta. Un hombre puede
identificar carácter dentro de
su cultura, pero no puede hacer más que identificar el carácter general de otra
cultura.
Así, el alemán criado en una
atmósfera luterana puede discernir la sutil diferencia entre las mujeres en su
sociedad, pero si se casa con una musulmana ve en ella las formas generales de
la conducta femenina musulmana antes que los finos matices de carácter, hasta
que es demasiado tarde para retirarse con facilidad.
La doctrina bíblica nos muestra a
la mujer como administradora competente que puede dirigir todos los asuntos de
negocios si fuera necesario, de modo que su esposo pueda asumir un cargo
público como magistrado civil; en las palabras de Proverbios 31: 23, él puede
sentarse «en las puertas», es decir, presidir como gobernante o juez.
Examinemos las mujeres de
Proverbios 31: 10-31, cuya «estima sobrepasa largamente a la de las piedras
preciosas». Varias cosas se ven claramente en evidencia:
1.
Su esposo puede confiar en la integridad y competencia moral, comercial y religiosa
de ella (vv. 11, 12, 29-31).
2.
Ella no solo administra de manera competente su casa, sino que también
administra un negocio con destreza (vv. 13-19, 24-25). Ella puede comprar y
vender cómo buena comerciante y administrar un viñedo como agricultora diestra.
3.
Es buena con su familia, y buena con los pobres y necesitados (vv. 20-22).
4.
Muy importante: «Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua»
(v. 26). La mujer inútil de la Edad de la Razón, y la mujer inútil de sociedad o
del jet set de hoy que es un ornamento y un lujo, pueden y en efecto hablan con
liviandad, y de frivolidades, porque es frívola. En la mujer santa, sin
embargo, «la ley de clemencia está en su lengua». Las personas, hombres y
mujeres, que no son frívolos evitan la charla frívola, barata y maliciosa. La charla
ociosa es el lujo de la irresponsabilidad.
5.
Ella «no come el pan de balde» (v. 27); o sea, la mujer santa no es un mero lujo
o decoración bonita. Más aun cuando se gana su sustento.
6.
«Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba»
(v. 28).
Obviamente, una mujer así es muy
diferente de la muñeca preciosa de la Edad de la Razón, y la mujer
masculinizada altamente competitiva del siglo veinte que tiene que demostrar
que es tan buena como cualquier hombre, si acaso no mejor.
Una fe bíblica no considera a la
mujer menos racional o menos inteligente que el hombre; su razón normalmente se
orienta más a la práctica y a la persona en términos de su llamamiento como
mujer, pero no es menos inteligente por eso.
El rey Lemuel añade otra nota en
su descripción de la mujer virtuosa:
7.
«La gracia y la belleza son engañosas, pero la mujer que respeta al Señor es digna
de alabanza» (v. 30,).
No hay nada derogatorio de la
belleza física en intención aquí, y, en otras partes de las Escrituras,
especialmente en Cantar de los Cantares, se aprecia en alto grado. El punto
aquí es que, en relación a las cualidades básicas de una ayuda idónea verdadera
y capaz, la belleza es una virtud transitoria, y los comportamientos astutos,
encantadores, son engañosos y no tienen valor en las relaciones funcionales del
matrimonio.
Importante, de este modo, como es
el papel de una mujer como madre, la
Escrituras la presentan especialmente como esposa, o sea, una ayuda
idónea. La referencia es, por consiguiente, no primordialmente a los
hijos sino al reino de Dios y al llamamiento del hombre en Él. El hombre y su
esposa juntos son llamados en el pacto a subyugar a la tierra y a ejercer
dominio sobre ella.
HAY QUIENES SOSTIENEN QUE LA PROCREACIÓN ES EL PROPÓSITO CENTRAL
DEL MATRIMONIO.
Por cierto que el mandato de
«crecer y multiplicarse» es muy importante, pero el matrimonio no deja de
existir si no tienen hijos. San Agustín erróneamente opinaba que 1ª Timoteo 5: 14
requería la procreación y definió a los hijos como el propósito básico del
matrimonio, y muchos sostienen esa opinión. Pero San Pablo en realidad dijo que
estaba requiriendo que las mujeres más jóvenes, y viudas, se casaran y tuvieran
hijos en lugar de buscar una vocación religiosa (1ª Ti 5: 11-15); y esto es muy
diferente a una definición del matrimonio como procreación.
Lutero por algún tiempo sostuvo
la creencia de que el matrimonio servía para proveer para la procreación y para
aliviar la concupiscencia. (Agustín había limitado las relaciones sexuales a
«las necesidades de producción»). Edith Simon llama la atención al cambio en el
pensamiento de Lutero sobre el tema:
Antes de que Lutero mismo
abandonara el celibato, lo había condenado meramente como fuente de continua
tentación y distracción para los que no estaban a la altura de la castidad
perpetua, en otras palabras, su actitud entonces era todavía básicamente
ortodoxa, considerando la castidad como el estado más alto.
De su propia experiencia en el
matrimonio, sin embargo, esa actitud cambió dramáticamente a una más positiva.
La castidad perpetua era mala. Solo
en el matrimonio podían los seres humanos adquirir la salud espiritual que habían
tratado de buscar en el claustro. Así que lo extraño fue que antes de que él
mismo hubiera experimentado alguna vez alivio sexual, Lutero veía el matrimonio
como primordialmente un asunto físico, y después vio sus beneficios como
primordialmente espirituales, evidentemente no por deseo de comunión física.
Dios mismo definió la función
básica de Eva como ayuda idónea; importante
como es la maternidad, no puede tomar prioridad sobre la propia declaración de
Dios.
4. LA DESNUDEZ
No hay legislación en las
Escrituras respecto a la desnudez, pero la consideración del tema es pertinente
al estudio de la ley bíblica, como veremos.
Cuando en la Escrituras se usan
las palabras «desnudez» o «desnudar» de manera figurada, como en Jeremías 49: 10,
se refieren a «estar despojado de recursos, desarmado». A veces también quiere
decir «descubierto, hecho manifiesto» (Job 26: 6; He 4: 13). La referencia
primaria a desnudez es, sin embargo, Génesis 2: 25, con respecto a Adán y Eva
en el Edén: «Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban».
Es importante comprender el
significado de este pasaje, y luego sus implicaciones para la historia. Las
interpretaciones absurdas abundan. Así, según Simpson, quiere decir «que no
tenían conciencia del sexo». Es una ilusión popular de ideología liberal que el
sexo de alguna manera está conectado con la caída. Las Escrituras no dan
ninguna evidencia de esto; es más, puesto que se nos informa que Adán observó
sexo en los animales (Gn 2: 20), es absurdo dar por sentado que recibió a
EVA COMO SU ESPOSA Y PERMANECIÓ
CÉLIBE. LA INOCENCIA NO QUIERE DECIR ASEXUAL.
El comentario de Smith es
interesante en la conexión de este versículo a la siguiente sección, pero
erróneo respecto al significado de la desnudez:
Esta es la descripción de la
inocencia perfecta como de niños, y pertenece naturalmente a seres que todavía
no sabían ni el bien ni el mal. No es, sin embargo, la conclusión de la sección
del matrimonio, en la que sería indelicada, sino la introducción al relato de la
tentación, en que prepara el camino para la caída fácil del hombre. Es más, hay
un juego de palabras en estos dos versículos. El hombre está desnudo arom; y la serpiente es astuta arum. Así, en sencillez sin malicia
nuestros primeros padres cayeron con la serpiente tentadora, quien, en obvio
contraste con su inocencia no examinada, se describe como siendo de sutileza
especial.
Esto es absurdo y contrario a la
Biblia. Adán todavía no había pecado, pero sabía que violar la ley de Dios era
hacer el mal. Cada día que trabajaba para someter la tierra y ejercer dominio
sobre ella, Adán tenía la satisfacción de saber y hacer el bien. De nuevo,
Smith es absurdo y muy contrario a la Biblia al hablar de Adán y Eva como
cayendo «en sencillez sin malicia». Pero todo el punto de las Escrituras es que
pecaron a sabiendas y voluntariamente, tratando de ser sus propios dioses.
Dar por sentado simpleza en Adán,
que ya había hecho una clasificación general del mundo animal y trabajado con
conocimiento en el mundo vegetal es ridículo; fue creado como hombre maduro, y
ahora ya era trabajador de experiencia y pensador, un hombre conocedor. Eva,
como su esposa, había llegado a participar de ese conocimiento. Dar por sentado
inocencia y simpleza en la caída, o ausencia de malicia, es pecar contra Dios y
su palabra.
El comentario de Leupold va más
al punto:
En esta breve declaración se
añade otro rasgo al cuadro del estado primitivo de perfección; nada había
transpirado para despertar en el hombre un sentido de culpabilidad. Porque no
sentir vergüenza en un estado perfecto se debe a no tener nada por lo cual
sentir vergüenza. Todo estaba en armonía, y el hombre estaba en completa
armonía consigo mismo y con su Dios.
La vergüenza que Adán y Eva
sintieron en su caída tiene referencia en primer lugar a Dios, de quien se
escondieron (Gn 3:8), y en segundo lugar, de uno a otro.
De nuevo, el comentario de
Leupold es bíblico: Génesis 3: 7. El que el sentido de vergüenza se deba
concentrar alrededor de la porción del cuerpo que está marcada por los órganos
de la generación, sin duda tiene una razón más profunda en esto que el hombre
instintivamente siente que la misma fuente y manantial de vida está contaminada
por el pecado.
El mismo acto de la generación
está manchado por el pecado. Si este origen descrito bíblicamente del sentido
de vergüenza se aceptara como verdad, entonces todas las contenciones de los
antropólogos de que la vergüenza es más bien brote de las inhibiciones y
costumbres se desvanecen como secundarias e incidentales.
El relato bíblico va a la raíz
del asunto. El único destello de luz en el versículo es el hecho de que si
sintió vergüenza, el caso del malhechor no es irremediable. Por lo menos no ha
ido más allá del sentimiento en el asunto de hacer mal. La gracia previsora de
Dios permite que este sentimiento surja.
Habiendo tratado del significado
de Génesis 2:25, es necesario ahora pasar a sus implicaciones para la historia.
El sueño del Edén por largo tiempo ha dominado las mentes de los hombres, la
esperanza de una vuelta al paraíso. Con mucha frecuencia una parte de este
sueño ha sido un retorno a un estado de desnudez, de inocencia, y algunos
grupos, desde los adamitas de la historia medieval a los nudistas de hoy, piensan
que el camino a la inocencia es la desnudez.
En otras palabras, se aduce que
la ropa es un factor provocativo y que los hombres volverán a la inocencia solo
cuando vuelvan a la desnudez. La caída del hombre, así, se adscribe a la ropa.
Líbrese de la ropa, y por consiguiente se librará del pecado y de todos los
problemas del hombre. Se aduce que la salud, la paz mental, la fraternidad y la
igualdad volverán con el nudismo.
ESTA TESIS HA GANADO RESPALDO DE
PSICÓLOGOS Y SOCIÓLOGOS.
Es en esencia una fe religiosa.
El editor de Psychology Today
[Psicología hoy] la llamó «una ideología humanista gentil»; humanista,
en cualquier caso, claramente lo es. La literatura sobre el tema subraya muy
claramente el retorno al tema del paraíso que los nudistas como regla aducen ya
que el nudismo no provoca respuesta sexual en ellos.
El psicólogo Leonard Blank de
Rutgers sí notó que «los nudistas presentan mayores desviaciones de
personalidad, conflictos e inhibiciones sexuales, y distorsiones de las
imágenes del cuerpo, que los que no son nudistas». Su estudio también mostró
que la membrecía o participación en un campamento nudista siempre fue decisión
del hombre: «Nunca la esposa quiso ir más que el esposo».
El título de Blank revela más en
cuanto al nudismo, en verdad, que todo su artículo: «Nudity as a Quest for Life
the Way it Was Before the Apple» [El nudism como búsqueda de vida según lo fue
antes de la manzana]. La apelación del nudismo es el deseo de volver al Edén.
No debemos soslayar las tendencias voyerista de los hombres que participan,
pero el retorno al paraíso es claramente un factor importante y básico. ¡El
voyeurismo se satisface con demasiada plenitud en otras maneras en la sociedad
moderna! La afirmación sumaria de Blank es a la vez aleccionadora y divertida:
Las ropas ayudan a identificar
nuestra posición en la sociedad y la desnudez elimina una pieza importante del
equipo indicador. Los nudistas aducen que pueden asociarse con otros sin que la
ropa los catalogue. Aunque los nudistas pueden idealizar de alguna manera esta
afirmación, el campamento nudista derriba de manera efectiva los patrones que
se hallan fuera.
Género, clase y poder son menos
relevantes en una sociedad nudista, y la suspensión de estas barreras
artificiales aumenta el compañerismo. Incluso en el campamento nudista hay
choques de personalidades, camarillas y desacuerdos entre grupos. No todos
hallan la utopía allí; el 30% de los que respondieron no se verían afectados en
nada, si acaso, si el campamento se cerrara, el 26% quedarían afectados de
alguna manera, y solo el 43% se verían seriamente afectados. Cuando se les
pidió que mencionen a sus tres mejores amigos, el 49% no mencionó ni a un solo
nudista.
Varios obreros de fábrica dijeron
que el nudismo permitía a sus familias asociarse con personas de mejor clase
sin ser clasificados por sus uniformes o ropa usual. Reducimos el esfuerzo por
el estatus cuando eliminamos uno de los principales puntales del manejo de la
impresión. En los campamentos nudistas, el estatus toma otras formas: la piel
pálida del visitante esporádico se mira con desdén. La cola de conejo, o
persona con cuerpo bronceado y nalgas blancas, recaba menos prestigio pero
atrae miradas interesadas.
Por algo los psicólogos y
sociólogos que participan del mito de que el camino a la salud y la inocencia
es la desnudez están probando la desnudez como terapia. El psicólogo Paul
Bindrim de Hollywood, con el Dr. William E. Hartman, profesor de sociología del
California State College, Long Beach, California, ha organizado «maratones
nudistas» como terapia para personas en problemas.
Su título va al punto: «La
desnudez como logro rápido de intimidad en terapia de grupo». Él piensa que
«por lo menos temporalmente» ha curado frigidez, impotencia en el hombre,
exhibicionismo, artritis, tendencias suicidas, psicosis, y ha «revitalizado» matrimonios.
Esto es muy probable; hay quienes
han informado incluso curas más asombrosas de pequeñas cajas negras y una
variedad de artilugios. El paciente mental usual que consulta al psicólogo o
psiquiatra a menudo es una persona que con regularidad recibe «ayuda» o «cura»
mediante diferentes charlatanes y cosas.
Pero retomando el tema del
nudismo y el paraíso;
Primero, un retorno al Edén no es una
esperanza bíblica. El Edén estuvo libre del pecado pero era con todo la sociedad primitiva, el comienzo
del hombre, no el fin. La meta es el reino de Dios desarrollado, la nueva
Jerusalén, un orden mundial bajo la ley de Dios.
Segundo, no hay razón para dar por sentado
que la desnudez fue la condición básica del paraíso, o sea, esencial para ello.
El énfasis del texto recae en la vergüenza,
no en la desnudez. Podemos de manera segura dar por sentado, en vista de lo que
Adán consiguió en el Edén, que pasó allí algún tiempo. Al tener la
responsabilidad de cultivar y cuidar el huerto, Adán tuvo necesidad de
herramientas, y podemos dar por sentado que empezó a desarrollar algunas.
Por cierto la evidencia temprana
de artesanías y artes en sus descendientes indica principios tempranos. Es más,
casi de inmediato Adán sintió alguna necesidad de refugio; después de todo, el
fuerte rocío o niebla nocturna que entonces regaba la tierra (Gn 2: 6) hizo del
refugio una necesidad inmediata. Los pies desnudos en la hierba húmeda
probablemente llevaron a Adán a decidir, después de su primera mañana, a
diseñar alguna respuesta para este problema, así que algún tipo de sandalias se
adoptó probablemente muy temprano.
Si no lo adoptó antes de la
creación de Eva, lo desarrolló, podemos dar por sentado con seguridad, poco
después por acicate de ella. Dicho brevemente, es seguro dar por sentado que,
sin la caída, la ropa se hubiera inventado muy pronto.
Tercero, de alguna manera, la capacidad
para hacer vestidos o cubiertas, tal vez con el propósito de usarlos para dormir,
ya se había conseguido. Cuando la vergüenza de la caída los golpeó, de
inmediato «cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales» (Gn 3: 7) o
taparrabos. La capacidad ya estaba allí. Los vestidos tal vez los hizo Eva
antes de manera experimental, como adorno, o como una cubierta para el rocío de
la mañana. El nuevo elemento
fue un deseo de cubrirse debido a la vergüenza del pecado.
Cuarto, Adán y Eva estaban solos en el
Edén; puesto que todavía no existían otros hombres.
Así, es evidente que la fe del
nudismo y de la ideología humanista en un curalotodo en la desnudez es absurda.
Un retorno al primitivismo no es la solución a los problemas del hombre. El
deseo de abolir las desigualdades y diferencias privándoles de ropa a las
personas no reconoce el hecho de que las ropas no determinan la diferencia en
la sociedad; las personas la determinan, e, incluso en los campamentos nudistas
líderes y seguidores, personas populares e impopulares, así como también líneas
de clase en efecto aparecen a pesar de las esperanzas al contrario.
La ley no se orienta al pasado y
a la desnudez sino más bien al futuro y al progreso alejándose del
primitivismo. No es sin razón que la distinción entre personas civilizadas y no
civilizadas aparece en asuntos de ropa tanto como en otros asuntos.
El nudismo es primitivismo, y es
a la vez patético y suicida como filosofía.
5. LA LEY DE FAMILIA
Un pasaje extraño de las
Escrituras señala un hecho de la ley que por lo común se pasa por alto. Caín,
al oír de Dios su sentencia por el asesinato, se quejó, diciendo:
Y dijo Caín a Jehová: Grande es
mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu
presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá
que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Jehová: Ciertamente
cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso
señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
Salió, pues, Caín de delante de
Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén (Gn 4: 13-16).
Debido a que Dios no cambia, sus
propósitos últimos siempre están implícitos en sus actos anteriores, y por
consiguiente una parte del marco de trabajo de su declaración a Caín es un
orden-ley. Ciertas preguntas, así, de inmediato vienen a la mente: ¿De quién
tenía miedo Caín? ¿A quién temía que lo podría matar?
Que el miedo era más que
psicológico es evidente por el hecho de que Dios «puso señal en Caín, para que
no lo matase cualquiera que le hallara». Caín obviamente necesitaba esta
protección. De nuevo, ¿por qué Dios, que muy temprano dejó en claro su
requisito de la pena de muerte por el asesinato (Gn 9: 6) aquí actúa para proteger
a un asesino?
ANTES DE TRATAR CON ESTAS PREGUNTAS,
UN BREVE EXAMEN DEL TEXTO ES INTERESANTE.
Leupold tradujo Génesis 4: 14
así: «He aquí, me expulsas este día de la tierra y debo quedarme detrás de ti,
y debo andar moviéndome y errante por la tierra, y sucederá que cualquiera que
me halle, me matará». Las palabras de Caín claramente presuponen la pena de
muerte por el asesinato; la ley de Dios ya había sido declarada anteriormente y
Caín ve la necesidad de escapar tanto de Dios como del hombre, y se queja
contra las probabilidades. El hecho de que el suyo fue un asesinato cruel le daba
lo mismo; piensa que el castigo es desesperadamente injusto.
Es más, Leupold tradujo el v.
19b: «y Yahvé le dio a Caín una señal para que quienquiera que lo hallare no lo
asesinara». Leupold anotó: que el texto no dice que Dios le puso una marca en o sobre Caín (hebreo, be)
si no para Caín (hebreo, le), marcando un dativo de interés o
ventaja. En consecuencia, debemos más bien pensar en alguna señal que Dios
permitió que apareciera para asegurarle a Caín, «una señal de garantía» o «una
promesa o seña».
Como paralelos se podrían citar
las señales que se extendieron a ciertos hombres a quienes Dios prometió cosas
inusuales: Gedeón (Jueces 6: 33-40), Eliseo (2 Reyes 2: 9-12). Dios permitió
que esta señal apareciera, por consiguiente, para Caín, y este se sintió
seguro. No hay, por consiguiente, ninguna base para suponer que Caín anduvo por
todas partes como hombre marcado todo el resto de su vida. De todas maneras, ot no quiere decir «marca».
Para volver a las preguntas
anteriores, de quién tenía miedo Caín, y a quién temía que pudiera matarlo, la
respuesta ya es evidente. Caín muy obviamente temía que Dios, habiendo
declarado oralmente su ley a la humanidad desde el principio, tal vez
ejecutaría por sí mismo la pena de muerte contra Caín. Es más, temía que otros
hombres también pudieran matarlo porque la ley de Dios los ponía bajo la
obligación de hacerlo. Las palabras de Caín claramente indican que se había
instituido un orden-ley. Caín era un hombre maduro y casado (Gn 4: 17).
Durante sus 930 años de vida Adán
tuvo varios hijos e hijas, cuyos nombres nunca se revelaron. (Gn 5: 3-5). Como
resultado, para el tiempo del asesinato de Abel ya existía un número de
personas que estaban listas y eran capaces de imponer la ley. Adán, como cabeza
de su casa y de la joven humanidad, estaba en posición de requerir la
imposición sobre los miembros de su familia.
La familia, así, fue claramente
un orden-ley, destinado a la disciplina y lista para imponer su ley sobre sus
miembros. La reacción de Caín es evidencia obvia de esto. Dios había
establecido claramente a la familia como un orden-ley.
Esto nos lleva a una pregunta
principal: ¿por qué, entonces, en lo que parece ser contradicción al resto de
las Escrituras, Dios interviene aquí para proteger a Caín para que no lo maten?
Claramente el propósito de Dios no fue la protección por el crimen. En todo
punto las Escrituras revelan a Dios como enemigo del pecado, y su exigencia de
juicio es tan estricta e indeclinable que solo la muerte de Jesucristo pudo
hacer expiación por el pecado al cumplir la ley a plenitud. Obviamente, entonces,
el propósito de Dios aquí no fue la protección de Caín; sino más bien, la
protección de Caín fue un producto secundario de su propósito central.
Dios se reveló a sí mismo como
acusador de Caín, y la misma tierra, debido a que Dios la creó, atestiguó de la
ley de Dios contra Caín (Gn 4:9-12). La pregunta que debemos hacer, entonces,
es ésta: ¿Qué clase de orden-ley estaba Dios manteniendo que incidentalmente
llevó a la protección de Caín? Esta es la pregunta clave, y, desdichadamente,
los comentaristas no la hacen.
La familia muy claramente tiene
un serio papel en la imposición de la ley. La familia es un orden-ley y
disciplina a sus miembros. La naturaleza y extensión del poder de castigo de la
familia se puede ver al mirar de nuevo a un texto que ya se consideró,
Deuteronomio 21:18-21, la pena de muerte para los delincuentes juveniles.
HAY CIERTOS ASPECTOS MUY IMPORTANTES
PARA ESTA LEY.
Primero, los padres deben ser los testigos
de queja contra su hijo delincuente. La lealtad de los padres desde ser, así,
al orden-ley de Dios, no a los lazos de sangre. Si los padres no ayudan en la
acusación de un hijo delincuente, son cómplices del delito.
Segundo, contrario a la costumbre usual,
por la que los testigos encabezaban la ejecución, en este caso, «los hombres de la ciudad» lo hicieron. Así, en
donde se aplicaba la pena de muerte,
se excluía a la familia de la ejecución de la ley.
Ahora, para volver a Caín: Caín
obviamente se crió en una familia que era un orden-ley disciplinado. Tanto él
como Abel, así como los demás hijos, fueron trabajadores disciplinados y
productivos. Caín sabía de la pena de muerte por el asesinato y la temía. La
protección asombrosa de Caín de la pena de muerte se debió al hecho de que a la
familia se le prohibía un aspecto de la imposición de la ley, la pena de
muerte, que apropiadamente le pertenece al estado.
En días de Caín la humanidad
estaba formada por Adán y Eva y un número de hijos e hijas. «Una señal de
garantía» le fue dada a Caín para que no lo ejecutaran sus padres, ni sus hermanos
o hermanas. Muy obviamente, a la familia se le informó de esto, porque esta
parte del Génesis (1: 1—5:1) es el historial de Adán. Más tarde, Caín edificó la
primera ciudad, o sea, una comunidad amurallada,
para protegerse. Caín no necesitaba protección de la casa de Adán; pero
sí la requería de su propia progenie.
Tenemos la declaración de Lamec
de su disposición para matar si se lesionaba su honor (Gn 4: 23-24);
significativamente, Lamec simplemente incrementó la iniquidad que Caín había
practicado; «Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces
siete lo será» (Gn 4: 24).
La familia, así, fue creada como
el orden-ley central, pero al mismo tiempo se la limitó estrictamente, en que
no se le permitió la pena de muerte. La familia puede disciplinar, castigar, o
expulsar a un miembro, pero no puede matarlo; en este punto, debe acudir al
estado sencillamente como testigo de la transgresión.
No puede ser el verdugo. La
familia tiene poderes reales; se puede desheredar a un hijo inicuo, se le puede
castigar de una variedad de maneras. Pero el hecho básico de la ley bíblica es
que el poder de matar no es un poder de la familia, porque la coacción no es el
aspecto más fuerte de la ley de familia. La familia está unida por vínculos de
amor; el esposo se une a su
esposa, y los hijos obedecen a sus padres en amor y deber.
Básico a la ley de la familia,
así, es el vínculo interno de sangre y fe. La Biblia habla de agradecimiento, y
este se da por sentado, no se exige. Hemos visto previamente lo íntimamente
asociada que estaba la autoridad paterna y la autoridad de Dios (Lv 19: 3).
Esto se demuestra más en Isaías 45: 9, 10:
¡Ay del que pleitea con su
Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo
labra: ¿Qué haces?; o tu obra: ¿No tiene manos?¡Ay del que dice al padre: ¿Por
qué engendraste? y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?!
El mismo pensamiento aparece en
Isaías 10: 15. La idea de que alguien sea ingrato a Dios o a los padres se
presenta como el epítome de lo que es nauseabundo y que disgusta. Los padres
pueden ser cariñosos o no; en cualquier caso, el deber de gratitud persiste. En
estos días la falta de gratitud de parte de los hijos que recibieron no solo la
vida, sino provisiones muy generosas e incluso ricas de parte de los padres, y sin
embargo manifiestan ingratitud bien sea a uno o ambos de sus padres, es
especialmente repulsiva. Tales hijos pueden estar libres de otros defectos
morales, pero, si el pasaje de Isaías 45:9, 10 tiene algún significado, son
monstruos morales.
Este pasaje de Isaías arroja luz
sobre la liberación de Caín de la pena de muerte.
La disciplina de la familia puede
significar que se le desherede, puede significar denunciar a un hijo a las
autoridades civiles. Pero la pena de muerte está reservada a Dios y al estado.
Dar ese poder a la familia es destruir el lazo interior que une a la familia.
La protección de Caín, así, no fue con referencia a Caín como persona sino a la
vida de la familia y a su esfera de ley.
La única excepción a este
principio de no participación de la familia en la pena de muerte de sus
miembros aparece en Deuteronomio 13:6-9. Si un miembro de la familia trata de
llevar a los miembros a la idolatría, su ejecución requería la participación de la familia. Tal persona ya no era
un pariente; era un extraño y enemigo. La costumbre posterior vio el servicio
de los muertos leído a los apóstatas en el círculo de la familia; el apóstata
ya no era miembro de la familia sino un extranjero enemigo.
Dooyeweerd ha descrito la
estructura psíquica de la familia como «el sentimiento de autoridad de parte de
los padres, y por otro lado el sentimiento de respeto de parte de los hijos».
La ausencia de autoridad o respeto resulta en una seria ruptura de la familia
como orden-ley. La familia no es solo una entidad biológica sino también
religiosa. Como tal, tiene lazos internos que son ordenados por Dios y
gobernados religiosamente; el amor puede estar ausente, pero la autoridad
religiosa y el respeto religioso deben subsistir. Su ausencia indica un mal
radical.
Ningún hijo puede aducir que sus
padres no merecen respeto; el amor es una respuesta personal, pero el respeto y
honor son sus deberes ordenados por Dios, y no rendir respeto es, de este modo,
un pecado contra Dios antes que contra el padre. Como resultado, en tanto que
los padres y los hijos pueden y se deben separar de un miembro incorregible y
reportarlo a las autoridades, no pueden ejecutarlo.
Dios prohíbe este acto a todos
excepto al estado. De modo similar, un hijo o hija puede no gustar de un padre,
y, con la madurez, separarse en cierto grado mientras que mantiene sus deberes
ordenados por Dios, pero no puede negarle a ese padre el respeto y el honor sin
incurrir en el castigo de Dios. De este modo, no solo que hay un límite más
allá del cual un padre no puede ir al castigar a su hijo, o sea, la pena de
muerte quedando prohibida, sino que también hay un límite más allá del cual el
hijo no puede ir: el honor y el respeto debe darlos debido a la naturaleza de
la relación ordenada por Dios, no debido a la persona del padre necesariamente.
En donde falta el respeto, al hijo se le debe descartar, por lo menos por el
momento, como indigno de atención.
Cualesquiera que sean sus cualidades,
estos hijos están en guerra en este punto contra Dios, puesto que el honor,
respeto y reverencia son requisitos de Dios mucho antes de que sus padres siquiera
los esperen.
Si Dios no hubiera prohibido a la
familia que matara a sus miembros culpables, incluso al precio de que Dios
permitiera a Caín salir libre, el precio hubiera sido aterrador. Por un lado,
el desarrollo del estado como ministro de justicia de Dios hubiera sido
imposible. El ámbito del estado hubiera quedado vaciado de antemano por la
familia. Por otro lado, la familia misma hubiera quedado destruida por esta
nueva carga. El mundo habría sido un orden anarquista, familia dispuesta contra
familia, y la familia dispuesta contra sí misma. Así, no fue a Caín a quien
Dios protegió, sino, en realidad, el mismo orden-ley de Dios.
6. MATRIMONIO Y MONOGAMIA
Uno de los hechos que perturba a
muchos con respecto a las leyes bíblicas en cuanto al matrimonio es lo que
parece ser tolerancia de la poligamia, tener más de una esposa, y la total
intolerancia del adulterio, que en el Antiguo Testamento exigía la pena de
muerte. El moralista actual tolera el adulterio pero no la poligamia.
LA RESPUESTA A ESTE CONFLICTO DE
PUNTOS DE VISTA ESTÁ EN EL ANÁLISIS DE LA LEY BÍBLICA.
Primero, el propósito de Dios en la creación
fue muy claramente definido cuando escogió que la monogamia fuera el estándar
para el hombre. El estándar original, perfecto, llevó a la creación de Eva, una
mujer, para Adán, un hombre (Gn 2: 18-24). El matrimonio normativo es claramente
monógamo.
Segundo, la poligamia claramente aparece como
producto de la caída, en un mundo de pecado. El primer matrimonio bígamo fue el
del descendiente de Caín, Lamec, que tuvo a Ada y a Zila como esposas (Gn 4 :23).
Tercero, la prohibición de la poligamia
está implícita en Génesis 2:23, 24, y se indica en una lectura de Levítico
18:18: «No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival,
descubriendo su desnudez delante de ella en su vida». La versión La Palabra de Dios para Todos, en tanto
que lo lee en términos de la versión Reina Valera Revisada, todavía la separa
de las leyes del incesto, Levítico 18: 6-17, y lee la primera cláusula como
«Mientras viva tu esposa», lo que señala la prohibición de la bigamia.
Cuarto, 1 Timoteo 3:2 dice con claridad
que la poligamia estaba prohibida para los oficiales de la iglesia: «Pero es
necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer… ». Los
montanistas leyeron esto como una prohibición de todos los segundos matrimonios, que ellos calificaron como
bígamos; un viudo o una viuda estaban así todavía ligados al matrimonio
original. No hay garantía bíblica para tal interpretación.
Quinto, hay por lo menos una condenación
de la poligamia implícita en Deuteronomio 17: 17, que prohíbe al rey «Ni tomará
para sí muchas mujeres». De modo similar, el sumo sacerdote se podía casar solo
con una esposa, y debía ser virgen (Lv 21: 13, 14).
Sexto, Jesucristo con toda claridad
indicó que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, y este es el
significado de Génesis 2:24; los dos que
son «una carne», o sea, un verdadero matrimonio (Mt 19: 5).
Séptimo, San Pablo habló del matrimonio en
términos monógamos: «cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio
marido» (1ª Co 7: 2).
En pasaje tras pasaje se da por sentado que la monogamia es
el estándar ordenado por Dios. Por otro lado, en muchos pasajes la poligamia es
un hecho reconocido y aceptado, no solo entre los réprobos, como Lamec (Gn 4:
19) y Esaú (Gen 26: 24; 28: 9; 36: 2), sino también entre patriarcas y santos.
Jacob tuvo dos esposas y dos concubinas (Gn 29: 15 et. seq.); Elcana, dos esposas (1ª S 1: 1, 2); Gedeón, David y
Salomón muchas esposas y concubinas por igual.
Adán, Noé, Lot, Isaac, Moisés y
muchos otros fueron monógamos. Las instancias de poligamia en la Biblia no son
demasiadas, pero son conspicuas para nosotros debido a su variación de nuestros
estándares y prácticas.
LA LEY EN EFECTO RECONOCE Y REGULA EL
CONCUBINATO Y LA POLIGAMIA.
Primero, el hombre no podía simplemente
usar a una concubina. Ella tenía derecho a su alimentación, ropa y relaciones
sexuales sin disminuir; el no hacer estas tres cosas era base para el divorcio,
sin ninguna recompensa de la dote o dinero de la novia (Éx 21: 10, 11). Ni
siquiera a una cautiva en la guerra se le podía negar sus derechos (Dt 21: 10-14).
Segundo, «una mujer que fuere sierva desposada
con alguno» (Lv 19: 20), o sea, una joven a la que alguien había tomado como
concubina, no se la podía matar por adulterio; tanto a ella como al hombre
culpable se le podía castigar solo con azotes. Se da la razón: «por cuanto ella
no es libre» (Lv 19: 20). Aquí hay claramente un principio en evidencia: al que
mucho se le da, de él se espera mucho.
Pero, puesto que una concubina
recibe un estatus limitado y recibe menos dignidad en el matrimonio, de ella se
puede esperar solo una lealtad limitada. Se espera que ella sea fiel, pero en
el caso del adulterio su castigo era menor, porque su estatus era menor que el
de la esposa a la que se le había dado la dote. La esposa tenía la seguridad de
su dote y un estatus de autoridad; su castigo por el adulterio, así como el
castigo para el esposo por adulterio, era la muerte.
Tercero, es de este modo evidente que la
ley toleraba la poligamia mientras que establecía la monogamia como estándar.
La razón para esta tolerancia era el hecho de que la familia polígama seguía
siendo una familia, una forma inferior de vida de familia, pero tolerable (en
tanto que la poliandria no lo es, puesto que viola la centralidad básica del
hombre y su llamamiento). La ley básica así protege a la familia y no tolera el adulterio, que amenaza y destruye la
familia. La ley humanista protege al individuo
anarquista negando que el adulterio sea un delito, y progresivamente
sacrifica a la familia por el individuo.
De este modo, la ley bíblica
tolera la poligamia, pero el estándar establecido por la ordenanza de la
creación y expuesta por San Pablo para los miembros (1ª Co 7: 2) y para los
oficiales (1ª T 3: 2) del reino de Cristo es la monogamia.
Habiendo dicho esto, es necesario
añadir que la poligamia antigua tenía a menudo otros aspectos aparte del
sexual. Un aspecto importante de la poligamia antigua era una función
gubernamental. Un hombre de medios necesitaba asociados confiables para que
asumieran el gobierno de una propiedad, o un gobernante necesitaba personas
para que actuaran como sus agentes en una provincia o ciudad.
Una esposa era por lo general el
asociado más confiable en tales circunstancias. Muy comúnmente la mujer era la
viuda de un oficial o gobernante de experiencia, a menudo mayor, así que las
relaciones sexuales frecuentemente no tenían lugar.
De tiempo en tiempo la visitaba
su esposo, cuya autoridad reforzaba la de ella por sus visitas. Si ella vivía
dentro de su casa, a tal esposa se le confiaba la supervisión de ciertos
aspectos de su negocio.
En el caso de Salomón, la mayoría
de sus esposas y concubinas representaban alianzas extranjeras y fueron medios
de establecer tanto la paz con Israel como las relaciones comerciales
favorables para la nación. Si eran sexualmente atractivas, esto mejoraba su
utilidad. Una princesa enviada a la corte de Salomón iría acompañada por varias
damas casaderas de nacimiento noble y algunas concubinas o esclavas; todo sería
enviado con la ventaja del país natal en mente. Su matrimonio con Salomón y su
orgullo en su poder y gloria la hacían leales a Salomón; su origen nacional las
llevaba obviamente a buscar ventajas diplomáticas y comerciales para su país
natal. Las esposas polígamas han sido así una respuesta común a la necesidad
para el servicio civil.
Formas de esta poligamia
gubernamental todavía sobreviven en varias partes del mundo, aunque van
desapareciendo.
Otra forma de poligamia es económica; y esto prevalece
especialmente en culturas «primitivas». En tribus africanas, por ejemplo,
puesto que mucho del trabajo agrícola depende de la esposa, una segunda esposa
quiere decir otra trabajadora para el campo. No es sorpresa para nada que, en
la poligamia económica, la esposa sobrecargada de trabajo recibe de buen grado
la ayuda en forma de esposas adicionales.
Una forma más rara de poligamia
ha sido remedio para el desastre. Tales instancias han sido muy raras, y a
menudo se ha usado el pretexto de la necesidad.
La poligamia mormona fue
religiosa y soteriológica; las mujeres escaseaban, pero se aducía que la
poligamia era un requisito religioso y ordenanza. La Guerra de los Treinta Años
vio una devastación tan aterradora, y tantos hombres murieron, y tantas mujeres
quedaron sin protección, que la Dieta legalizó la poligamia brevemente a fin de
producir algo de restauración en la vida de familia.
La mayor parte de la poligamia,
especialmente en tiempos modernos, ha sido esencialmente sexual en propósito, y
esta clase de poligamia es la que la mayoría de personas asocian con la
expresión. El concepto ensoñador de los necios es de una capacidad de señorío
masculino para usar un número de mujeres a voluntad.
ESTA IDEA ES EN SU MAYOR PARTE
ILUSIÓN. VARIAS COSAS MILITAN CONTRA ESTE SUEÑO.
Primero, los matrimonios polígamos siguen
siendo matrimonios; incluyen la unión de
dos familias. No se puede hacer con la esposa o concubina lo que a uno se le antoje sin ofender a los parientes
políticos. En el matrimonio polígamo, la mujer tiende a estar más cerca de su familia que a la de su esposo.
El maltrato de la esposa puede
significar serios problemas con los parientes políticos que ahora son enemigos.
Muy pocos hombres han sido poderosos
lo suficiente para despreciar este factor. Aparte de unos pocos monarcas, los
hombres que han podido en cualquier generación descartar a la familia de la
mujer han sido escasos. En la familia polígama, los lazos a la familia de
origen por lo general son intensos y de celos.
Segundo, si un sultán no tiene que temer a
sus parientes políticos debido a que es demasiado poderoso, con todo debe temerle
a sus esposas y concubinas, quienes pueden hacerle mucho daño. Los sultanes turcos
ahogaron a sus esposas y concubinas en grandes números. Sabemos que unas 300
mujeres fueron ahogadas en algunas ocasiones, a veces por intriga, a veces por
placer durante el reinado de Ibrahim, quien, después de una de sus bacanales,
decidió librarse de su viejo harem y divertirse reemplazándolo.
Pero se debe añadir que, incluso
los sultanes turcos, cuando no asesinaban a sus esposas, sentían temor de
ellas. A la favorita del sultán para la noche la metían a escondidas y en
secreto a una habitación, para evitar los ojos celosos de los otros miembros
del harem y de la favorita o la reina.
Todavía más, la costumbre y una
relación satisfactoria requería que el sultán le regalara dinero, joyas y ropa
de acuerdo al grado de placer recibido. En donde la relación entre el señor y
las miembros del harem eran muy ligeras, estos regalos eran necesarios para
añadir incentivos a la relación. Así, incluso con el poder de matar a sus esposas a capricho, el
sultán todavía tenía que meterse como adúltero a escondidas a la habitación
seleccionada a fin de vivir con
sus esposas.
Tercero, en toda sociedad, sea polígama o
monógama, ciertas obligaciones existen entre esposo y esposa. Estos deberes no
son tan estrictos en un matrimonio monógamo, porque entonces el esposo y la esposa
normalmente trabajan juntos por una meta común. En los matrimonios polígamos,
las obligaciones del esposo se describen con mayor precisión para evitar el
abuso de cualquier esposa. El siguiente ejemplo es típico:
Entre varias tribus del desierto
siro-arábigo el hombre tiene que dividir sus atenciones maritales por igual
entre sus dos esposas. Debe pasar alternadamente una noche con cada una. Cada
una de las esposas cocina para él un día a la vez, y en ese día es derecho de
la mujer que el esposo pase la noche con ella, sea que cohabite con ella o no.
Si el esposo pasa la noche con una esposa fuera de turno, debe compensar a la
otra con una oveja o una cabra como el precio de su noche. A veces las dos
esposas llegan a un acuerdo, y una de ellas le compra una noche a la que le
toca el turno.
Hay en esto ciertas cosas
implícitas de las que rara vez se escribe pero que son conocimiento común en
países polígamos. Los derechos sexuales del esposo en un matrimonio polígamo son
técnicamente amplios pero en realidad severamente limitados; él paga por
cualquier libertad que ejerza. Todavía más, enfrenta esposas que pelean y que
son rivales por su favor pero que se unen como mujeres contra él.
Si tiene dos o más esposas, debe
disfrutar de la cocina de todas; si come muy poco de la cocina de una mujer,
ella se enfurece y se pone celosa. Al mismo tiempo, ella se jacta ante las
otras esposas de como él se dio un atracón con los postres que ella le dio a la
hora de irse a la cama. De igual manera, cada esposa fanfarroneará de sus
proezas sexuales con ella. Entonces la esposa de turno le dirá al hombre, que esta
vez está cansado, que si pudo ser apasionado con la otra la noche, que se lo demuestre
esa noche, en lugar de descansar.
A la siguiente mañana ella
declarará a las otras mujeres que casi no pudo dormir toda la noche, y que la
pasión de su esposo fue ardiente y continua. Como resultado, el pobre hombre
tiene problemas con la siguiente esposa y de seguro también otra noche de frenesí.
La desconfianza y odio de las mujeres están profundamente embebidos en todas
las sociedades polígamas, y a los polígamos no se le conoce cómo hombres de
casa.
La vida del esposo polígamo es de
poder ostentoso pero de servidumbre real. Se puede añadir que, debido a que las
mujeres del harem tienen sus derechos de cama fijos en rotación, hay a menudo
menos preocupación en cuanto a ser agradable en persona, modales y apariencia.
Los derechos maritales, la amenaza de problemas con los parientes políticos, el
prestigio que viene de tener hijos, todo esto le da a la mujer una posición de
poder. El poder del hombre puede ser brutal, así como el poder del sultán turco
para matar lo evidencia en forma externa. El poder de la mujer en países
polígamos viene de la explotación de sus armas estratégicas. No es sorpresa que
en las sociedades polígamas a las mujeres se les teme como epítome del mal.
Buda dijo que «la mujer es la
personificación del mal». La opinión árabe moderna es similar.
Podemos, de este modo, concluir, cuarto, que solo en la monogamia el
hombre tiene en efecto derechos reales, porque solo en el matrimonio monógamo
hay una verdadera unión de esposo y esposa. En lugar de competir por el favor
del hombre, el matrimonio monógamo cristiano ve a la mujer unida a su esposo en
fe y amor santos. Hay confianza en lugar de rivalidad. En tal matrimonio, el
hombre recaba amor, servicio y lealtad que no es común en uniones polígamas.
Ejerce derechos desconocidos en
otras culturas. No es accidente de la historia que en los países cristianos las
mujeres son más responsables, más capaces de trabajo productivo, y mucho más
atractivas que en otras culturas. El matrimonio monógamo cristiano es matrimonio
en su forma más verdadera porque es fiel a las leyes de la creación.
La significación social del
estándar bíblico es evidente en la investigación de J. D. Unwin. Las leyes
bíblicas restringen la relación sexual al matrimonio y sostienen que el
matrimonio monógamo es la norma. Así, se requiere la castidad premarital, y
también la fidelidad postmarital. Unwin empezó su investigación decidido a
refutar la idea de que exista alguna conexión necesaria entre el nivel de
civilización y su moralidad sexual. Halló más bien que, si sabemos las
regulaciones y conductas sexuales de una sociedad, podemos con precisión
«profetizar» (y esa es su palabra) «el patrón de su conducta cultural».
El desarrollo mental y ventaja
cultural va mano a mano con el desarrollo de la monogamia estricta y la castidad
premarital y postmarital. Una sociedad con actitud licenciosa premarital y
postmarital está a nivel muerto cultural y mentalmente. Progresa al grado en que
las regulaciones sexuales se mueven hacia una monogamia estricta. En tres generaciones
el impacto de una nueva moralidad se siente a plenitud.
Como resultado, Unwin sintió, que
las reglas estrictas de castidad y continencia no pueden ser innaturales,
puesto que producen lo mejor en la naturaleza. Es significativo que el intento
de Unwin de establecer artificial o racionalmente un estándar moral para una
nueva sociedad fue un fracaso intelectual; nada puede reemplazar la motivación
religiosa para estándares morales.
Es significativo también que los
que idealizan la promiscuidad y una vida licenciosa como ideal para el hombre
solo pueden hallar sus estándares en culturas muy «primitivas» o degradadas.
Dos obras que han influido grandemente la actitud licenciosa sexual moderna
anticristiana son The Sexual Life of
Savages de Bronislaw Malinowski (1929) y Black Eros, The Sexual Customs of Africa from Prehistoric Times to the Present Day de Boris de
Rachewiltz (1956, en inglés, 1964). Al estudio de
Malinowski de los isleños de
Trobiand se le ha llamado «virtualmente la Biblia de todos los que respaldan la
vida de amor libre en grupo». El comentario de Blake sobre la sociedad
supuestamente ideal de los isleños de Trobiand va al punto: el notorio
antropólogo indicó inequívocamente que los «trobianderos no conocen, en su
tercera década de nuestro siglo (1920-1930), ninguna perversión sexual, ninguna
psicosis funcional, ni el asesinato sexual; no tienen palabra para robo; la
homosexualidad y la masturbación no significan nada para ellos excepto un medio
innatural e imperfecto de gratificación sexual, señal de capacidad perturbada
para alcanzar satisfacción normal.
La forma socialmente aceptada de
vida sexual es la monogamia espontánea sin compulsión, una relación que se
puede disolver sin dificultades; y así no hay promiscuidad».
Por supuesto, no hay
promiscuidad, hablando técnicamente, en donde no hay leyes o tabúes sociales.
Si no hubiera leyes contra el asesinato, tampoco hubiera asesinato. En donde no
hay obligación, ni responsabilidad de parte de nadie, es sencillo decir que el
problema de violación, adulterio, pedofilia, falta de sostenimiento, etc., no
existe.
Justificaciones similares
prevalecen hoy. Se nos asegura que Dinamarca ha visto un descenso en los
crímenes sexuales con el abandono de las leyes contra la pornografía, pero no
se nos dice que la mayoría de perversiones ya no se consideran transgresiones
criminales, así que la declinación en la criminalidad es en realidad una
declinación de la imposición de la ley. En tal contexto, las estadísticas son
más que inútiles; son deshonestas.
7. INCESTO
La ley bíblica prohíbe el incesto
(Lv 18: 7-17; 20: 11, 12, 14, 17, 20, 21; Dt 22: 30; 27: 20, 22, 23) y exige la
pena de muerte por esta transgresión en la mayoría de casos.
Las leyes del incesto se pueden
resumir brevemente. Se prohíben las relaciones sexuales o matrimonio con una
madre, padre, madrastra, hermana o hermano, hermanastra o hermanastro, y nieta,
con una nuera (o yerno), con una tía (o tío), con la cuñada, y con la madre y
su hija. El castigo es la muerte excepto para el matrimonio con la esposa de un
tío, con una tía de sangre, o con la cuñada, en donde el castigo era llevar su
iniquidad y morir sin hijos (Lv 20: 19-21).
Es importante entender el
significado de «sin hijos» aquí. Claramente no quiere decir que no nacerían
hijos, porque entonces y ahora los matrimonios o relaciones sexuales
incestuosos han resultado en hijos. El Talmud revela que un niño nacido del
incesto o del adulterio tenía prohibido el matrimonio regular dentro de la
comunidad. Tal pareja era sin hijos en el sentido de que no tenían heredero
legal en su progenie.
La cuestión que viene a la mente
moderna al leer la ley bíblica en este punto es sencillamente ésta: ¿por qué
fue necesario prohibir tales uniones nada atractivas?
Un profesor universitario
ridiculizaba regularmente la ley que él decía que veía inscrita en una catedral
de Inglaterra: «No te casarás con tu abuela». ¿Quién, exigía, iba a querer
casarse con su abuela? Su ignorancia de la historia fue notable.
Más matrimonios se han contraído
en la historia probablemente teniendo en mente más las propiedades que el sexo.
El apoderarse de propiedades mediante matrimonios forzosos, y la prevención de
la enajenación o dispersión de los fondos de la familia y propiedades mediante
matrimonios dentro de una familia, es cuento viejo. La declinación de las
familias reales y nobles europeas, así como también un debilitamiento de la
fuerza de la aristocracia judía en los Estados Unidos de América, es un
desarrollo que va paralelo con la endogamia extendida.
El propósito de la poliandria en
el Tíbet era mantener intacta la herencia y la tierra. En lugar de heredar
fracciones de la tierra, todos los hermanos tenían una esposa común y retenían
la tierra intacta al conformar el matrimonio a un ideal de una sociedad
estabilizada y la transmisión ininterrumpida de la tierra.
Las leyes del incesto fueron
dadas por medio de Moisés. Antes de ese tiempo, claramente el incesto no se
consideraba errado. El propio padre de Moisés, Amram, se casó con una tía
joven, hermana de su padre, Jocabed (Éx 6: 20). La práctica del incesto continuó
en muchas regiones en una fecha muy posterior.
Así, en Asiria existía un
problema debido a la práctica continuada. Un hijo, «después de la muerte del
padre descansa en los brazos de su madre o madrastra», en tanto que el padre
«tenía que conformarse con hijas e hijastras». La práctica asiria representaba sexualidad
pervertida; la de Amram y otros era una inocencia pre legislativa en cuanto a
hacer mal.
En Egipto, los matrimonios entre
hermano y hermana de sangre era la regla entre los faraones, e incluso en el
segundo siglo d.C. tales matrimonios eran la mayoría de las uniones en algunos
distritos de Egipto. La prevalencia y aceptación de tales matrimonios en Egipto
hizo de la ley mosaica mucho más radical como ruptura con su pasado egipcio.
Obviamente, los hijos de Adán se
casaron entre sí; claramente, también los matrimonios con parientes ocurrieron
en la historia subsiguiente. La Biblia dice que Abraham se casó con Sara,
posiblemente su media hermana (Gn 20: 12); se supone que los dos tenían un padre
común. El otro caso, Amram, ya se ha citado.
Los registros indican la
endogamia cercana en tiempos antiguos sin algún o ningún daño genético serio,
en tanto que hoy el daño genético es grande. La herencia genética del hombre
era en ese tiempo suficientemente amplia como para tener la posibilidad de una
hebra genética demasiado estrecha en parientes cercanos improbable.
LAS POTENCIALIDADES GENÉTICAS DE ADÁN
Y EVA EN EL EDÉN ERAN TOTALMENTE BUENAS.
Después de la caída, que afectó
al hombre, los defectos estaban sin duda presentes y eran recesivos, saliendo al
frente solo con la endogamia progresiva. Arthur C. Custance ha llamado la atención
a la situación presente respecto a la endogamia:
Desde un punto de vista
matemático, la situación se podría decir de esta manera: que el apareamiento
entre primos hermanos (como en el caso de Darwin, por ejemplo, o el caso de su
hermana Carolina) resulta en descendencia que tiene genes idénticos en una
proporción de 1 a 7. Muchos de estos genes serán mutantes recesivos y por
consiguiente en detrimento para el que los posee cuando se heredan en
homocigosis. El apareamiento de tía a sobrina o de sobrino a tía eleva esta
proporción a 1 a 3. El apareamiento entre hermanos y hermanas eleva esta
proporción, a menudo desastrosamente, de 1 a 1.
Este peligro no existía en
tiempos primitivos. Génesis está escrito con una consciencia, por ejemplo, de
que el asesinato es un pecado, y el adulterio, robo y falso testimonio también,
pero sin que haya alguna conciencia de hacer mal o peligro existiendo en el
matrimonio dentro de los grados prohibidos. En ese tiempo no existía peligro.
El incesto es una transgresión biológica, pero no menos temible, y la pena de
muerte es la ordenanza de Dios. Un estudio de «Risks to Offspring of Incest» [«Riesgos
de la descendencia del incesto»], en The
Lancet (Londres), 25 febrero 1967 (p. 436), es aleccionador respecto al
peligro genético:
A los profesionales de la
medicina a veces se les pregunta en cuanto a lo aconsejable de la adopción de
un hijo que nace como resultado del incesto. Tales niños tendrán un mayor
riesgo de ser afectados por condiciones recesivas. A fin de obtener un cálculo
de la extensión del riesgo, en 1958 invité a funcionarios infantiles a que me
hicieran saber en perspectiva los embarazos o nuevos nacimientos en los cuales
se sabía que eran resultado del incesto entre parientes en primer grado de
consanguinidad.
A estos niños se les siguió en
perspectiva y de manera anónima mediante los funcionarios infantiles. Yo sabía
de los niños solo por número, y toda la correspondencia se refería solo al
número del niño. Se me informó de trece casos de incesto (seis de padre a hija,
y siete de hermano a hermana) en 1958 y 1959, y la última información de ellos
fue a mediados de 1965 cuando los niños tenían ya entre 4 y 6 años. Resumo aquí
la información de estos 13 niños.
Tres niños están muertos: uno a
los 15 meses de fibrosis quística del páncreas, confirmada en la necropsia; uno
a los dos meses y medio debido a degeneración cerebral progresiva con ceguera;
y uno a los 7 años y 11 meses por tetralogía de Fallot (este niño tenía un CI de
70). Una niña es severamente subnormal, con muchos hitos retardados, y se le
consideró no apta para examen a los cuatro años y nueve meses, cuando tenía un
vocabulario de solo unas pocas palabras. Cuatro niños son educativamente
subnormales; el CI conocido de tres de ellos es 59, 75 y 76. Los niños
restantes son normales.
El riesgo de que los padres
trasmitan un gene recesivo será cuatro veces mayor en casos de incesto entre
parientes de primer grado de consanguinidad que lo que sería entre primos
hermanos.
Custance deriva algunas
inferencias muy importantes de esta y otra información.
El incesto hoy es un detrimento
genético muy claro en un gran porcentaje de casos. Con cada generación, el
número de genes dañados aumenta en lugar de reducirse. Esto significa que la
larga historia del hombre propuesta por los evolucionistas es imposible, en que
la deterioración genética habría entonces ido demasiado lejos.
El registro bíblico muestra en
realidad solo 77 generaciones de Adán a Cristo, y si añadimos a esto los 2000
años desde entonces, tenemos algo así como de 100 a 120 generaciones que cubren
toda la historia humana. Puesto que la acumulación de genes defectuosos es solo
significativa en términos de su efecto en la base de generaciones sucesivas, no
es del todo improbable que los primeros seres humanos (es decir, Adán y Eva)
fueran en realidad perfectos, y que el daño que empezó a hacerse después de la
caída se ha acumulado hasta que llegamos a la situación presente en la cual hay
todavía algunas posibilidades
de apareamiento exitoso entre hermano y hermana, aunque las probabilidades
están en contra.
Al ritmo en que estas mutaciones
ocurren en cada generación, según la teoría genética actual, uno no podría
esperar hallar ningún segmento sin daño de la cepa de genes heredada del
individuo si la raza humana se hubiera estado multiplicando por miles y miles
de generaciones.
Estaríamos todos tan dañados a
estas alturas que ya ningún matrimonio entre hermano y hermana podría
posiblemente tener algún éxito.
Por otro lado, tomando el relato
bíblico tal como es, los hijos de Adán y Eva (Gn 5:4), de los cuales Caín fue
uno y su esposa otro, no tenían que haber sido transmisores de más que una mera
muestra de la cepa genética dañada y tal matrimonio no hubiera puesto en
peligro la descendencia.
Hay, de manera sorprendente,
evidencia directa en las Escrituras de que esta interpretación de los eventos
es estrictamente cierta, porque en primer lugar se nos presenta una lista de
los descendientes inmediatos por unas diez generaciones de Adán a Noé que
disfrutaron lo que se debe describir cómo viabilidad magnífica. Considérese por
un momento lo que estaba sucediendo durante ese período de tiempo. Antes del
diluvio, el hombre bien puede haber estado protegido por lo menos contra una
fuente de peligro a los genes, la radiación cósmica, mediante la existencia de
algún tipo de barrera en la atmósfera superior. Hay muchos que piensan que esta
barrera desapareció en el tiempo del diluvio y pudiera haber estado muy bien
relacionada a ese suceso.
La población antes del diluvio
(tanto hombres como animales, nótese) puede por
consiguiente haber sufrido poco daño a sus genes en cada generación sucesiva
mientras existían estas condiciones medioambientales.
Claramente la historia ha
presenciado deterioración genética. Sin embargo, la progenie selectiva en los
países cristianos ha llevado hasta cierto grado a una eliminación progresiva de
muchas personas defectuosas. Entre los armenios, los matrimonios arreglados
prevalecían en Armenia hasta la Primera Guerra Mundial, y una exigencia
rutinaria de los padres, antes de continuar cualquier otra negociación, era un
historial genéticamente limpio de la familia por siete generaciones. Como
resultado, muchos defectos genéticos se eliminaron y eran desconocidos entre
los armenios. En todo país cristiano, alguna forma de estándar ha prevalecido.
Podemos dar por sentado, todavía
más, que, así como Dios introdujo los problemas genéticos con la caída del
hombre, con la redención progresiva de la humanidad se establecerán nuevas
condiciones de vida. El evolucionista, sin embargo, puede esperar solo
deterioración progresiva, y, por temor a esto, tratar de imponer controles
totalitarios rígidos sobre el hombre.
Estos controles son necesarios
según el hombre humanista, y sin embargo imposibles para él. Quiere la mejoría
del hombre, pero es por naturaleza transgresor de la ley. Por eso, deliberadamente
trata de transgredir las mismas leyes de que depende su supervivencia.
Se ha llamado la atención a la
sensualidad perversa de los asirios. El incesto ha existido entre los
pervertidos en toda generación, pero en algunas épocas ha llegado a ser cuestión
de principio transgredir la ley. Con el Renacimiento y su ideología humanista
revivida, llegó a ser meta común de los inmorales en una forma elegante.
Pierre de Bourdeilles Brantome
(c. 1530-1614) era un capaz y lúcido reportero de Francia en esa era. Como
Georg Harsdorfer observó: «El cortesano Brantome ve a toda la historia desde la
perspectiva de ingenio de tocador»6. El tratamiento descuidado de
Brantome y fácil justificación del incesto es digno de notarse:
He oído de igual manera hablar de
un gran señor de una tierra extranjera, que tenía una hija que era una de las
mujeres más hermosas del mundo; y que al ser solicitada en matrimonio por otro
gran señor que era bien digno de ella su padre se la concedió. Pero incluso
antes de que pudiera dejar que se fuera a la casa, estaba dispuesto de buen
grado a probarla por sí mismo, declarando que no dejaría ir tan fácilmente a
tan hermosa montura a la cual él no hubiera entrenado con toda prolijidad, sin
haber él mismo montado primero en ella, y hallado cómo lo haría ella en el
futuro.
No sé si esto es cierto, pero he
oído decir que lo es, y que no solamente él hizo el ensayo, sino como si fuera
poco también otro caballero atractivo y galante. Y sin embargo el esposo no
halló después nada amargo, sino todo dulce como azúcar. Él habría sido muy
difícil de agradar si la hubiera tenido de otra manera, porque ella era una de
las damas más preciosas del mundo.
He oído cuentos similares
contados de muchos otros padres, y en especial de un noble muy grande, con
respecto a sus hijas. Porque aquí dicen haber mostrado no más conciencia que el
gallo en la fábula de Esopo.
Te dejo para que te imagines lo
que algunas damiselas pueden hacer con sus amantes porque nunca ha habido una
damisela que no haya tenido o que de buen grado no tenga un amante y algunas
han hecho cosas parecidas con hermanos, primos y familiares.
En nuestros propios días
Ferdinando, rey de Nápoles, conoció así en matrimonio a su propia tía, hija del
rey de Castilla, a los 13 ó 14 años, pero esto fue por dispensación del Papa.
Las dificultades se levantaron en ese entonces en cuanto a si esto se podía o se
debería hacer. En esto siguió el ejemplo de Calígula, el emperador romano, que
en verdad tuvo sus orgías y relaciones sexuales con cada una de sus hermanas,
una después de la otra.
Y por encima y más allá de todo
el resto, en efecto amó grandemente a la más joven, llamada Drusila, a quien
cuando era solo un muchacho había desflorado. Y más tarde, estando entonces ella
casada con un tal Lucio Casio Longino, hombre de rango consular, se la quitó a
su esposo, y vivía con ella abiertamente, como si hubiera sido su esposa; tan
así fue que habiéndose enfermado en una ocasión, la hizo heredera de todas sus
propiedades, incluyendo el mismo imperio. Pero resultó que ella murió, lo que
lo afligió tanto que hizo una proclamación de cerrar todas las cortes y que
cesaran todos los demás negocios, a fin de obligar al pueblo a hacer duelo
público junto a él.
Y por largo tiempo llevó su
cabello largo y la barba sin arreglarse por ella; y cuando estaba arengando al
Senado, al pueblo o a sus soldados, nunca juró sino por el nombre de Drusila.
En cuanto a sus otras hermanas,
cuando se hubo cansado de ellas, las prostituyó y las entregó a sus pajes
principales que había criado y conocido de la manera más perversa. Incluso así
él no les había hecho ningún mal espantoso, puesto que ellas estaban
acostumbradas a ello, y que era un daño placentero, como he oído que lo
llamaban algunas damiselas al ser desfloradas y algunas mujeres que habían sido
violadas. Pero sobre todo y encima de esto, puso sobre ellas mil indignidades;
las envió al exilio, les quitó todos los anillos y joyas para convertirlos en
dinero, habiendo desperdiciado y despilfarrado todas las vastas sumas que
Tiberio le había dejado.
No obstante lo que les hizo a las
pobres muchachas, habiendo después de su muerte vuelto del destierro, y viendo el
cuerpo de su hermano estropeado y muy cruelmente enterrado bajo unos cuantos
terrones de tierra, lo hicieron desenterrar e incinerar y enterrar debidamente lo
más honrosamente que pudieron. ¡Con certeza obra buena y noble de parte de las
hermanas a un hermano tan desprovisto de gracia e innatural!
El italiano, a manera de
disculpar el amor ilícito de su compatriota dice que. «cuando messer Barnardo,
el buey joven, se levanta en furia y en pasión, no recibe leyes ni perdona
señora».
Con el surgimiento del
Romanticismo, también se revivió un interés en el incesto.
El poeta Shelley buscó en la
historia del Renacimiento el relato de una familia degenerada, la muy acomodada
familia romana de Francesco Cenci. Cenci cometió incesto con su hija Beatriz
(1577-1599), quien, con su madrastra y su hermano Giacomo, lo hicieron asesinar
por sicarios que atravesaron un clavo en el cerebro de Cenci, el 9 de
septiembre de 1598.
Beatriz distaba mucho de ser
hermosa y era ducho menos moral; dio a luz antes de su juicio a un hijo
ilegítimo. Shelley, sin embargo, la hizo pura y hermosa, y convirtió el relato
en parte de un ataque contra el papado. Su propósito en Los Cenci lo dijo en el prefacio: «El propósito moral más alto a
que se apunta en la especie más alta del drama, es enseñar al corazón humano,
mediante sus simpatías y antipatías, el conocimiento de sí mismo. En proporción
a la posesión de ese conocimiento, todo ser humano es sabio, justo, sincero,
tolerante y bondadoso».
Mario Praz ha llamado la atención
al interés de los románticos por lo perverso. Lo que para los románticos era
tema de interés literario se ha convertido para los humanistas existencialistas
y relativistas del siglo XX en cuestión de exploración y práctica, en un
aspecto de libertad sexual9. Ahora lo defiende un sociólogo británico.
Un médico ha escrito sobre «lo normal del incesto» y de los supuestos problemas
que resultan al «suprimir deseos incestuosos». Tales obras están produciendo fortunas
a los que publican pornografía.
Para volver a las observaciones
de Blake, sus comentarios sobre el aborto son reveladores:
Muchos médicos respetados están
seriamente buscando leyes de aborto legalizado debido a problemas completamente
legítimos que enfrentan algunas de sus pacientes. Pero los que promueven el
amor libre también son los paladines de nueva legislación en este respecto
simplemente debido a que los embarazos no deseados son el resultado inevitable
de su conducta irresponsable.
A las hijas a veces las dejan
encinta sus propios hermanos o padres. Hay niñas de 9 a 15 años que quedan
embarazadas en esos ambientes, y los promotores «intelectuales» de esta forma
de vida no ofrecen ninguna solución práctica excepto el aborto rápido,
realizado de manera barata y competente.
Los promotores del amor libre
empiezan ofreciendo «vida» a sus seguidores y acaban exigiendo muerte,
asesinato legalizado, en la forma del aborto, como liberación y escape a las
consecuencias de sus acciones. Esto no sorprende. La muerte en cualquier
sistema de vida y ley es un hecho ineludible. La pregunta es, ¿muerte para
quién? El de ideología humanista exige la muerte para el orden-ley de Dios, muerte
para los niños nonatos, y muerte para la virtud y la bondad, en tanto que la
ley de Dios requiere la muerte en última instancia para el mal y para la
rebelión contra el orden-ley de Dios. En la ley bíblica muere el culpable, no
el inocente. La paga del incesto es la muerte.
Una nota final: el tema de la
endogamia ha traído más que poca atención en años recientes. La evidencia de
sus peligros son muchos. La declinación de las monarquías europeas se debió en
parte a la declinación de las familias reales debido a la endogamia excesiva.
Los serios defectos mentales y físicos que aparecen en las familias reales que
en su origen fueron notables por su vigor físico y capacidades mentales son
bien conocidos.
Los matrimonios se contraían en
varias monarquías, no en términos de cualidades inherentes, sino en términos de
«sangre real» y alianzas políticas ventajosas, así que las consideraciones
genéticas se sacrificaban por fines políticos.
La consciencia de la necesidad de
mejorar la cepa humana ha llevado a algunos a promover la exogamia masiva como
medio de progreso genético. Como resultado, se ha sugerido el matrimonio
interracial, más a menudo en forma oral que por escrito. Pero nueva hebras no
pueden añadir nada a una línea sanguínea excepto la que ya tenemos. Exogamia
con una cepa inferior puede solo añadir más problemas a los ya existentes.
8. EL LEVIRATO
Mace observó, respecto «a la
verdadera causa de la poligamia hebrea», que «no puede haber duda de que lo
impulsaba el deseo de tener un heredero». Esto es cierto si nos damos cuenta de
que el deseo de un heredero era más que sencillamente el amor de un hijo. La
familia era básica para la sociedad y la cultura bíblica; la familia santa se
debía perpetuar, y la familia impía se debía eliminar.
Al bastardo se le excluía de la
iglesia y del estado, en tanto y en cuanto tiene que ver con cualquier estatus
legal, hasta la décima generación (Dt 23: 2). Podía ser un hombre consagrado,
pero no un ciudadano. En la ley canónica, la iglesia excluyó a los bastardos de
las órdenes eclesiásticas, aunque se hicieron excepciones por dispensaciones
papales.
El propósito de la poligamia
hebrea, que por lo general era bigamia, para ser precisos, era la perpetuación
de la familia. Todavía más, en términos de los hechos, como Mace señaló,
«estamos obligados a concebir la comunidad como casi por entero monógama».
A la familia, como unidad social
y religiosa básica se le prohibió mediante la ley del incesto crecer hacia
adentro y alejarse de su sociedad, porque la ley no solo prohibía la
consanguinidad sino consanguinidad más afinidad, es decir, la esposa del padre,
la nuera, la cuñada, y otros familiares similares. Se clasificaban como incesto
religiosamente aunque no incesto genéticamente, aunque puede existir alguna evidencia
científica para el cambio físico en la mujer por el matrimonio.
La Biblia afirma claramente que
las relaciones sexuales establecen en efecto una relación física profunda entre
dos personas, así que incluso una unión sexual casual con una prostituta establece
una unión, según San Pablo (1ª Co 6:16). Como resultado, la unión con suegros
es incesto. La unión sexual hace de dos personas «una carne» (Gn 1: 24).
Tal vez no sean «una mente», pero
sí son «una carne». (Versiones más antiguas del Libro de Oración Común llevaban la «Tabla de parentesco y
afinidad», de Ussher, que tiene una lista de las relaciones maritales
prohibidas).
El reconocimiento de que la unión
sexual en efecto en algún sentido profundo y sin embargo no entendido establece
una relación o comunica algo físicamente entre las dos partes es común en la
mayoría de las culturas. Las aplicaciones supersticiosas de esta creencia
abundan, como lo atestigua el tantra yoga, y las relaciones donnoi de los trovadores, cátaros, y
otros grupos similares de la Edad Media.
Muy comúnmente, viejos duermen
con vírgenes, sin consumación sexual, en la creencia de que esto es
rejuvenecedor. La práctica se usó ampliamente en el París del siglo XVIII, y la
practicó regularmente Mahatma Gandhi. Los médicos que sirvieron al rey David
pueden haber sido influidos por ideas similares al hacer uso de Abisag (1 R
1:1-4); sin embargo, en este caso la consumación parece haber sido el objetivo
de los médicos.
En años más recientes, un ejemplo
notable de tal pensamiento fue el artista Pablo Picasso, que era dado no solo a
mujeres jóvenes sino también a robarse artículos de ropa de su hijo joven con
la esperanza «de que algo de la juventud de Claude entrara en su cuerpo».
Estos son absurdos manifiestos,
pero atestiguan el hecho ampliamente reconocido de que la unión física en
efecto comunica algo. La prohibición bíblica de matrimonio y relaciones
sexuales con familiares por matrimonio se basa en este hecho.
La capacidad de la piel de
absorber y ser afectada por el toque y el contacto no se aprecia de manera
suficiente, excepto, en lo que tiene que ver con venenos. La vagina en
particular es más absorbente como revela la insuflación sexual. Cuando un
amante sopla violentamente en la vagina, el aire pasa a los vasos sanguíneos y produce
muerte en la mujer por embolismo. Se ha informado de casos de insuflación rectal
entre homosexuales, por lo general han resultado en muerte.
Debido a que la unión sexual
hace, según las Escrituras, de los dos «una carne», el matrimonio de una viuda
o viudo con parientes políticos se prohíbe como incesto, con una sola
excepción.
La única excepción permitida es
la ley del levirato (Dt 25: 5-10). Según esta ley, si un hombre muere sin
hijos, el pariente consanguíneo más próximo tiene el deber de tomar a la viuda
como esposa y criar una familia que lleve el nombre del muerto.
Esta ley era más antigua que
Moisés, y se aplicó en la casa de Judá (Gn 38:8). En Rut tenemos un ejemplo posterior de la ley del levirato. El levirato
era también común en otros
pueblos de la antigüedad. Un libro del Talmud, Yebamot, se dedica al tema.
JOSEFO NOS DA SU REACCIÓN AL
SIGNIFICADO DE LA LEY DEL LEVIRATO:
Porque este procedimiento será
para beneficio del público, porque por él las familias no fallarán, y la
propiedad continuará entre los parientes; y esto será para solaz de las esposas
en su aflicción, que deben casarse con el pariente más próximo de sus
anteriores maridos.
La protección y perpetuación de
la familia es de este modo el propósito básico del levirato para Josefo. Esta
es, por supuesto, la clara intención de la ley: «para que el nombre de éste no
sea borrado de Israel» (Dt 25: 6). Según Lutero:
La ley de que un hombre debía
tomar la esposa que dejó su hermano y levantar simiente para el hermano muerto
se estableció por una razón muy buena.
Primero, como el texto lo establece, las familias no debían extinguirse
sino que debían multiplicarse; esto tiene que ver con la promoción y ampliación
de la comunidad.
En segundo lugar, de esta manera Dios proveía para las viudas y el sexo
lastimoso, para sustentarlas y sostenerlas; para la mujer, por sí misma vaso
débil y lastimoso, es incluso más así cuando es viuda, puesto que está al mismo
tiempo abandonada y menospreciada.
Dios impone esta caridad, sin embargo,
mediante una destacada desgracia. A tal hombre se le debe llamar descalzado y
la gente debe escupirle: «¡Vergüenza para ti!» Merece el desprecio de todos.
Deben escupir en la tierra y decir: «¡Te viene una “vergüenza para ti”!» porque
no cultiva ni aumenta la comunidad en el cual él se halla y de cuyas leyes
disfruta.
Su pie descalzo será una señal de
vergüenza y causa de denuncia interminable. Merece tener desnudo del pie, es
decir, sin familia y dependientes, lo que se denota por la cubierta del pie;
porque mediante esta obra se desnuda él mismo de respaldar esta obligación de
sustentar la familia de su hermano. Así la señal es similar a la obra en que
peca.
Los comentarios de Calvino
también son interesantes, especialmente puesto que él ve la negación del
levirato como robo al muerto:
Esta ley tiene algunas
similitudes con la que permite que una persona desposada vuelva a su esposa, a
quien todavía no ha tomado; puesto que el objetivo de ambas es preservar para
todo hombre lo que posee, de modo que no se vea obligado a dejarlo a extraños,
sino que pueda engendrar hijos de su propio cuerpo; porque, cuando un hijo
sucede al padre, a quien representa, parece ser más difícil que se haga algún cambio.
De aquí, también, que es manifiesto
cuán grandemente agradable a Dios es que nadie sea privado de su propiedad,
puesto que Él hace provisión incluso para los que mueren, que lo que no se
puede entregar a otros sin dolor y fastidio, se debe preservar para su
descendencia. A menos, por consiguiente, que este pariente obvie la falta de
hijos del muerto, está inhumanidad se considera como un tipo de robo.
Porque, puesto que estar sin
hijos era una maldición de Dios, era un consuelo en esta condición esperar una
descendencia prestada, para que el nombre no se extinguiera por completo.
Calvino dudaba de que el término
«hermano» aquí significara literalmente eso, puesto que contradice, al parecer,
las leyes contra el incesto. Sin embargo, la ley obviamente quería decir
«hermano» o cualquier pariente por consanguinidad si no existía hermano; el
caso de los hijos de Judá confirma esto (Gn 38: 8), como también el caso de
texto citado por los saduceos respecto a siete hermanos sin hijos (Mt 22: 23-33),
en el cual la legitimidad de los matrimonios levirato con una sola mujer la
aceptan todos.
En cualquier caso, ni Lutero ni
Calvino trataron el levirato como reliquia legal obsoleta. Ha existido por
siglos. El levirato se practicaba en Escocia de manera muy común hasta el siglo
undécimo. Todavía existe entre los abisinios cristianos, con el factor
adicional de que, si un hombre queda castrado en la guerra, y es por consiguiente
incapaz de engendrar hijos, el levirato se aplica.
Hay evidencia de su práctica en
Europa, y las familias judías acomodadas de Nueva York mantuvieron su práctica
por lo menos hasta tiempo muy reciente. Birmingham informa que «los Seligman
también seguían la práctica judía de ofrecer las viudas de la familia al
próximo hijo soltero».
PARA ENTENDER EL SIGNIFICADO DEL
LEVIRATO, ES IMPORTANTE EXAMINAR DE NUEVO LA DOCTRINA BÍBLICA DEL MATRIMONIO, Y
PONERLA EN UNA PERSPECTIVA QUE ARROJE LUZ SOBRE EL LEVIRATO.
Primero, el matrimonio es básico para el
reino de Dios, para el propósito creativo de Dios para el hombre y la tierra.
La tierra debe ser sometida al dominio de Dios por el hombre, quien debe
subyugar la tierra y gobernarla bajo Dios. El servicio de matrimonio judío,
remontándose por lo menos hasta el primer siglo a.C., tiene siete bendiciones
que cubren la historia de Israel, recordando la creación de Dios y su mandato,
la esperanza mesiánica de Israel, y la meta del orden santo. La cuarta y
séptima de estas bendiciones dicen:
Bendito seas, oh Señor nuestro
Dios, Rey del universo, que has hecho al hombre a tu imagen, a tu semejanza, y
le has preparado para él, de su mismo ser, una tela perpetua. Bendito seas tú,
oh Señor, Creador del hombre.
Bendito seas, oh Señor nuestro
Dios, Rey del universo, que has creado gozo y alegría, novio y novia, mirra y
exultación, placer y deleite, amor, hermandad, paz y comunión. Que pronto se
oiga en las ciudades de Judá, y en las calles de Jerusalén, la voz de gozo y
alegría, la voz del esposo y la voz de la esposa, la voz jubilosa de los
caballeros de honor del novio desde sus toldos, y de la juventud en sus fiestas
de canto. Bendito seas tú, oh Señor, que haces que el esposo se regocije en la
esposa.
Tanto antes como después de la
caída, el matrimonio sigue siendo básico al reino de Dios.
Segundo, debido a que la familia es la
institución básica de Dios, la propiedad está estrechamente ligada a la
familia. La ketubáh,
remontándose hasta el primer siglo a.C., se refiere de manera muy específica al
arreglo matrimonial en los votos matrimoniales, que se anotaban: «Se tú mi
esposa según la ley mosaica y de Israel.
Trabajaré para ti; te honraré; te
sostendré y mantendré, según las costumbres de los esposos judíos que trabajan
por sus esposas, y las honran, sostienen y mantienen en verdad». Después de
especificar la cantidad de la dote como primer reclamo de ella sobre la
propiedad de él, el novio entonces prometía: «Toda mi propiedad, incluso el
manto sobre mis hombros, será hipotecado como garantía de este contrato y esa
suma». Este documento era necesario antes de que se pudiera consumar el
matrimonio:
Los sabios, en consecuencia,
prohibían las relaciones maritales mientras la ketubáh no se hubiera completado. Todavía más, declaraban que
estaba prohibido que el esposo y la esposa vivieran juntos por un solo momento
sin una ketubáh; y en donde
esta se perdía, tenían que abstenerse de relaciones sexuales hasta que se
hubiera redactado otra ketubáh.
Estas regulaciones estaban en
plena conformidad con la ley bíblica. El hombre es pecador, y en todos los
puntos necesita la restricción de la ley. Si un hombre está listo para estar
bajo la ley en relación a los demás hombres, debe estar especialmente listo
para poner su relación con su esposa bajo la ley. Tal relación legal ya existe
en el contrato matrimonial.
El amor no basta para establecer
un matrimonio; se requiere de un contrato de parte de todos los interesados
como prueba de amor. Puesto que el hombre, como pecador, a menudo se inclina a
aprovecharse de los que más confían en él, poner tal relación personal bajo la
ley es evidencia de amor y buena fe, y no de desconfianza. Es un reconocimiento
de la realidad.
Las leyes modernas de bancarrota,
a pesar de sus abusos, reflejan no solo la liberación sabática de las deudas,
sino la preservación para la esposa y la familia de la vivienda protegiéndola
de los reclamos de los acreedores. En la ley bíblica, la esposa es la primera
acreedora.
Tercero, como hemos visto, a los
delincuentes juveniles incorregibles se les debía ejecutar (Dt 21: 18-21), y
también a todos los criminales habituales. Así se eliminaba de la comunidad a
tales personas. Cuando y si se observaba esta ley, a las familias impías
entregadas a la iniquidad se les negaba un lugar en la nación. La ley así
claramente funciona para eliminar a todas excepto a las familias santas.
Cuarto, como hemos notado, a los
bastardos no se les podía reconocer como legítimos, ni a la descendencia de un
matrimonio dentro de grados de afinidad se le podía reconocer como heredera.
Debido a que la ley en ningún momento
recompensa el pecado, la
ley judía del divorcio aplicó esto de manera consistente y lógica:
Tal vez el rasgo más
característico de la ley judía del divorcio es su prohibición absoluta de que
el adúltero se case con la adúltera. Incluso en casos en donde se había entrado
en tal matrimonio mediante la supresión de los hechos verdaderos, debía
disolverse.
La ciudadanía estaba restringida
a las familias piadosas, y la sociedad debía ser gobernada por hombres de
familias piadosas.
La Biblia provee una excepción a
la ley judía que prohíbe el matrimonio entre parejas adúlteras, pero en esa
excepción, Dios mismo castigó a la pareja incluso al permitir y bendecir la
unión. Este es el caso de David y Betsabé (2ª S 11: 12), de quienes nació
Salomón (Mt 1: 6) y también Natán (Lc 3: 3), ambos antepasados de Jesucristo.
Quinto, esto arroja luz, por
consiguiente, sobre el levirato. El propósito de la ley es suprimir, controlar,
o eliminar a los impíos, y, al mismo tiempo, establecer, mantener y promover a
las familias piadosas. Concibe una sociedad en la cual la herencia es para el
santo, y cada generación santa trasmite a la siguiente una herencia de
propiedad digna. La formación y perpetuación de familia santa es así básico
para la ley. Josefo cita tres propósitos para el levirato: 1) la continuación
de una familia piadosa, 2) la preservación de la propiedad, y 3) el bienestar
de las viudas.
Estas tres cosas están claramente
a la vista. A la viuda se le da seguridad adicional de un hijo posible como su
heredero y sostenimiento en la vejez. El levirato es todavía una mejor
respuesta a los problemas que enfoca que cualquier otra cosa que el hombre haya
podido concebir. Por lo general está en desuso hoy porque las leyes humanistas
son esencialmente hostiles a la familia y su bienestar. Cuando la familia sea
restaurada de nuevo a su lugar bíblico, el levirato calladamente tomará su
lugar en ese marco de trabajo de la ley.
Sexto, la adopción es un hecho
relacionado, y su lugar en la ley es en términos del levirato, como
alternativa. El uso bíblico de la palabra adopción es teológico, teniendo referencia a nuestra adopción en
Cristo como hijos de Dios. El uso bíblico reflejaba un hecho de la vida de familia.
La adopción en la antigüedad normalmente difería de la práctica moderna, en que
por lo general se adoptaba formalmente a hombres maduros como herederos,
hombres cuya fe y carácter los recomendaban. Abraham había adoptado al maduro y
digno de confianza Eliezer de Damasco como su heredero y mayordomo (Gn 15:
2.3). Así, debido a que la fe y el carácter eran básicos para la condición de
herederos, se requería madurez a fin de proveer evidencia de estos hechos.
9. SEXO Y DELITO
Una opinión muy común no solo
asocia el sexo y el pecado original sino que de manera muy lógica conecta el
sexo y el delito. Si el sexo es la fuente de la caída, entonces lógicamente, el
sexo es la causa del delito. Los ateos leen esta opinión en la Biblia, aunque
sin ninguna base legítima en lo absoluto. En realidad, el origen de esta
creencia es pagana, no es bíblica. Muchos mitos paganos indican una creencia en
el origen sexual del pecado. El mito de Platón del hombre original andrógino es
un ejemplo familiar.
El origen sexual de la
criminalidad se ve extensivamente en los neofreudianos y también en muchos
otros. El ex director de San Quintín, Clinton Duffy, escribió una exposición de
esta idea titulada Sex and Crime, manteniendo
que:
El sexo es la causa de casi todos
los crímenes, la fuerza dominante que impulsa casi a todos los criminales.
Después de treinta y cinco años de experiencia correccional como director de la
prisión de San Quintín, miembro de la Autoridad de Adultos de California y
director ejecutivo del Consejo de San Francisco sobre Alcoholismo, estoy
convencido de que es raro el delito que no se pueda rastrear a una ineptitud
sexual de algún tipo.
Los criminales se ven acosados,
aturdidos y alterados por las tensiones, dudas, fantasías, ansiedades y hambres
sexuales. En mi opinión el 90% de los hombres en las prisiones de nuestra nación
están allí porque no pudieron vérselas con el problema.
Tendremos sexo mientras tengamos
vida, y delito mientras tengamos civilización.
NO PODEMOS ELIMINAR EL SEXO ASÍ QUE NO
PODEMOS ELIMINAR EL DELITO.
No es sino cuando aceptemos la
relación entre los dos que podemos empezar a hacer progreso real en nuestra
eterna batalla contra las fuerzas del mal.
Debemos entender que la mayoría
del delito es resultado del sexo y que hay que tratarlo como problema sexual.
Si esta creencia es verdad, la
lógica requiere una alteración radical de los estándares y conductas sexuales a
fin de eliminar las causas del delito. En concordancia, los que abogan por el
amor libre exigen la abolición de las regulaciones sexuales como el paso
necesario para una sociedad libre y humana.
Los anarquistas sexuales son
utópicos sociales. Un rastro de esta opinión es evidente en Duffy, que aboga
porque se provea compañeros sexuales para los presos. Mississippi permite que
un prisionero tenga «visitas conyugales» con su esposa; México no le limita la
visita a la esposa.
El propio informe de Duffy da
evidencia de la naturaleza no sexual del delito.
Los grupos étnicos muestran
patrones de corte claro; así, los orientales, con su fuerte cultura de familia,
«rara vez se meten en problemas», y los menos de todo son los japoneses. Los
escandinavos presos son pocos. Los judíos por lo general acatan la ley; su
problema con la ley por lo general tiene que ver con dinero, según Duffy: «La
mayoría de presos judíos son timadores o embaucadores, o defraudadores o
falsificadores de cheques».
Anteriormente, los irlandeses se
metían a veces en problemas debido al licor y las peleas, los alemanes raras
veces se meten en problemas y cuando esto pasa es por agresión; los italianos
han tenido problemas en donde las actividades de pandillas son fuertes; cuando
los franceses están en prisión, es «en su mayoría por transgresiones sexuales»;
los mexicanos a menudo intervienen en crímenes de violencia y narcóticos, pero
«pocos mexicanos mayores de cuarenta años parecen meterse en problemas». Los
negros constituyen una proporción muy alta en la población de presos.
En el sur, «más de la mitad de
los presos en las prisiones estatales son negros, y también en algunas
prisiones del norte». Duffy creía que el prejuicio contra los negros explicaba
algo de esto, aunque reconocía que los presos negros eran culpables. Es muy
probable que a veces un negro culpable enfrente mayor severidad debido a su raza,
pero también es cierto que mucho se tolera y se le excusa debido a su raza.
El patrón del sur por décadas fue
severidad en algunas cosas (tal como violación) e indulgencia en otras (tales
como una ratería, violencia entre negros, borrachera y cosas parecidas).
EL ENLACE RACIAL CON EL DELITO ES MUY
CIERTO, PERO DISTA MUCHO DE LA RESPUESTA.
Tal como no se puede decir que el
sexo es la causa del delito, no se puede decir que la raza lleve al delito.
Desde los años de Duffy como director de prisión, la cantidad de actividad
criminal por jóvenes caucásicos ha aumentado muy rápidamente.
Su raza obviamente no les ha dado
inmunidad contra la criminalidad. Se debe buscar la causa en otra parte.
San Pablo dice la causa con
claridad. El hombre no regenerado, el hombre en guerra contra Dios, es hostil a
Dios y lo aborrece; tales hombres «no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden» (Ro 8: 7). Tales personas seguirán un curso de iniquidad religiosa (Ro
1: 18-32). Suprimen la verdad debido a su injusticia y adoran a la criatura
antes que al Creador.
ESTE ASPECTO DEL HOMBRE ES EL QUE LA
IDEOLOGÍA HUMANISTA SE NIEGA A RECONOCER.
Supuestamente, la criminalidad
del hombre se curará al eliminar al estado, la propiedad, la religión y las
leyes. Pero, puesto que los impíos son por naturaleza transgresores de la ley,
pueden rebajar los estándares cuanto quieran, pero con todo quebrantarán la
ley. Viven para quebrantar la ley. Como resultado, mientras más una generación
rebelde quebranta la ley, más violenta se vuelve, porque las violaciones de un
estándar progresivamente laxo requieren acciones progresivamente más
flagrantes.
Nietzsche creía con razón que él
no creer en Dios y en la inmortalidad produciría un mundo de hombres violentos.
Algunos que siguen la ideología humanista han sostenido que si los hombres
tuvieran solo esta vida y este mundo, atesorarían la vida y vivirían en paz.
Pero, puesto que Dios y la inmortalidad le dan a esta vida presente significado
y propósito, la creencia refrena a los hombres, en tanto que la incredulidad
abarata la vida y conduce a mayor violencia y asesinato.
Cuando el hombre se vuelve su
propio dios, se vuelve artículo de fe y urgencia de la vida para afirmar su
reclamo mediante la violación de todas las leyes que no le gustan.
La esencia de la vida, entonces,
debe ser sin ataduras, sin cadenas de la ley o la responsabilidad. Esto conduce
a una perversidad radical, que un amigo una vez bromeó con el conde de
Gramount: «¿No es un hecho que tan pronto una mujer te agrada, tu primera preocupación
es descubrir si ha tenido algún otro amante, y tu segunda cómo acosarla; porque
la obtención de su afecto es lo último en tus pensamientos. Rara vez participas
en intrigas excepto para perturbar la felicidad de otros; una querida que no
tiene amantes no tendrá encantos para ti».
En el siglo XVIII, el propósito
básico de enredos amorosos se han descrito como «un deseo de seducir, y
abandonar, como deporte malicioso». La «corona de su victoria» era que el
seductor hiciera su trabajo «sin la menor intervención emocional, así que cuando
la mujer, conquistada y sumisa, suplicaba al fin; “¡Por lo menos, dime que me
quieres!” él podía esbozar una sonrisa de desdén y rehusarse». Como resultado, la
Rochefoucauld comentó: «Si se juzga al amor por la mayoría de sus efectos, se parece
más al odio que a la amistad». Tal «amor» era en verdad aborrecimiento, y empezaba
con el aborrecimiento a Dios.
Puesto que la meta del hombre
cuando reclama ser dios es la autosuficiencia, se niega la dependencia del
amor. Fue la Edad de la Razón la que también redujo el estatus legal de la
mujer a la de una esclava como parte de su «amor». Habiéndola reducido a un
papel impotente,
estos hombres podían ser
románticos en cuanto a este títere a quien podían tan fácilmente destruir.
Keats cotorreaba en cuanto a esta «mujer nueva»: ¡Dios! Ella es como blanca
oveja de leche que bala Por la protección del hombre.
Con razón la «hostilidad» es un
aspecto básico, no solo de los que ultrajan a niños, sino también de las
«Lolitas», niñas, que gustan de tales avances.
PERO TODA HOSTILIDAD TIENE COMO
CONTRAPARTE UN NUEVO ASPECTO DE SIMPATÍA.
Los que son hostiles a Dios y a
su ley tendrán simpatía y amistad hacia los criminales. Sienten un vínculo
común que los une en su aborrecimiento por la ley. Un abogado europeo, cuya
perspectiva definitivamente no es cristiana ha observado:
El determinismo en la ley
criminal representa una apología en grande. Debemos hacer la pregunta que
sigue: ¿apología, por qué? El que excusa al criminal declara por sí mismo.
«Madame Bovary, c’est moi», decía Flaubert. En un tiempo cuando fuertes
influencias están abriendo nuevo terreno, el excusar al criminal debe resultar
en severos sentimientos de culpa.
La sociedad hace un esfuerzo por
reducir este sentimiento de culpa excusándose tanto a sí misma como al criminal
con quien se identifica. Nietzsche se refirió a la oleada de compasión que, en
la segunda mitad del siglo diecinueve, barrió Europa desde París hasta San
Petersburgo.
La simpatía por el criminal quiere
decir hostilidad a Dios y a su pueblo. Como Reiwald observó más, en otro
contexto: «En donde quiera que hay alguna forma de vida social, debe haber
castigo». El castigo en la sociedad humanista se dirige progresivamente contra
el inocente y el que acata la ley. Sea con respecto a impuestos, legislación
discriminatoria, o violencia abierta, el pueblo de Dios se vuelve objeto de
violencia creciente.
En las palabras de Juvenal: «Las
profundidades de la depravación no se alcanzan en un solo paso». Bronowski
advirtió, con respecto a los festivales paganos: «Esta revuelta contra la
autoridad es la esencia de las saturnalias en todas partes».
El Renacimiento desató un gran
aluvión de violencia por su hostilidad contra la ley piadosa. Según Lo Duca:
La libertad buscada por las artes
(la noción de belleza es en sí misma perturbadora, las artes siempre han sido
las tropas de choque de la verdadera revolución), la revolución buscada por la
ciencia (esto ya es más peligroso, para el poder establecido como para los que
idolatran el pasado), la libertad buscada en la lengua y moral fueron todas
parte de un factor dinámico capital:
EL INDIVIDUALISMO.
Mediante el individualismo, la
libertad trata de alcanzar lo absoluto, lo que conduce más allá de los conceptos
de bien y mal, a la anarquía auténtica. El genio del Renacimiento a menudo
enmascara una anarquía profunda y funcional, que no fue destructiva, estando
dominada y refrenada por el orgullo. Solo el orgullo permitió esta anarquía
lujosa que halló su moralidad en el arte.
El ejemplo perfecto del hombre
del renacimiento es el condotiero. Tal condotiero como Segismundo Malatesta es
el Renacimiento resumido en un hombre. Su individualismo es igual al de
Bartolomé Colleonia o Galeazo María Sforza. La «anarquía» de estos señores de
guerra se basa en el rechazo de toda ley, humana o divina.
Otro famoso condotiero, Werner
von Usslingen, llevaba, grabado en supeto: Enemigo de Dios, la compasión y la misericordia. Hombres de este
calibre, capaces de odio tan feroz, fuertemente marcaron el mundo que surgió de
las cenizas de la Edad Media.
La violencia de la Edad Media
nunca estuvo libre de obsesión y crueldad, y sobre todo la necesidad de hallar
una justificación invocando pretextos religiosos.
LA VIOLENCIA DEL RENACIMIENTO NI POR
UN INSTANTE TRATÓ DE JUSTIFICARSE.
El sentimiento de culpa había
desaparecido, absorbido por esa desesperada «voluntad de poder» a la que se le
daría nombre cuatro siglos más tarde.
No obstante, estos condotieros
introdujeron en su sociedad un elemento exterior que asoló el continente: el
soldado de fortuna, mercenario o Landsknecht,
señores del pillaje y violación. Su ejemplo, así como también su impunidad en
los crímenes (la guerra siempre ha sido un pretexto útil para desatar los instintos
más infames bajo la cubierta de «debilidades» naturales de los héroes)
fuertemente influyó en sus contemporáneos.
El autor que nos da este resumen
halla también atractivo para sí mismo en los vicios antiguos y griegos, y habla
del «hecho» de que «los antiguos nos encantan como una filología muy conocedora
de la primera serie de penetraciones anales, bien sea en un hombre o una
mujer».
Los hombres y sociedades en
revuelta contra la autoridad de Dios hallan un terreno común en su hostilidad contra
la ley y el orden moral. El hombre moderno, así, siente una continuidad con los
griegos y con el renacimiento que definitivamente no se parece a la Edad Media o
a la Reforma.
Lo Duca compara al condotiero del
Renacimiento con el hombre moderno revelado por Sade:
Lo que el condotiero trajo al
espíritu del Renacimiento, Sade lo trajo a la era moderna. No solo que Sade
expone el axioma de que la vida no es sino la búsqueda de placeres, o incluso del placer, sino que introduce el
principio de que el placer está ligado al sufrimiento, es decir el intento de
destruir la vida: «el cuerpo nada más que un instrumento para infligir dolor».
En donde no hay sumisión a la ley
de Dios, hay una resistencia progresiva, desplante y violación en consecuencia.
La causa del delito no es el sexo; es el pecado, el desplante del hombre contra
la autoridad soberana de Dios y el intento del hombre de ser su propio dios. El
intento del hombre de hallar la causa del delito en el sexo es parte de su
intento por derrocar el orden-ley de Dios al reordenar las relaciones sexuales.
Previsiblemente no solo en Sade sino en todos los que niegan la ley de Dios, la
conclusión es la misma: «Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los
que me aborrecen aman la muerte» (Pr 8: 36).
10. SEXO Y RELIGIÓN
La asociación del sexo con la
religión es común, y más de unos cuantos escritores han intentado rastrear toda
la religión a la adoración fálica. La frecuentemente estrecha conexión entre el
sexo y la religión se puede conceder; los cultos de fertilidad se hallan en
todas partes del mundo, pasado y presente. Esta relación se declara, de hecho,
en las Escrituras, como atributo de las religiones falsas. San Pablo declaró de
los hombres no regenerados:
Profesando ser sabios, se hicieron
necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de
hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Por lo cual también Dios los
entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que
deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios
por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el
cual es bendito por los siglos. Amén (Ro 1: 22-25).
Como Murray comentó sobre este
texto: «La degeneración religiosa se penaliza por el abandono a la inmoralidad;
el pecado en el ámbito religioso se castiga por el pecado en la esfera moral».
Esto no es solo «una ley natural de consecuencias operativa en el pecado», es
todavía más el acto de Dios:
Hay la imposición positiva de
entrega a lo que es totalmente ajeno y subversivo del buen placer revelado de
Dios. El desagrado de Dios se expresa en su abandono de las personas preocupadas
por el cultivo más intenso y agravado de las lujurias de sus propios corazones
con el resultado de que ellas cosechan por sí mismas un costo correspondientemente
mayor de venganza retributiva.
La relación entre el sexo y la
religión es, pues, real; es un aspecto de la revuelta del hombre contra Dios.
Cuando el hombre se vuelve a la adoración propia, acaba adorando su propio
vicio sexual. Al rehusar reconocer el poder de Dios como Señor y Creador, adora
sus propios poderes genitales como creador.
Un ejemplo interesante de esto
fue citado por Herbert Asbury, en su relato de The Barbary Coast. Después del terremoto de la península de San
Francisco el 18 de abril de 1906, la reacción de incontables hombres fue buscar
consuelo en el sexo. En la cercana Oakland, también fuertemente estremecida, el
jefe de policía, Walter J. Peterson, indicó, de las casas de prostitución:
«Todo el día y toda la noche los hombres formaban hileras por cuadras esperando
frente a las casas, como en una taquilla en un teatro en una noche popular».
Conforme una edad se acerca a la
muerte, la actividad sexual del hombre se vuelve mucho más intensamente
perversa, porque su hambre religiosa ha aumentado, y el sexo es su dios
sustituto.
PERO ESO NO ES TODO; EL
HOMBRE AL MISMO TIEMPO EMPIEZA A JUSTIFICAR SU DEPRAVACIÓN RELIGIOSA Y MORAL.
El concepto moderno de la orgía
se debe rechazar a todo costo. Da por sentado que los que toman parte no tiene
ningún sentido del pudor, o muy escaso.
Esta noción superficial implica
que los hombres de la civilización antigua tenían algo del animal en su
naturaleza. En algunos aspectos es verdad que estos hombres a menudo parecen
estar más cerca a los animales que a nosotros mismos, y se mantiene que algunos
de ellos tenían este sentimiento de afinidad. Pero nuestros juicios están
ligados a la idea de que nuestros modos peculiares de vida muestran mejor la
diferencia entre hombres y animales.
Los hombres primitivos no se
contrastaban a sí mismos con los animales de alguna manera, pero aunque veían a
los animales como hermanos las reacciones en las que se basaba su humanidad distaban
mucho de ser menos rigurosas que la nuestra. Por eso cuando hablamos de orgía
de una manera muy general no tenemos base para verla como una práctica
abandonada sino por el contrario debemos considerarla como un momento de
tensión elevada, desordenada sin duda, pero al mismo tiempo un momento de
fiebre religiosa.
En el mundo patas arriba de los
días festivos la orgía tiene lugar en el instante cuando la verdad de ese mundo
revela su fuerza abrumadora. La violencia báquica es la medida del erotismo incipiente
cuyo dominio originalmente es el de la religión.
Pero la verdad de la orgía nos ha
venido a través del mundo cristiano en el cual se han derribado una vez más los
estándares. El sentimiento religioso primitivo derivaba de tabúes el espíritu
de transgresión. El sentimiento religioso cristiano se ha opuesto en gran
medida al espíritu de transgresión. La tendencia que permite que un desarrollo
religioso proceda dentro del cristianismo está conectada a estos puntos de
vista relativamente contradictorios.
Es esencial decidir cuáles han
sido los efectos de esta contradicción. Según mi manera de pensar, si el
cristianismo le hubiera vuelto la espalda al movimiento fundamentalista que dio
lugar al espíritu de transgresión, hubiera perdido por entero su carácter
religioso.
Por orgía Battaille, por supuesto, se refiere a los festivales
religiosos de la antigüedad que pedían la práctica religiosa de actos de caos:
adulterio, homosexualidad, incesto, bestialismo, saqueo, incendios, masacres y
depredación general. Battaille describe este espíritu religioso de
transgresión:
Pero la característica más
constante del impulso que he llamado transgresión es hacer orden de lo que es
esencialmente caos. Al introducir la trascendencia en un mundo organizado, la
transgresión se vuelve el principio de un desorden organizado.
Para estos cultos de caos, todo
acto del hombre era santo y sagrado, puesto que el hombre estaba en continuidad
con la divinidad del ser. Pero el cristianismo, según Battaille, desacralizó al
hombre y al mundo: «Redujo lo sagrado y lo divino a un Dios discontinuo y
personal, el Creador».
Como resultado, hay un movimiento
para restaurar el «amor» a su lugar «apropiado» en la vida del hombre, o sea,
un lugar de expresión «libre». Se aduce que «el amor abre potencialidades
ilimitadas». Según el Dr. Charles Francis Potter, «la vida es la única
maravilla; solo la vida es divina». Esto quiere decir que la vida, y la
sexualidad de la vida, están por encima de la ley, porque es en sí misma divina.
El sexo, entonces, se adora; Goldberg lo llama «el fuego sagrado».
DE LA ADORACIÓN AL SEXO, ESCRIBE:
Con todo, la adoración al sexo
hizo por el hombre incluso más que eso. Fue la redentora de su alma
aprisionada. Proveyó una salida para aquellas pasiones sexuales que la raza
había conocido en su infancia, pero que más tarde evidentemente habían sido
expulsadas del corazón y la mente.
Los recuerdos de ellas pueden
haber persistido, puesto que no habían sido eliminadas por completo de la
tierra. En todo caso, el deseo estaba allí, al rescoldo debajo del montón de
supresiones.
Antes, el hombre era un agente
libre sexualmente. Podía aparearse con cualquier mujer que apareciera en su
camino. Ahora, estaba en cadenas. La adoración al sexo vino para romper los
grillos y, si acaso por un breve lapso de tiempo, para llevar de regreso al
hombre a la libertad que había sido suya.
Lo que era prohibido en general
en la selva no solo estaba permitido, sino, de hecho, se convirtió en
obligación en el templo de los dioses.
Cuando, en el templo, el hombre
fue libre para hacer sexualmente lo que se le antojara, le agradó hacerlo con
toda la libertad posible.
Como resultado, tenemos el ataque
religioso estudiado contra la ley moral bíblica. Primero, se exige relativismo moral; se nos dice que a toda persona
se le debe juzgar en términos de sus propios estándares. Según Daniel sson:
Acusar a los polinesios de ser
inmorales según nuestro estándar occidental cristiano es, por supuesto, tan
irrazonable como sería que ellos nos condenaran porque no observamos las reglas
de tabúes polinesios. La justicia elemental exige que empleemos el código moral
propio de cada pueblo como estándar
al tratar de juzgar su conducta, y si hacemos este nuestro punto de arranque y
comparamos la manera polinesia de observar los cánones existentes de conducta
con nuestra propia conducta moral, somos nosotros los que deberíamos
avergonzarnos.
Daniel sson apela a la «justicia
elemental», pero esa no es una justicia que algún cristiano pueda reconocer,
porque ha redefinido la justicia y moralidad en términos humanistas y
relativistas. Daniel sson no solo propone el anarquismo moral, sino que les
niega a los que discrepan con él todo derecho a discrepar. Su ruego de tolerancia,
así, se basa en una intolerancia radical.
Segundo,
estos
relativistas entonces demandan, para citar a la esposa de una ex ministra de
justicia belga, Mme. Lilar, que tenía una ideología humanista radical, «una
resacralización del amor humano». Sin que sea sorpresa, Mme. Lilar basaba su
pensamiento en los cultos antiguos de caos y el mito del andrógino. Ella no promueve
la vida licenciosa, pero incluso menos promueve la ley y la obligación, porque
«la obligación es con certeza desacralización como lo es la vida licenciosa».
SU ESPERANZA ES UN AMOR «LIBRE»,
ESPONTÁNEO, «SAGRADO» QUE NO NECESITA LA LEY:
¿Debe uno concluir que la libertad y la fidelidad son
irreconciliables? No.
Por el contrario, aunque una
fidelidad forzada y convencional pudiera tener sus ventajas morales y sociales,
solo una fidelidad espontánea y de amor, constantemente renovada al ser
escogida en libertad completa, puede fortalecer a la pareja en su vocación
sobrenatural. Una pareja debe, por lo menos especular, apostar en su capacidad
para durar. Debe tener fe en su amor, fe en su resistencia al tiempo. Si por
mala suerte el amor se extingue, ninguna fidelidad obligatoria o forzosa puede
devolverle su cualidad sacra.
Lo que sucede entonces es una
serie de ajustes mutuos en una atmósfera de asociación, de compañerismo; pero de
nada sirve engañarse una misma; estos ajustes meramente sancionarán el paso de
la pareja del amor sacro al amor profano, y esto se debe considerar una caída.
Lo absurdo de esta posición es
que quiere la iniquidad del que sigue la ideología humanista mientras que
retiene la fidelidad del cristiano, combinación imposible.
Pero, para volver al punto que
hizo Goldberg, es decir, que el sexo es un «redentor»; esto es cada vez más un
aspecto de la escena moderna. Es un serio error ver una era como la presente, o
las postrimerías del Imperio Romano, como un tiempo de personas «sexuadas en
demasía». A decir verdad, los tiempos de intensa sexualidad son también por lo
común eras de baja vitalidad sexual. Cuando Mme. de Maintenon tenía más de
setenta años, se quejaba porque su esposo, Luis XIV, «insistía en sus deberes
conyugales todos los días y en ocasiones hasta dos veces».
Esto es menos probable que sea
una queja en una era de decadencia. El fin de una era ve una declinación en
todo tipo de energía, incluyendo la energía sexual, y, como resultado, a la
energía sexual normal la reemplaza una frenética. Se recurre a extremos de
provocación, porque exige más estimular un apetito bajo y estropeado. Exige un esfuerzo
mayor excitar a un hombre en una era que declina.
La sexualidad flagrante es casi
una marca de baja vitalidad. También se requieren perversión y violencia para estimular
el apetito enfermo. Se vuelve especialmente importante rechazar todo lo que es
normal, legítimo, y parte del «pasado» ordenado y piadoso. Se considera errado dejarse
influir por cualquier otra cosa que no sea el momento. Así, cuando a Andrei Voznesensky, escritor
soviético, se le preguntó: «¿Cuál de los poetas rusos de los últimos cuarenta
años le han influido más?», respondió:
«Qué pregunta. Ser influido por poetas viejos
es como enamorarse de la abuela de uno». En tal perspectiva, el hombre sin
raíces es el hombre redimido, y Hollo habla de Henry Miller como «la cúspide»
del mundo, «al pie de la escalera del hombre al cielo».
La justicia tiene sus raíces; se
arraiga en la ley de Dios y se mueve en términos de historia redentora pasada,
presente y futura. Como resultado, la justicia es el enemigo de la sexualidad
religiosa, en tanto que el mal, siendo sin raíces e irresponsable es puro y
santo. Un personaje de O’Donoghue declara: «¡No se debe ser tan ingenuo como
para creer que a la crueldad y a la violencia necesariamente se las deba
motivar! El acto malicioso, separado del ajetreo rutinario, deslustrado, de impulsos
orientados a una meta, alcanza una cierta pureza en su propio ser».
Así que es el mal, especialmente
la sexualidad perversa y pervertida, el que en esta perspectiva se vuelve
redentora. La película de 1968-1969 Teorema
es, se nos dice, «una parábola extraña, enigmática, que trata de la
sociedad contemporánea corrupta mediante los efectos devastadores que un
extraño misterioso y sensual ejerce sobre la familia de un industrial».
El gobierno italiano calificó de
obscena la película (y es una producción italiana), pero «la iglesia católico
romana la honró con un galardón (que más tarde le retiró)». Un extraño
misterioso visita la casa y «le da a todo miembro de la casa la clase de solaz
sexual que cada uno anhela. El extraño lee sus pensamientos más íntimos y los
satisface». Participan el padre, la madre, el hijo, la hija y la criada. Cuando
el extraño se va, «un gran vacío un abismo intelectual y espiritual del cual no
puede brotar ninguna ayuda existe».
El padre se vuelve un homosexual
que anda desnudo por las calles, la madre una mujerzuela, el hijo busca escape
en el arte impresionista; la hija enloquece, y la criada se vuelve una ermitaña
religiosa que hace milagros.
¿Qué significado se puede hallar
en todo esto? ¿Se supone que el extraño sea Dios, el diablo, o ni uno ni otro?
¿Son estas personas tan depravadas que cuando se les despoja de su existencia
burguesa artificial no les queda nada sino locura?.
El hecho de que el extraño
misterioso pueda ser «Dios, el diablo, o ni uno ni otro», es especialmente
significativo. El punto es que no hay una diferencia discernible entre Dios y
el diablo, así que a tal extraño misterioso se le puede catalogar como
cualquiera, o ninguno. Lo supremo y la moralidad se consideran despreciables, y
por consiguiente, «Dios, o el diablo», deben robarles a los hombres su «existencia
burguesa artificial» en un mundo de bien y del mal.
Así, el sexo en Teorema es un instrumento religioso
de doble filo; puede dar redención, o puede traer condenación a los que rehúsan
su mensaje.
De manera similar, la película «Iam
Curious (Yellow)» [«Soy curioso (amarillo)»], película sueca, se caracteriza
por una rebeldía radical contra la autoridad, expresada sexualmente, según el
sociólogo y psicólogo Dr. Charles Winick, testigo a favor de la película en su
juicio estadounidense. Esto lo enuncia con claridad: el propósito de esta
sexualidad religiosa es la rebeldía contra la autoridad, la autoridad de Dios,
por el nuevo dios, el hombre.
Esta rebeldía requiere la puesta
en práctica religiosa del mal como cuestión de principio. La prueba de
excelencia y liderazgo en algunos grupos hoy es la depravación, la realización
de varios actos pervertidos. Su tesis es «la rectitud de Lucifer», o sea, del
mal. Un amor a la mugre, una creencia en su divinidad, y una guerra total
contra toda ley de Dios es su principio.
Y esto no debería sorprendernos.
Es una ley del ser que la apostasía religiosa tiene consecuencias morales. San
Pablo dice con claridad en Romanos 1, que la idolatría del hombre
ineludiblemente resulta en inmoralidad, y la inmoralidad en perversidad y
perversiones. Debido a que tales hombres abandonan a Dios, Él los abandona a
ellos.
Tales hombres intercambian la
verdad de Dios por una mentira (Ro 1: 25); «por “una mentira” quiere decir aquí
“dioses falsos”, que son la incorporación suprema de la falsedad». El comentario
de Knox sobre Romanos 1: 24-27 dice, en parte:
El propósito principal del
apóstol al momento es apuntar, no a los pecados, sino al juicio. Ve en la
corrupción moral, especialmente en los vicios sexuales no naturales, una señal
de que «la ira» ya ha empezado a obrar. Dios
los entregó a la inmundicia. Ya
hemos visto que Pablo concebía el pecado y sus consecuencias como estando en la
conexión más estrecha posible; la decadencia y la muerte seguían el pecado tan
inevitablemente como la vida y la paz a la justicia de la fe, y en verdad
participan del mismo carácter.
Así que aquí ve en la prevalencia
de la homosexualidad, la deshonra de
sus cuerpos entre sí mismos, como una manifestación no solo de pecado,
sino también de este asunto y castigo, o sea, corrupción y muerte.
El de ideología humanista se
rebela contra Dios a fin de exaltarse a sí mismo. La tétrica ironía del juicio
es que este acto lo conduce a deshonrarse a sí mismo. El de ideología humanista
trata de glorificar y honrar su cuerpo, pero más bien lo deshonra abiertamente
y hace de su desgracia un hecho público.
EL SEXO Y LA RELIGIÓN ESTÁN ESTRECHA E
INELUDIBLEMENTE LIGADOS EN TODA FE NO BÍBLICA.
Es el resultado religioso de la apostasía;
el hombre adora su propio mal sexual y exalta su desgracia como una forma de
vida. El hombre humanista adora «el momento» y convierte «el espíritu de
trasgresión» en un principio religioso. Tal fe no puede producir o perpetuar
una cultura; solo puede destruirla. Los hombres deben, bien sea reconstruir en
términos del Dios trino, o ser arados bajo su juicio y castigo.
11. EL ADULTERIO
El enfoque que el que sigue la
ideología humanista le da a las Escrituras es perverso en principio. Sistemáticamente
lee mal la Biblia. Por eso Hays escribe, respecto a la caída del hombre:
Para volver a la serpiente,
cuando Eva engaña a Adán, a quien la serpiente previamente le había dicho la
verdad, los ojos de la pareja primitiva son abiertos y «son como dioses,
sabiendo el bien y el mal». También se dan cuenta de que están desnudos y se
vuelven por primera vez sexualmente culpables; en otros términos, se inventó el
coíto.
La Biblia, dicen algunos, tiene
una opinión mala del sexo, en tanto que el hombre moderno tiene una opinión
saludable. Sin embargo, un connotado psicoanalista ha hallado que la opinión
moderna es más bien malsana.
La expresión «divertirse» se
vuelve en los Estados Unidos de América más y más sinónimo de tener relaciones
sexuales. Esta nueva connotación es sintomática de la degradación emocional del
proceso sexual. La experiencia sexual es en realidad muy seria, y a veces
incluso trágica. Si es solo diversión, ya no es divertida.
Se debe notar, todavía más, que
no solo se ha atacado la noción bíblica del sexo y el matrimonio, sino también
al cristiano por profesar esa noción. Muy temprano, «la enseñanza moral de los
misioneros cristianos sonaba como crítica de la vida privada de la familia
imperial, un ataque a la ley romana y a la moral de la sociedad romana».
Oímos mucho de la corrupción e
inmoralidad del clero medieval y muy poco de los muchos sacerdotes y monjes
fieles, ni tampoco a menudo se nos dice de los esfuerzos de personas inmorales
de esa era para subvertir al clero. Berthold observaba: «Las hijas jóvenes y
señoritas no piensan nada más que en cómo seducir monjes y sacerdotes». El motivo
de esta hostilidad es la ley bíblica y su insistencia en que solo las
relaciones sexuales maritales son legítimas y morales. El estándar bíblico del
matrimonio se ve como opresivo e innatural.
La fusión de personalidades,
incluso cuando evade el peligro de devorarse mutuamente, tropieza incluso con
otro conflicto en el patrón sexual básico mamífero. En general, la monogamia
fiel no parece ser un patrón natural, sino uno de fabricación social; incluso
así, es raro al punto de parecer casi anormal. De las ciento ochenta y cinco
sociedades analizadas en los Archivos de Aspecto de Relaciones Humanas de la Universidad
Yale, solo alrededor del cinco por ciento fueron monogamias en las cuales no se
permitía ninguna actividad sexual externa para los hombres o se la desaprobaba.
La fidelidad, así, parece difícil
para algunos eruditos, innatural y grandemente sobreestimada, y la insistencia
en ella es la causa de hipocresía, culpa, desdicha y matrimonios rotos. Todo
esto es el producto de la identificación de los individuos, porque la
infidelidad es una participación de una experiencia muy intensa con otra
persona que no es el principal compañero de amor de uno, y por consiguiente
rompe la fusión.
Incluso si la infidelidad se
esconde perfectamente, levanta en la persona barreras hostiles en lugares
oscuros en los cuales el otro no puede penetrar. El Dr. Abraham Stone ha
informado que en casi tres décadas de asesoramiento matrimonial ha hallado la
infidelidad casi siempre inocua, pero prácticamente siempre causa de
ocultamiento, culpa, y dificultades de interacción de la personalidad y amor
total.
No obstante, la incomodidad de la
fidelidad puede ser el precio al cual uno compra considerable felicidad y
estabilidad en el matrimonio.
En tal noción, hay en el mejor de
los casos una aceptación pragmática desdichada de la monogamia, y tal
perspectiva no puede inspirar fidelidad. No hay referencia aquí al significado
del matrimonio; solo a lo que el individuo puede obtener, al precio más barato.
Así, incluso lo que parece asentimiento a la ley bíblica subraya los principios
radicalmente diversos de la fe bíblica y la ideología humanista.
Cole escribe: «El cristianismo y
el psicoanálisis pueden concordar en que el patrón coital estándar de Rado, la inserción
del pene en la vagina antes del orgasmo representa la medida de la «sexualidad “normal”».
Aquí está una «medida de
sexualidad normal» sin ninguna referencia al decreto y palabra divinos, sino
solo a la relación entre el pene y la vagina. La sexualidad normal para el
cristianismo es sexualidad marital; el adulterio es una violación de esta
relación y un acto anormal, criminal, un
ataque al orden fundamental.
Al tratar con el matrimonio, el
séptimo mandamiento lo destaca como la palabra ley esencial: «No cometerás
adulterio» (Éx 20: 14; Dt 5:18). Esta misma ley se indica en varias formas; se
prohíbe en Levítico 18:20 y se la describe como contaminación. Se especifica que
el castigo por el adulterio es la muerte (Lv 20:10; Dt 22: 22).
A FIN DE VER EL ASUNTO EN PERSPECTIVA,
EXAMINEMOS LAS REGULACIONES PREMARITALES.
En muchas culturas se le prohíbe
el adulterio a la mujer, pero al hombre se le concede actitud licenciosa premarital
y postmarital. La práctica griega y romana aquí es bien conocida. En la cultura
china se consideraba el adulterio, antes del comunismo por lo menos, solo como
transgresión de la mujer. El hombre era libre para hacer lo que se le antojara.
Los niños que le nacían a un hombre de sus relaciones extramaritales se
llevaban a la casa del hombre, y la esposa tenía que aceptarlos. A veces se dice
que los estándares bíblicos eran similares; no hay evidencia de esta
afirmación.
EN TANTO QUE NO HAY LEY QUE TRATE
DIRECTAMENTE CON ESO, EL TENOR GENERAL DE LA LEY, LA EVIDENCIA DE PROVERBIOS, Y
EL NUEVO TESTAMENTO DEJAN EN CLARO LA POSICIÓN BÍBLICA.
Primero, como ya se anotó previamente, la
ley exigió el exterminio de los cananeos, sus cultos de fertilidad, y su prostitución
religiosa. El propósito de la ley es una tierra purgada de todos estos males.
La ley atendía una situación en donde estos males en particular no tenían
existencia; de aquí, no tenían existencia legítima.
Segundo, no solo que se debía eliminar a
las prostitutas cananeos, sino que no debía existir ninguna de origen hebreo.
El castigo se deja a las autoridades, pero la ley claramente prohibía la
existencia de prostitutas y sodomitas (prostitutos homosexuales) hebreos:
No contaminarás a tu hija haciéndola
fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad (Lv 19: 29).
No haya ramera de entre las hijas
de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel (Dt 23: 17).
El castigo para la hija de un
sacerdote que se hacía prostituta era la muerte (Lv 21: 9).
Tercero, en Proverbios se condena toda
sexualidad extramarital, y los consejos respecto a los males de la
prostitución, el adulterio y la sexualidad premarital se dan todos como
sabiduría antigua y como implícitos en la ley de Dios. Se declara la castidad
marital como el estándar (Pr 5: 1-23). Se la presenta, no como vida empobrecida,
sino como manantial de gozo y salud para el ser del hombre (Pr 5: 15-23).
Se condena en especial el
adulterio; la prostituta es una degenerada moral, pero la adúltera añade
perversidad a su mal: «La prostituta no busca más que un trozo de pan, pero la
mujer adúltera lo que quiere es una vida preciosa» (Pr 6: 26, LAT). El
adulterio es un fuego devorador (Pr 6: 20-35). Conduce a la muerte y a la ruina
(Pr 7:1-27). Las relaciones sexuales con prostitutas son malas, pero el
adulterio es mal y necedad culminantes. Todo esto Salomón lo enuncia como la
sabiduría de la ley.
Cuarto, el Nuevo Testamento prohíbe toda
relación sexual no marital, y las reales relaciones sexuales premaritales, por
consiguiente, por igual, sin ninguna otra preocupación aparte de indicar de
nuevo la ley bíblica para los convertidos griegos y romanos (Hch 15: 20, 29;
21: 25; Ro 1: 29; 1ª Co 5: 1; 6: 13, 18; 7:2, etc.). Cristo prohibió los
pensamientos que conducen a eso (Mt 5: 28).
Claramente, entonces, la ley
bíblica está diseñada para producir una sociedad de familia, y la transgresión
social central es atacar a la vida de la familia. El adulterio se coloca al
mismo nivel que el asesinato, en que es un acto asesino contra la institución
social central de cualquier cultura saludable. El adulterio sin castigo es
destructivo de la vida de la familia y del orden social.
De parte de la esposa, es
traición a la familia e introduce al hogar una lealtad ajena, como también una simiente
extraña. De parte del esposo, también es traición y deslealtad, y además socava
su propia autoridad moral. Un esposo moralmente limpio tiene confianza en su
autoridad y la ejerce en confianza dada por Dios.
El hombre culpable es menos capaz
de ejercer la autoridad y vacila entre la arbitrariedad y la aplicación de la autoridad.
El orden-ley de la familia es de una pieza, y la familia que la rompe en un
punto inevitablemente lo entrega en todos los demás puntos. Los arrestos por fornicación
y adulterio eran bajos en 1948; y ya en 1969 virtualmente habían desaparecido,
así como también mucho de la disciplina interna de la familia. Los comentarios
de Zimmerman en cuanto a las eras fuertemente de familia de la historia, o sea,
las eras de familias fideicomisarias, es interesante:
Así que en el período de
fideicomisarios, el adulterio, junto con uno o dos crímenes más, es el acto más
infame contra toda la sociedad (grupo emparentado que conecta a la persona con
la vida). Al esposo no lo castiga necesariamente su propia familia sino que
tienen que arreglárselas con la otra familia por sus pecados; así que en lugar
de aguantarlo, lo sujetan al abandono dañino y si la otra familia no lo mata,
debe huir por su vida al destierro perpetuo o hasta que se olvide el delito.
En el caso en que el esposo
comete adulterio con una mujer que no tiene familia inmediata, no hay nadie
para castigarlo excepto los parientes de la mujer (siempre y cuando su propia
familia no le exija cuentas), pero en muchos casos estas son simplemente las
personas que lo harán. Gregorio de Tours informa tales casos en el período de
fideicomisarios entre los franceses después de la declinación romana.
La familia es el custodio central
de la propiedad y de los hijos, dos aspectos básicos de
cualquier sociedad. Una sociedad saludable es la que protege a la familia porque
reconoce que su supervivencia está en juego.
Un aspecto de protección es
contra la violencia o violación sexual. Los textos que citan las leyes sobre la
violación y seducción son los siguientes: violación, Deuteronomio 22: 23-29;
seducción, Éxodo 22: 16, 17.
El castigo por la violación de
una mujer casada, o de una mujer desposada, era la muerte. La ley especifica
que se presumía consentimiento de parte de la mujer si ocurría «en la ciudad» y
«ella no gritaba», y entonces se daba por sentado que ella era una participante
en el adulterio antes que un acto de violación.
Como Lutero observó: «Se menciona
aquí a la ciudad por razón de ejemplo, porque allí habrían personas disponibles
para ayudarla. Por consiguiente el que ella no gritara revela que estaba siendo
disfrutada por voluntad propia». En otras palabras, «la ciudad» representa aquí
ayuda disponible; ¿se la pidió?
Los casos clasificados como
seducción son técnica y realmente casos de violación también; la diferencia es
que la muchacha en cuestión no está ni casada ni desposada.
¿Por qué, en tales casos, no se
invocó la pena de muerte? En los casos anteriores, el matrimonio ya estaba
contraído; la transgresión era tanto contra el hombre como contra la mujer, y
por consiguiente, se requería la muerte. En el caso de la soltera, no desposada,
la decisión descansaba en manos del padre de la muchacha, y, en parte, la muchacha.
Si el ofensor, citado simplemente
como seductor en Éxodo 22: 16, 17, y como violador en Deuteronomio 22: 28, 29,
es un esposo aceptable, entonces debía pagar 50 siclos de plata como dote y
casarse con ella, sin derecho a divorcio «por cuanto la humilló» (Dt 22: 29);
pero «Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme a la dote de
las vírgenes» (Éx 22: 17). Si de esta manera se rechazaba a un hombre como
esposo, a la muchacha se la compensaba por la transgresión para hacerla esposa
atractiva para otro hombre, viviendo como vendría con una doble dote, la propia
y su dinero de compensación.
Para entender el trasfondo de
esta ley, recordemos, primero, que el ordenley bíblico requiere la muerte de
los delincuentes y criminales incorregibles. El seductor o violador de una
muchacha no comprometida en matrimonio no era presumiblemente un adolescente
incorregible, aunque en este punto claramente culpable. Ninguna ganancia era
posible de esta transgresión.
Si se le permitía que se casara
con la muchacha, lo hacía sin derecho a divorciarse, y al costo de pagarle una
dote completa. Si se le rehusaba, todavía tenía que pagarle una dote completa a
la muchacha, pérdida considerable de su propio futuro.
En el matrimonio, la mujer estaba
protegida del abuso y difamación de parte del esposo. Si cuestionaba su
moralidad sexual, un ritual que claramente requería de verificación
sobrenatural revelaba la inocencia o culpabilidad de ella. Si la mujer culpable
de adulterio, moría una muerte lenta. Si era inocente, Dios la bendecía (Nm 5: 11-21).
Ella «sembrará su propia simiente» (Nm 5: 28, trad. literal), lo que quiere
decir todavía más que se le exige al esposo que cumpla toda sus obligaciones
con ella.
Si el esposo difamaba el carácter
de la mujer, aduciendo que ella no fue virgen cuando se casó con ella, se le
llevaba a la corte, junto con la esposa. Si la acusación era verdad, ella
moría; si la acusación era falsa, al hombre se le multaba 100 siclos de plata,
pagaderos al suegro, y perdía el derecho de divorciarse (Dt 22: 13-21). De esta
manera se protegía a la mujer en el matrimonio.
Legalmente se le garantizaba en
todo momento su alimentación, ropa, y «el deber conyugal», o sea, relaciones sexuales,
en el hogar de su esposo (Éx 21: 10). También se garantizaba que al esposo no
se le podía reclutar, «ni en ninguna cosa se le ocupará» que lo alejaría del hogar
durante el primer año de su matrimonio (Dt 24: 5).
Para volver ahora a la cuestión
del adulterio, la interpretación de Cole de la noción del Nuevo Testamento es
de interés particular:
El adulterio no era meramente la
violación de la casa de otro hombre, la transgresión de los derechos de otro
semejante varón, amenazando la seguridad de su línea de sangre, sino una
violación de su unidad con su esposa, una ruptura de su estado de «una carne»
(jenosis). Y el adulterio no era solo del cuerpo sino también del corazón,
«Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones» (Mateo 15: 19).
Puesto que esto era cierto, el
adulterio ya había sido cometido por una mirada de lujuria o un deseo
libidinoso (Mateo 5: 27-28).
Verdad de sobra, pero el
adulterio es en primera y última instancia una transgresión, como todo pecado
lo es, contra Dios y su orden-ley. Como David correctamente confesó: «Contra
ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Sal 51: 4).
Todo pecado es esencialmente contra Dios, y de aquí que en las transgresiones
sexuales no se puede marginar el énfasis centrado en Dios.
EL CASTIGO POR EL ADULTERIO EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO ERA CLARAMENTE LA MUERTE.
¿CUÁL ES EL CASTIGO EN EL NUEVO
TESTAMENTO?
El incidente de la mujer
sorprendida en adulterio (Jn 8: 1-11) a menudo se ha considerado en este
contexto, pero sin pertinencia. Primero,
Jesús rehusó que se le hiciera juez de asuntos legales, en este caso y
en el asunto de la heredad cuestionada (Lc 12: 13, 14). Como Señor de gloria, rehusó
que se le reduzca a juez de paz. Segundo,
Jesús dejó en claro que el juez debe tener manos limpias, o de otra
manera queda descalificado para juzgar: «El que de vosotros esté sin pecado sea
el primero en arrojar la piedra contra ella» (Jun. 8: 7).
Claramente, por pecado él quería decir aquí
adulterio. Y, su desafío fue, ¿se atreven a condenarla sin condenarse ustedes
mismos? Temiendo el conocimiento y juicio de Jesús, ellos se fueron. Tercero, cuando la mujer culpable lo
reconoció como «Señor», él la perdonó y la despidió (Jn 8: 10, 11). Este perdón
fue un perdón religioso, no un
juicio civil. Él no interfirió,
con esto, en ningún acto que el esposo pudiera tomar para disolver el
matrimonio.
A un asesino se le puede asegurar
religiosamente el perdón y sin embargo con todo ejecutarlo; confundir el perdón
religioso y civil es un error serio. Acán confesó su culpa ante la apelación
religiosa de Josué, pero con todo lo ejecutaron (Jos 7: 19-26). De este modo,
el incidente de la mujer sorprendida en adulterio, aunque importante con
respecto a la gracia, no es pertinente a la cuestión legal. Se puede añadir que
la pena de muerte había dejado de imponerse por el adulterio, y el intento de
forzar a Jesús a que dictara juicio fue un esfuerzo por abochornarlo.
Si él negaba la pena de muerte,
su declaración de que él había venido a cumplir la ley (Mt 5: 17, 18) sería
cuestionada; y si afirmaba la pena de muerte, él afirmaría una posición
altamente impopular. Jesús, en retorno, los juzgó a ellos; los inicuos no
pueden imponer la ley, y ellos eran inicuos.
La falta de todo orden civil en
este respecto aparece en Hebreos 13: 4: «Honroso sea en todos el matrimonio, y
el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará
Dios». Dios debe juzgarlos, pero la sociedad entonces no lo hacía. El juicio de
Dios es ineludible, por más que el juicio del hombre esté ausente. Pero, ¿cuál
fue el juicio de Dios respecto al adulterio?
EL TEXTO CRÍTICO ES 1A
CORINTIOS 5, MUY DIFÍCIL EN CUANTO A ALGUNOS DETALLES.
Primero, el caso en cuestión es un miembro
que «tiene como mujer a la esposa de su propio padre» (1 Co 5:9, PDT). En términos de Levítico 18: 8, esto era
incesto y exigía la pena de
muerte. Pablo dice con claridad que este pecado es una transgresión incluso entre los gentiles.
Segundo,
aunque es
claramente incesto en términos de la ley bíblica, San Pablo no trata del asunto legalmente como caso de incesto.
Él deja en claro, en el v. 1,
que es incesto, sin embargo. Más bien, al hombre se le da el título general de «fornicario», que cubre una variedad
de transgresiones (1a Co 5: 9, 11). Puesto que el padre al parecer todavía estaba
vivo, dado que a ella se la menciona como «la mujer de su padre», y no viuda, la transgresión del hombre con su
madrastra es adulterio tanto como
incesto. El término «fornicario» cubre ambos factores pero es menos específico.
Tercero, San Pablo les ordena: «el tal sea
entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea
salvo en el día del Señor Jesús» (1a Co 5: 5). Craig tiene razón al
interpretar esto como la pena de muerte. Así que la pena de muerte es claramente
la ley de Dios para el incesto y para el adulterio. La iglesia, sin embargo, no
puede ejecutar a un hombre; la pena de muerte no le pertenece a la iglesia. La
iglesia, sin embargo, debe en efecto pronunciar la pena de muerte al entregar
al hombre a Satanás; o sea, retirarle la protección providencial de Dios, y así
el hombre puede arrepentirse y ser redimido. Cuarto, la iglesia, sin embargo, tiene la obligación de actuar, mientras
tanto.
Debe limpiarse «de la vieja
levadura»; no debe asociarse con fornicarios dentro de la iglesia, «con el tal
ni aun comáis. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros» (1a Co
5: 6-13). Puesto que a la mujer no se la incluye en el juicio, se puede dar por
sentado que ella no es cristiana y por consiguiente no está sujeta a la disciplina
de la iglesia. El arrepentimiento del ofensor podía después de una temporada
posiblemente restaurarlo a la comunión de la iglesia, pero siempre como alguien
con una reconocida sentencia de muerte sobre él.
De este modo, a la iglesia se le
da ayuda legal realista para vérselas con el problema de transgresiones
capitales en una sociedad que no las reconoce como tales, porque se reconoció
realistamente que este era un problema serio para la iglesia. Un orden-ley
santo restaurará la pena de muerte, pero la iglesia debe vivir objetivamente
con su ausencia y protegerse. El juicio apropiado de la iglesia a la vez
reconoce la pena de muerte y actúa en términos de la realidad presente.
La iglesia primitiva actuó en
términos de esto. Se juzgaba severamente el adulterio y a los adúlteros se les
recibía de nuevo en la comunión de la iglesia solo en los términos más
rigurosos.
EN ALGUNAS REGIONES, PREVALECÍA LA
EXCLUSIÓN TOTAL, PERO ESTO NO FUE GENERAL.
El mundo en el que penetró la
iglesia tenía una variedad de actitudes hacia el adulterio, desde la tolerancia
hasta la mutilación salvaje. En la Polonia precristiana, «se llevaba al
criminal a la plaza, y se le sujetaba por los testículos con un clavo; se ponía
una cuchilla a su alcance, y él tenía la opción de ejecutar justicia sobre sí
mismo o permanecer donde estaba y morir». En Roma, «Teodosio instituyó la
espantosa práctica de violación sexual pública, la que, sin embargo, pronto
abolió».
Al presente, muchos sostienen el
adulterio como el curalotodo para una variedad de problemas psicológicos. Un
profesor de psiquiatría de la Universidad Temple ha recomendado enredos
amorosos como solución a algunos problemas. Tan temprano como 1929, un
investigador halló que una causa común del adulterio entre las mujeres era la
creencia de que se perderían algo de la vida si no participaban en el adulterio.
El Dr. G. V. Hamilton, que hizo el estudio, informó, según Sherrill:
Una gran porción de estas mujeres
que estaban teniendo aventuras fuera del matrimonio no lo hacían debido a algún
factor temperamental. No era más difícil para ellas que para otras ser castas,
ni tampoco derivaban alguna satisfacción psíquica inusual de sus aventuras. Más
bien, parecía que seguían este curso de acción porque sintieron que debían
poner en práctica conceptos que se habían formado de la «libertad conyugal».
Debido a que el estado está
entremetiéndose cada vez más en las dos responsabilidades sociales básicas de
la familia, la custodia de la propiedad y de los hijos, está relegando el
adulterio al campo de las cosas periféricas y relativamente sin importancia.
No es sino cuando la autoridad de
la familia en este aspecto se restablezca que el adulterio volverá de nuevo a
ser una amenaza a la sociedad antes que una forma de entretenimiento. Al presente
se ve el adulterio como un asunto personal y como una cuestión de experiencia y
placer personal, y nada más.
En todas las culturas en donde ha
existido la autoridad de la familia sobre la propiedad y los hijos, o se ha
restablecido, el adulterio ineludiblemente se vuelve uno de las transgresiones
más temidas, y hay una larga historia de torturas y represalias brutales contra
los ofensores. La relación es ineludible: en donde una transgresión es traición
contra la sociedad, se imponen penas particularmente severas.
La respuesta bíblica, pues, es restablecer
a la familia en sus funciones, protegerla en su integridad, y entonces castigar
a sus ofensores. En una sociedad saludable, la traición es un crimen raro. En
un orden-ley verdaderamente bíblico, el adulterio también será raro. Con la
opinión presente al contrario, a menudo ha sido raro en el pasado, y no común
en Irlanda en el día presente, según Gray.
Una nota final. La iglesia
primitiva tenía un serio problema: su obligación de defender la ley en una edad
sin ley. Los hombres cuyas transgresiones requerían la pena de muerte, como en
el caso de la iglesia de Corinto, siguieron vivos, y su retorno a la iglesia
después del arrepentimiento presentó problemas. En donde la ley bíblica
requería restitución, el asunto era relativamente sencillo, pero, ¿qué de las
transgresiones que exigían la muerte?
La aceptación en base a una
declaración sencilla de arrepentimiento era hacer de estas transgresiones más
leves en sus consecuencias que muchas transgresiones menores. Como resultado,
evolucionó el sistema de penitencias. Los protestantes, que están acostumbrados
solo a ver sus recientes abusos flagrantes, casi siempre no ven su salud
anterior, y su fuerza como instrumento de ley. De los adúlteros se exigían
actos de penitencia, por ejemplo, no como
obra de expiación, sino como actos prácticos de santificación.
La penitencia servía a un
propósito doble. Primero, demostraba la sinceridad de la profesión de
arrepentimiento. Segundo, constituía una forma de restitución. La penitencia
era entonces un paso firme hacia el restablecimiento de un orden-ley que el
estado había negado.
12. EL DIVORCIO
El matrimonio en las Escrituras
es la unión voluntaria de dos personas, un hombre y una mujer; aunque los
matrimonios por lo común eran arreglados, también se conseguía el
consentimiento. Sin el consentimiento, la unión siempre es en efecto violación.
Calvino y Lutero recalcaron el hecho del consentimiento mutuo como necesario
para un matrimonio válido en su consideración del episodio de Jacob y Lea.
Se puede preguntar entonces por
qué Jacob aceptó a Lea. La respuesta es que él estaba en una situación
coactiva. Labán lo había avergonzado y se había aprovechado de él, porque sabía
que Jacob no tenía recurso legal como extraño.
En un sentido, fue una violación
de Jacob, que no podía hacer otra cosa excepto protestar o huir, pero no podía
demandar con éxito sus derechos legales.
LA UNIÓN INCLUYE CONSENTIMIENTO MUTUO; LA DISOLUCIÓN DE UN MATRIMONIO NO.
La forma más común del divorcio
es por muerte. Esta no podía
ser solo muerte natural, que no es estrictamente un divorcio, sino también una
ejecución legal, que divorcia al culpable de la vida, la sociedad y su cónyuge.
Los que eran misioneros de sectas idólatras estaban sujetos a la muerte y por
consiguiente al divorcio (Dt 13: 1-11). La ley pre-mosaica–requería la muerte
por el adulterio, como muestra el incidente de Tamar (Gn 38: 24); David la
esperaba por su propio pecado (2a S 12:5), y requería una palabra
del Señor, el mensaje de Natán: «No morirás» (2a S 12:13) para
evitar esa sentencia.
En algunas culturas no hay
divorcio por muerte en matrimonios sellados, como lo atestigua el mormonismo.
En otras sociedades se sacrificaba a la esposa (como en el hinduismo hasta
recientemente) para evitar un nuevo matrimonio o que continúe la vida separada
de su cónyuge.
La ley mosaica y nuestro Señor (Mt
22: 23-33) se negaron a reconocer tales costumbres al dar permiso para un nuevo
matrimonio y al limitar el matrimonio a este estado mortal.
Para volver al divorcio por
muerte, la ley bíblica divorciaba del inocente a la parte culpable mediante la
muerte por muchas transgresiones. Algunas de las leyes por las que una mujer
podía divorciarse por muerte y volverse a casar son las siguientes, todas las
cuales requieren la pena de muerte para el hombre:
1.
Adulterio: Dt 22: 20-25; Lv 20: 10.
2.
Violación: Dt 22: 25, 26.
3.
Incesto: Lv 20: 11, 12, 14, 17.
4.
Homosexualidad o sodomía: Lv 20: 13 (18: 22).
5.
Bestialismo: Éx 22: 19; Lv 18: 23; 20:15; Nm 35: 16-21.
6.
Asesinato premeditado: Éx 21: 12, 14; Nm 35: 16-21.
7.
Golpear a padre o madre: Éx 21: 15.
8.
Muerte de una mujer por aborto debido a ataque o golpes: Éx 21: 22, 23.
9. Sacrificar a los hijos a
Moloc: Lv 20: 2-5.
10.
Maldecir a padre o madre: Éx 21: 17; Lv 20: 9.
11.
Secuestro: Éx 21: 16.
12.
Hechicería: Lv 20: 27 (Dt 13: 1-11).
13.
Ser profeta falso o soñador: Dt 13: 1-5; 18: 20.
14.
Apostasía: Dt 13: 6-16; 17: 2-5.
15.
Sacrificar a otros dioses: Éx 22: 20.
16.
Rehusar acatar la decisión de jueces: Dt 17: 12.
17.
Blasfemia: Lv 24: 16.
18.
Profanación del sabat: Nm 15:32-36 (Esto aparece, no como parte de la legislación,
sino como una instancia especial en el desierto).
19.
Transgresión del pacto: Dt 17:2-5.
El divorcio por muerte lo
obtenían los hombres debido a las siguientes penas de muerte que se citan para
las mujeres, y era denuncia obligatoria para el creyente (Dt 13: 1-11):
1.
Falta de castidad antes del matrimonio: Dt 22: 21.
2.
Adulterio después del matrimonio: Dt 22: 22-23; Lv 20: 10.
3.
Prostitución de la hija del sacerdote: Lv 21: 9.
4.
Bestialismo: Lv 20: 16; 18: 23; Éx 22: 19; Dt 27: 21.
5.
Ser hechicera o bruja: Éx 22: 18; Lv 20: 27.
6.
Transgresión del pacto: Dt 17: 2-5.
7.
Incesto: Lv 20: 11, 12, 14, 17.
Es bien evidente que la lista
para los hombres es mucho más larga. Claro, algunos de los asuntos en la lista
para los hombres incluyen también a las mujeres. Una mujer culpable de
homicidio sufría la pena de muerte. Varias otras transgresiones también se
deben aplicar a las mujeres.
Pero, igualmente claro, muchas de
estas transgresiones eran masculinas, porque implicaban mayor fuerza y
fortaleza. Por ejemplo, la violación y el secuestro son casi por entero delitos
masculinos. A los hombres, por consiguiente, era más probable que se les
asignara la pena de muerte debido a su posición de autoridad. Esto es en
términos del principio bíblico que, mientras mayor el privilegio y autoridad,
mayor la responsabilidad y la culpabilidad, como en Levítico 4, en donde los
sacrificios por el pecado se hacen en proporción al estatus y responsabilidad
del pecador.
Jesús también se refirió a este principio:
«Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco;
porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que
mucho se le haya confiado, más se le pedirá» (Lc 12: 48). Se debe notar que la
ignorancia no excusa el pecado ni elimina el castigo, sino solo lo reduce; y la
responsabilidad de igual manera aumenta la culpabilidad. El pecado de un
miembro de la familia no puede condenar a los demás. «Los padres no morirán por
los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado» (Dt 24: 16).
El divorcio por muerte hacía
posible un nuevo matrimonio, y dejaba en libertad al cónyuge inocente de la
esclavitud de una persona culpable o contaminada.
Una segunda forma de divorcio
aparece en la legislación mosaica: divorcio por ruptura de la ley marital, como
por ejemplo no proveer alimento, ropa y las relaciones sexuales debidas:
1.
Mujeres cautivas: Dt 21:10-14.
2.
«Esclavas» hebreas, o mejor, siervas: Éx 21:1-10.
3.
La implicación es que, si la ruptura del contrato de proveer se aplica a las siervas,
se aplica como base para el divorcio a las esposas con dote.
San Pablo se refirió a esta ley
en 1 Corintios 7:3-5, en donde se especifica el requisito de relaciones
sexuales y de todo «el deber conyugal» (o «los deberes propios del matrimonio
[VP]»). San Pablo habló del hecho de no cumplir las responsabilidades sexuales
de los matrimonios como defraudar al cónyuge. (También se puede describir, como
se ha visto, como una forma de deserción). La referencia a Éxodo 21:1-10 es
clara; San Pablo hablaba en el contexto de la ley bíblica.
Un tercer tipo de divorcio se
implica, impuesto por las autoridades, como Nehemías, en el caso de matrimonios
de consanguinidad o mixtos:
1.
Se prohíben matrimonios mixtos: Dt 7: 1-3; Éx 34: 12-16; Nm 25: 6-8.
Se exige el divorcio: Neh 9:2;
13:23-27; Mal 2: 14.
2.
Se prohíbe la consanguinidad: Dt 22:30; 27:20-23; Lv 18:6, 18; 20:11, 12, 14,
17, 20, 21.
También se especifica un cuarto
tipo de divorcio, mediante un escrito o carta de divorcio, dada por el esposo a
la esposa:
1.
Carta de divorcio: Dt 24:1-4.
2.
Se citan cartas de divorcio en Jer 3: 8, Is 50: 1, y se hace referencia a
mujeres divorciadas en Lv 21: 14; 22: 13; Nm 30: 9 en el Antiguo Testamento.
En Jeremías 3: 8 e Isaías 50: 1
tenemos un vislumbre del significado de una carta de divorcio, en el divorcio
anunciado por el mismo Dios de su pueblo escogido, y el divorcio aquí por
cierto no se ve como un mal a
duras penas tolerado, como algunos lo dirían. La carta de divorcio, o escrito
de expulsión o repudio no era
el mal sino que lidiaba con el mal. En
Isaías 50:1 (en donde la madre y los hijos son uno, como J. A. Alexander lo ha
señalado), la causa son las iniquidades y transgresiones.
«La idea general de rechazo va
dos veces vestida de ropa figurada, primero por emblemas prestados de la ley y
la costumbre de prisión por deudas» En Jeremías 3:8, la traición de Judá
se llama adulterio y base para el divorcio de parte de Dios como lo había sido
para Israel. Pero, más específicamente, Judá, la esposa, ha contaminado, profanado,
paganizado el hogar marital, la tierra de Dios (Jer 3: 9), mientras que en hipocresía
aparentaba reformas de tiempo en tiempo (v. 10). El divorcio de Israel se había
debido a la apostasía abierta, la infidelidad abierta (vv. 6-8).
Pero la causa para el divorcio de
Judá no era la apostasía abierta si no la traición secreta bajo el disfraz de obediencia
sincera y fiel (vv. 9, 10). La nación adúltera buscaba su propio albedrío y solo
daba servicio hipócrita de labios para afuera a Jehová, su Esposo del pacto.
En Deuteronomio 24: 1-14 la base
para el divorcio está estrechamente relacionada con esto. Cuando la ley habla,
habla sobre una situación, pero en la santidad de Dios; habla todavía más a los
hombres que aman la ley y procuran obedecerla, no para dar a los hipócritas e
impíos una excusa. Si la mujer no halla gracia a ojos de su esposo, es con
referencia, no al capricho del esposo, sino a los estándares santos del esposo
como guardador del pacto y portador de la imagen.
La ley es una parte del pacto; el
esposo es uno que guarda el pacto y es portador consciente de la imagen del
Señor del pacto, o no tiene interés en la ley. (El uso errado farisaico de la
ley, por supuesto, vino más tarde). Por consiguiente, la base para el divorcio aquí
es algo «indecente» que se halla en la esposa. De paso, se puede comentar que se
ha hecho mucho del hecho de que el propósito de esta ley en particular no es establecer
el divorcio, sino evitar el nuevo matrimonio de la divorciada después de que ha
quedado viuda o divorciada.
Pero, verdad como es esto en un
sentido limitado, subsiste el hecho de que el divorcio se daba por sentado con
tanta facilidad, y se lo legaliza moralmente por su inclusión en la ley.
Todavía más, Dios da por sentado que tiene también la santa prerrogativa de
expulsar a Israel y a Judá.
Por cierto, el divorcio es parte
de un orden de pecado, pero no menos correcto a propósito al tratar con ese
orden pecador. La guerra es también parte de un orden de pecado, pero no menos
correcta bajo circunstancias santas, y el derecho de la espada en ningún
sentido se contiene meramente porque la guerra pertenece al estado de pecado.
Difícilmente un aspecto de nuestra vida se puede separar de este orden de
pecado en algún sentido pleno, pero la ley habla a los que guardan el pacto en
un mundo de pecado, y no a los hombres que están en el cielo.
Los esfuerzos por asociar lo
indecente o indecoroso de Deuteronomio 24: 1 con el adulterio o falta de
castidad de por sí han fracasado. En tales casos, el divorcio por muerte
seguía. La palabra indecencia de algo definitivamente implica una transgresión seria;
se usa en otras partes en cuanto a la exposición vergonzosa del cuerpo (Gen 9: 22;
Éx 20: 26; Lm 1: 8; Ez 16: 36, 37), en Levítico 18 en cuanto a prácticas
sexuales ilícitas o anormales, y en Deuteronomio 23: 14 en cuanto al excremento
humano.
Por supuesto, no se refiere a
asuntos triviales sino a algo impío, aborrecible y repulsivo para el esposo
guardador del pacto que buscaba dirección en la ley.
La respuesta a su significado es
un nuevo examen de la listas de divorcio por muerte. La lista para las mujeres
es más breve. ¿Quiere esto decir que ciertos pecados quedaban sin castigo en
las mujeres? La especificación del homosexualismo es definitivamente masculino
(Lv 20: 13), y a los prostitutos homosexuales se les llaman «perros» (Dt 23:
18; Fil 3: 2; Ap 22: 15). ¿Debemos concluir que este pecado, citado por Pablo
como evidencia culminante de apostasía e incredulidad (Ro 1: 26.27), se
condonaba en las mujeres? ¿No deberíamos más bien concluir que esto constituía
una indecencia o impureza en la mujer? Su castigo era menor que el del hombre
en la mayoría de casos debido a que su responsabilidad también era menor.
De nuevo, al hombre que
desobedecía a las autoridades más altas y rehusaba a seguir sus decisiones se le
sentenciaba a morir. ¿Qué pasaba con una mujer que desobedecía a su autoridad
más alta, a su esposo? ¿No era impuro en ella? Cuando Agar se insubordinó con
Sara, Dios respaldó la decisión de Sara de expulsarla. Entonces, ya vemos que
aparecen dos categorías importantes.
En el hombre, la homosexualidad
le daba a la mujer un divorcio por muerte; y en la mujer era impureza. En el
hombre, la insubordinación de nuevo significaba muerte; en la mujer, era
impureza. El testimonio de Jeremías 3: 8 e Isaías 50: 1 respeto a cartas de
divorcio apoya esta correlación de insubordinación y rebelión. Jeremías 3: 8-10
en particular.
Un análisis cuidadoso de todos
los pasajes pertinentes implica que la desnudez o indecencia en la mujer no se
debía determinar en términos del capricho del hombre, sino en relación a su
papel como el hombre del pacto y portador de la imagen.
La interpretación protestante
ampliamente extendida de la doctrina del NT en cuanto al divorcio limita la
base reconocida del adulterio, en base a Mt 19: 9, y al abandono, 1ª Corintios
7: 8-24. Muchos lo limitarían solo al adulterio. El hecho curioso en cuanto a
esta interpretación es que se basa
solo en una palabra, ¡y esa palabra no es adulterio!
EXAMINEMOS LOS PASAJES RELEVANTES:
1.
Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de
fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada,
adultera (Mt 19: 9).
2.
Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de
fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete
adulterio (Mt 5: 32).
La palabra fornicación la NVI la
traduce como «infidelidad conyugal», y Hugh J. Schonfield como «adulterio». La
mayoría de los comentaristas en efecto
la traducen adulterio. Pero
las dos palabras son diferentes: porneia
(fornicación) y moiqueia
(adulterio, Mt 15: 19; cometer adulterio, moicaomai, Mt 19: 9). S
i Jesús hubiera querido equiparar la fornicación con el
adulterio, no habría sido necesario que usara una palabra que pudiera llevar a
un malentendido. No se dice que
la fornicación es adulterio, sino que el hecho de casarse con
una mujer divorciada por una base que
no sea la fornicación es adulterio. Las dos palabras son diferentes,
separadas y distintas. De nada sirve, por consiguiente, insistir en que el
asunto no es quedarse «desconcertado» por ello, y que lo que Jesús quería decir
era que la fornicación «de parte de una mujer casada no es solo fornicación
sino adulterio en el sentido específico, por la razón sencilla de que
constituye infidelidad sexual a su esposo».
Todo tipo de relación sexual de
una mujer con un hombre que no sea su esposo aunque pudiera ser también
incesto— siempre es adulterio; si lo que se quería decir eran solo tales
acciones, y constituir los límites del significado a este enunciado, la única palabra que se podría usar
legítimamente es adulterio, no fornicación.
Si, sin embargo, se quería decir
algo más que el adulterio, el homosexualismo, por ejemplo, entonces se tenía
que usar una palabra diferente y de significado más amplio que el adulterio, y
así lo fue. Las Escrituras nunca son
dadas al uso ocioso de palabras,
o a su uso al descuido. Pablo puso el peso de la doctrina en la forma
singular de «simiente» (Gá 3: 16). Jesús mismo estableció la doctrina de la
resurrección en el mismo tiempo del verbo en su respuesta a los saduceos (Mt
22: 23-33).
Nadie que fuera tan preciso en su
lectura de las Escrituras habría usado palabras al descuido, y, si hubiera
querido decir solo adulterio, habría usado la palabra adulterio y ninguna otra. Puesto que para una persona
casada todo acto de relación sexual
extramarital con una persona del sexo opuesto se puede describir como
adulterio, usar una palabra
diferente a adulterio quiere decir que, además del adulterio, ciertos actos descritos como fornicación e incluidos
en ese término constituyen base válida para el divorcio. Reducir el significado de fornicación al adulterio
es violentar el texto y dar una distinción de no pequeña importancia nula e
inválida. ¿Qué es, entonces, el significado de fornicación?
EXAMINEMOS SU USO EN EL NT QUE COMO
MEDIO DE ASEGURARNOS DE SU SIGNIFICADO:
1.
Podemos ver de inmediato que es distinta del adulterio, y un término más incluyente,
en Mateo 15: 19, en donde se nos mencionan ambos como procediendo del corazón:
«los adulterios, las fornicaciones». Vea también Marcos 7: 21.
2.
Aparece con frecuencia en un sentido que quiere decir relaciones sexuales ilícitas
en general y lujuria, y algunos la traducen a veces como prostitución.
Romanos 1:29 se refiere a los
pecados sexuales en general. 1ª Corintios 6: 13.18 se refiere en parte a
relaciones con prostitutas (vv. 15, 16) pero tiene una referencia más amplia a
los pecados sexuales.
En 1ª Corintios 7:2 quiere decir
adulterio y desórdenes sexuales, mentales o físicos, mediante la continencia
forzada, y malas relaciones entre esposo y esposa debido a continencia forzosa.
2ª Corintios 12:21 lo asocia con
una forma de inmundicia y lascivia, pero distinta. Gálatas 5:19, 21 lo asocia
pero no lo iguala con una larga lista de obras de la carne, incluyendo el
adulterio, la inmundicia y la vida licenciosa.
Efesios 5:3 la menciona con la
inmundicia y la codicia como cosas que no se deben mencionar, mucho menos
hallarse entre los santos. Colosenses 4: 5 la menciona como una de las cosas
que hay que hacer morir, y de nuevo la distingue de la inmundicia.
1ª Tesalonicenses 4: 3;
abstenerse de la fornicación tiene como su lado positivo mantener el
instrumento de uno en santificación y honor.
Apocalipsis 9:21, aquí se le
menciona como uno de los pecados impenitentes de los no regenerados, incluyente
de todos los pecados sexuales.
Juan 8:41, en donde se usa para
referirse al adulterio o a las relaciones sexuales ilícitas entre personas no
casadas, que puede resultar en un nacimiento ilegítimo.
Por lo tanto, aunque la palabra
incluye el adulterio, la inmundicia, la lascivia y la prostitución, en estas
instancias es más amplia en significado y distinta de estas palabras, y se
puede usar y frecuentemente se ha usado junto con ellas sin repetición de
significado.
3.
Se usa específicamente para referirse al incesto, según se cita en Levítico
18:8 y 20:11, en 1ª Corintios 5:1. Por implicación, entonces, el término
incluye los matrimonios prohibidos en la ley mosaica, y todas estas relaciones
sexuales que indica esa ley, Levítico 18; 20:10ss., etc. La prohibición de la
consanguinidad, pues, se respalda.
4.
En Hechos 15: 20, 29 y 21: 25 se refiere a la relación sexual ilícita, aunque unos
pocos han visto una referencia más amplia. La actitud licenciosa sexual a la
que más adelante se refiere en 1 Corintios era el tipo de conducta en mente en
el Concilio de Jerusalén.
5.
Así como en el Antiguo Testamento la infidelidad tipificaba el abandono del Dios
verdadero para adorar ídolos, la fornicación se usó en Apocalipsis 2: 21; 14: 8;
17:2, 4; 18: 3 y 19: 2 para describir la rebelión e insubordinación contra Dios,
y la religión y vida de tal rebelión.
En 2: 21 tal vez la referencia
sea a prácticas sexuales ilícitas. Pero Lenski se refiere a 2: 21, la
fornicación de Jezabel en Tiatira de esta manera: «Tomamos la frase “de su
fornicación” en un sentido amplio que como incluyendo toda su enseñanza y todas
sus obras correspondientes». En 14:8 Lenski la ve como significando «la
adoración de la bestia blasfema» en imágenes tales como las que usa Isaías
57:3-12.
6.
Estos varios usos se reflejan en la Septuaginta en pasajes tales como los
siguientes: Génesis 38: 24; Oseas 1: 2; 2:2, 4, 12; 1ª Crónicas 5: 25; Ezequiel
23: 19. En Jueces 19: 2 tenemos una lectura muy interesante, que, si es
acertada o no con respecto al original, eso no es nuestra preocupación
presente.
PERO EN EFECTO, SIN EMBARGO, REFLEJA
EL USO Y COMPRENSIÓN GRIEGOS DE LA FORNICACIÓN.
La Septuaginta omite toda referencia
a infidelidad, y la Caldea suaviza «le fue infiel» por «le despreció». Lange
sugirió: «Y la concubina deseó a otros
además de él mismo. La
concubina tenía una disposición no casta. Esta es solo una expresión más fuerte
de lo que los modernos quieren decir cuando con atenuación paliativa dicen: “No
amaba a su esposo”.
Su sensualidad no se satisfacía con
el levita. De esta manera el narrador explica la base para que ella lo dejara».
En cualquier caso, como Lange destacó, el levita actúo en violación a Levítico
21:7. Este pasaje es de interés en particular debido al uso que hizo de él
Grocio, y, después de él, John Milton, que escribió:
Grotio muestra que la fornicación se toma en las
Escrituras como tendencia a desprecio claro del esposo, y lo demuestra en
Jueces 19: 2, donde dice que la esposa del levita hizo de prostituta contra él;
lo que Josefo y la Septuaginta, con la
Caldea, interpretan solo como obstinación y rebelión contra su esposo; y a esto
añado que Kimchi, y los dos otros rabíes que añaden notas marginales, tienen la
misma opinión.
Gerson razona que si hubiera sido
prostitución, un judío y un levita hubieran rehusado ir a buscarla de nuevo; y
a esto yo debo contribuir, que si hubiera sido prostitución, ella hubiera
escogido cualquier otro lugar adonde huir que a la casa de su padre, pues era
infame, y con ello oprobioso para sus padres, que una hebrea se hiciera prostituta.
La fornicación, entonces, en este lugar de Jueces se entiende por desobediencia
obstinada contra el esposo, y no adulterio.
El relato de este incidente en
Josefo lo pone en un contexto de afeminamiento, lujo y placer nacionales. La
corrección de esta versión no es nuestra preocupación, pero sí lo es el reflejo
del uso prevaleciente de la palabra fornicación. Se debe añadir que la versión
Berkeley en inglés traduce Jueces 19:2: «Su concubina se portó como una
prostituta y se volvió a vivir en la casa de su padre en Belén de Judá por
cuatro meses», y en las notas al pie de página de este versículo de esta manera:
«El abandono de su cama y alimentación era a veces razón para llamarla “prostituta”,
como el hebreo aquí intima».
SE PUDIERA OBJETAR QUE LA PALABRA
ADULTERIO SE USA EN UN SENTIDO SIMILAR EN EL NT. HAY TRES DE TALES POSIBLES
USOS:
Primero, en Mateo 12: 39; 16: 4 y Marcos 8: 38, hallamos el uso de
«generación adúltera».
Segundo, en Santiago 4: 4 leemos de «adúlteros y adulteras», posiblemente
literal en referencia, pero probablemente no.
Tercero, en Apocalipsis 2:22, en donde se refiere al adulterio de Jezabel,
de nuevo cuestionable en significado. El adulterio en su mayor parte se limita
más específicamente a la violación sexual del pacto matrimonial en tanto que
fornicación por lo común tiene un significado más amplio. Si Jesús se hubiera
referido a un pecado exclusivamente físico, sexual, de personas casadas, la
palabra adulterio lo hubiera
descrito. Fornicación en el sentido físico habría sido, entonces, uso inapropiado
en cuanto a personas casadas pero, en su sentido más amplio, lo liga estrechamente
con la ley mosaica.
Examinemos entonces Mateo 19:2-9
en términos de su significado total o comprehensivo:
1.
Los fariseos se acercaron a Él con una pregunta capciosa sobre el matrimonio y
el divorcio destinado a enredarlo en una discusión peligrosa sobre un asunto controvertido.
Él ya los había acusado anteriormente de autojustificación, de tener corazones
llenos de abominación y tratar de dejar a un lado la ley con su concepto de
divorcio, al declarar: «Más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se
frustre una tilde de la ley» (Lc 16: 14-18). Jesús anteriormente también había
dejado en claro su posición respecto a la integridad de la ley (Mt 5: 17- 20).
Él vino, no como destructor ni innovador, «sino para cumplir».
2.
La pregunta capciosa de aquellos revelaba su presuposición: «¿Es lícito al hombre
repudiar a su mujer por cualquier causa?» (Mt 19: 3). En realidad, su concepción
básica del matrimonio y divorcio se derivaba, no de la ordenanza de la
creación, sino de Deuteronomio 24: 1. Ese pasaje, al decir «si no le agradare por
haber hallado en ella alguna cosa indecente, se refiere al hombre del pacto,
cuya doctrina del matrimonio se apega en fidelidad a la ordenanza de la creación.
Este hecho los rabinos lo reconocían y lo usaban mal, pues declaraban el
divorcio en el sentido apropiado como privilegio solo de Israel y no de los
gentiles.
Las escuelas de Shamai y Jillel
concordaban en este punto y por lo tanto estaban completamente opuestas a la
enseñanza de Cristo. Aunque la pérdida de la dote por parte de la esposa se
reservaba para ciertas transgresiones el divorcio era un derecho y privilegio
del hombre de Israel en ambas escuelas. Como Edersheim observó:
«La ley judía permitía el
divorcio por casi cualquier cosa; la diferencia no estaba en cuanto a lo que era
legítimo, sino en cuanto a en qué base debe el hombre poner la ley en
movimiento, y hacer uso de la libertad absoluta que se le concedía. De aquí que
es un serio error de parte de los comentaristas poner la enseñanza de Cristo
sobre este tema del lado de Shamai».
La escuela de Jillel concedía el
derecho de divorciarse por ponerle demasiada sal a la comida o servirla
demasiado caliente, o si hallaba una mujer más atractiva. En los dos casos
citados por Edersheim, los rabinos proclamaron su deseo de casarse por un día y
divorciarse en ejercicio de su derecho, y ve en todo esto «una estimación
comparativamente baja de la mujer, y una
noción nada espiritual de su relación matrimonial».
3.
Jesús, en su respuesta, deja en claro que la ordenanza mosaica no fue el texto básico
y que no se debe interpretar sin el cimiento de la ordenanza de la creación de
Génesis 2:18-24. La regulación mosaica, aunque subordinada a esa ordenanza y
dirigida al hombre del pacto, no está limitada solo a él en su aplicación . La
limitación de dirección no es limitación de aplicación. La ordenanza de la
creación fue restaurada a la primacía que previamente se le había negado.
4.
Todavía más, Jesús dejó en claro que la
ordenanza de la creación no contempló el divorcio para nada. Este punto
los fariseos lo captaron de inmediato. Jesús, en términos de la ordenanza de la creación, no vio en ella ninguna base para el divorcio. Entonces, ¿por qué decían
ellos que Moisés «mandó» que se le diera
carta de divorcio y se le despidiera? A veces se ha leído demasiado la
palabra «mandó». Lo que sí
quería decir era esto: si el divorcio estaba prohibido por la ordenanza de la creación, ¿por
qué aparece en los mandamientos o ley como un hecho aceptado y regulado?
5.
Jesús entonces procedió a reafirmar Deuteronomio
24: 1-4. La ley mosaica llegó a existir «por la dureza de sus
corazones». La caída del hombre siguió a Génesis 2 y es la gran línea divisoria
entre eso y la historia subsiguiente. El hecho del pecado original y un corazón
caído hicieron necesaria la legislación mosaica.
Podemos
eliminar esta legislación mosaica solo si podemos eliminar por entero la caída,
solo si podemos presentarla en una sociedad como en Edén. Básico a todo desprecio
de este hecho del mundo caído del hombre y el corazón endurecido es un perfeccionismo
herético. Produce un
legalismo riguroso que destroza a la iglesia y aleja del evangelio a los pecadores.
La legislación del divorcio es
necesaria en un estado de
pecado, y para los cristianos que todavía no están perfectamente santificados por ningún medio en
esta vida, y a menudo en matrimonios no
santos, viviendo en un mundo pecador. Mateo 19:9 es, pues, la
reafirmación que Jesús hace de
Deuteronomio 24: 1 con la fornicación o indecencia de algún tipo como base del divorcio, con esta corrección
significativa.
Debido a que la cláusula «si no halla gracia en sus ojos» había sido
interpretada, no en términos
del deseo del hombre del pacto de cumplir la voluntad de Dios en su hogar, sino en términos de privilegio personal y legislativo, Jesús la dejó para enfocar su atención en la
legislación divina como tal. Esto fastidió incluso a sus discípulos (v. 10), acostumbrados como estaban a la
autoridad legislativa del
hombre antes que ministerial en
términos de la ley.
6.
Jesús, al hacer del término incluyente fornicación
una base válida para el divorcio, hizo del adulterio, el incesto y otras
transgresiones que en un tiempo llevaron al divorcio por muerte base para el
divorcio por carta de divorcio.
Esto se reconoció como en el caso
de la iglesia que aparece en 1ª Corintios 5: 1-5, en donde la pena de muerte
era obligatoria en el caso de incesto (Lv 20:11), pero Pablo más bien requirió
la excomunión, una entrega espiritual a la muerte y Satanás. En 2 Corintios
7:7-12, parece que, por tristeza santa, después de la separación siguió la
readmisión a la iglesia.
Si la pena de muerte hubiera sido
obligatoria todavía, Pablo se hubiera referido a ella; pero, si bien veía el
pecado como una muerte espiritual, no veía otra base legal que no fuera la
separación o excomunión. Pablo hablaba con autoridad, y una autoridad claramente
aceptada en Jesucristo.
7.
Por último, Jesús dejó en claro que todo divorcio que no estuviera por
fornicación en su sentido mosaico ratificado, constituía adulterio, fuera que
lo buscara el hombre o la mujer (Mr 10:10), y el matrimonio con una persona divorciada
era un acto de adulterio.
Se verá que la insistencia del
Nuevo Testamento en su unidad con el Antiguo Testamento se toma muy en serio.
La ley mosaica en ninguna parte se considera como una legislación menor o
inferior.
EN UN PUNTO, SIN EMBARGO, PARECIERA
QUE HAY ALGUNAS DIFERENCIAS, Y TAMBIÉN EN EL ENFOQUE DE PABLO AL PROBLEMA:
1.
En Éxodo 34: 12-16 tenemos una prohibición de pactos religiosos con los cananeos.
Las alianzas en la antigüedad no solo eran políticas y militares, sino también
religiosas y de familia. Las familias reales se casaban entre sí. El socio inferior
reconocía a los dioses del socio superior. Por eso las alianzas políticas eran objeto
de denuncia profética; inevitablemente eran idólatras. Éxodo 34: 12-16 explica
esto muy bien.
2.
En Números 25:1-8 se deja en claro que las relaciones sexuales con una
extranjera, una madianita, era unirse a Baal-peor y requería la muerte.
3.
Deuteronomio 7:1-3 es una nueva expresión de este mismo principio, y una advertencia.
4.
En donde una persona daba claras evidencias de aceptar a Jehová y su pacto, la
aceptación en el pacto podía ser seguida por matrimonio dentro del pacto, como
en el caso de Rahab (Jos 6: 24, 25; Mt 1: 5; He 11: 31; Stg 2: 25) y Rut (Rut
1: 16; 4: 5-18).
5.
En el caso de los exiliados que volvieron, donde los matrimonios eran sin duda
políticos y religiosos (y no exentos del desprecio sensual del pacto, Mal 2: 14),
Nehemías exigió el divorcio como condición para la continuación en la
congregación de Israel, como condición para la participación en el pacto (Neh
9: 2; 13: 23-27). Los matrimonios se habían contraído a fin de mantener alianzas
del pacto con personas impías de fe sincretista.
Este, entonces, era el trasfondo
de la legislación que Pablo tenía que usar. En términos de la ley del Antiguo
Testamento, tales matrimonios eran fornicación
y transgresión contra Jehová, una violación de su pacto, y estaban
prohibidos. Pablo clara y sin lugar a duda ratificó esta ley al dirigirse a los
creyentes que contemplaban el matrimonio, y no a los regenerados después del
matrimonio:
No os unáis en yugo desigual con
los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?
¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?
¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo
de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como
Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo.
Por lo cual, salid de en medio de
ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y
seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso (2ª Co 6: 14-18).
En 1ª Corintios 7:11-24 Pablo
enfrenta una situación diferente, no una que la ley abordaba con toda claridad.
En el v. 12 Pablo, cuidadoso de nunca hablar legislativamente, deja en claro que habla ministerialmente: «Y a los demás yo
digo, no el Señor». Con esto no hace
menos autoritativa esta declaración: «Esto ordeno en todas las iglesias» (v.
17). Pero, sin embargo, en términos de la doctrina del pacto, sí deja en claro
la autoridad ministerial por la cual su declaración es autoritativa.
¿CUÁL FUE LA SITUACIÓN, Y CUÁL FUE EL
JUICIO INICIAL DE PABLO?
1.
Los matrimonios mixtos existían en Corinto y Pablo había escrito en cuanto al
asunto, porque muy al parecer los corintios preguntaron si era necesario el divorcio
debía si solo un miembro del matrimonio se convertía. La pregunta era muy
sensata. El caso del incesto surgió entre los que fanfarroneaban de una libertad
antinomiana en Cristo (1ª Co 5:2); que existían varios partidos en Corinto,
Pablo nos lo dice (1ª Co 3:3-6).
La pregunta respecto a
matrimonios mixtos es crédito para los que la plantearon. Su implicación era
esta: Jesús mantuvo la integridad de la ley mosaica, y la ley mosaica prohibía
los matrimonios mixtos. ¿Qué debían hacer, por consiguiente, los nuevos convertidos
que estaban casados con cónyuges inconversos?
2.
Pablo enfrentaba una sociedad diferente en Corinto a la que existía en el
Antiguo Testamento, a la cual le fue entregada la ley. A pesar de los intentos
del imperio de producir una cultura unificada mediante el culto al emperador,
era básicamente pluralista y atomística. Florecían una variedad de religiones,
que, aunque listas para ser fieles de dientes para afuera al culto oficial,
marchaban por su camino divisivo, para consternación de muchos. Corinto era un
centro industrial y comercial. Su vida no era de familia, sino atomística
e individualista.
El matrimonio en los sectores no
judíos de la sociedad se basaba primordialmente en consideraciones, deseos y
ventajas personales. En término de esto, el matrimonio ya no era tanto un pacto con una persona, un pueblo y una fe como lo había sido en el Antiguo
Testamento. Se había convertido casi por entero en un asunto personal, muy parecido a como lo es hoy. La
ley seguía siendo válida, y 2ª Corintios 6: 14-18 la ratifica, pero no se podía
aplicar en particular a todo matrimonio mixto, como se verá.
3.
El que un cristiano se casara con una persona que no es creyente (2ª Co
6:14-18) significaba una deserción de la comunión de Cristo, y salirse del pacto
para entrar a una relación puramente individualista y atomística interpretada como
«tinieblas».
4.
El que un inconverso casado se hiciera creyente quería decir que una relación de
pacto se había sido introducida en una situación atomística en donde no existía
otro pacto. El pacto, según la ley, se extendía a todo miembro de la familia,
pero no a visitantes y siervos contratados (Éx 12: 43-45; Dt 12: 17, 18; Lv
22:10; el sabbat de la tierra, Lv 25: 6, y la Fiesta de las Semanas, Dt 16: 10,
11, incluían al extranjero y siervos contratados por propósitos típicos y
proféticos).
Debido a que no existía otro
pacto, Dios honró su pacto por la inclusión del cónyuge y de los hijos que no
eran creyentes, y entonces el pacto de Dios bendecía al hombre que no es creyente
por causa de la esposa. Para los griegos, el matrimonio era un asunto
individual; en su anterior fuerza, había sido de la familia y de la
sociedad; para las Escrituras, de principio a fin, es del pacto y en términos de los mandatos de la imagen.
5.
Hay otro principio fundamental que entra en juego aquí: «Cada uno en el estado
en que fue llamado, en él se quede» (1ª Co 7:20). La libertad en verdad era
deseable para el esclavo, y más santa; habiendo sido comprado con un precio, y
siendo siervos de Cristo, no debían convertirse en siervos de los hombres (vv.
21-23). Pero el evangelio no había venido a cambiar las formas del hombre y su sociedad sino el corazón del hombre y por ello producir la cultura del reino de
Dios.
Roma vio las implicaciones radicales
del evangelio, como también muchos creyentes. De aquí la necesidad de la
advertencia de Romanos 13: 1-7 de rendirle a los gobiernos y «a todos el debido
respeto» como lo requería Dios, que no llamó a los hombres a un evangelio de
revolución sino de regeneración. De aquí también el consejo frecuente a los
esclavos, hombres, mujeres y niños a ser fieles y obedientes en términos de su
vocación, no como para agradar a los hombres sino a Dios.
La nota importante es esta: «así permanezca
para con Dios» (1 Co 7:24). De aquí que Dios no llamó a Israel a que destruyera
las formas presentes de su cultura cuando les dio su ley, sino más bien a que
la hagan sometida a Él en términos de sus mandamientos y que «así permanezca
para con Dios».
6.
Si el esposo o esposa que no es creyente se iba, el creyente ya no estaba bajo esclavitud
y era libre para volver a casarse; estaban entonces bajo la sanción mosaica. Al
decir esto, Pablo actuaba no legislativa sino ministerialmente. Si hubiera
introducido aquí alguna nueva ley, al instante se le hubiera atacado.
Que
nadie lo separe, e,
incluso si Pablo hubiera aconsejado solo separación,
si Cristo hubiera limitado el divorcio a la base del adulterio, hubiera
estado separando lo que Dios
había unido. Pero Pablo contestó a los creyentes de Corinto que se ve que reconocían la ley del Antiguo
Testamento como todavía válida
en términos de la declaración de Cristo.
Y Pablo, por cotejo inspirado, vio que más de un
principio era aplicable aquí, y que prevalecía un tipo diferente de situación cultural y religiosa, y que el único pacto, uno con el Señor, tenía que ver en esta
situación. Por consiguiente, su respuesta
fue estrictamente ministerial y como resultado no atrajo ningún ataque
de los críticos judaizantes que
pensaran que Él representaba una ruptura con la ley.
7.
Por último, debido a la naturaleza más bien atomística antes que de pacto de
estos matrimonios mixtos en su origen, y debido a que fuera cual fuera la fe
que el cónyuge que no es creyente continuara sosteniendo después de la
regeneración del otro era por naturaleza una religión privada y no de pacto, la familia no era parte de su
incredulidad y su salvación era posible (v. 16). Las sectas religiosas del día
eran esencialmente religiones privadas, y hacían su apelación primordialmente a
hombres y mujeres, y carecían de catolicidad o pacto.
ASÍ, LA LEY RESPECTO AL MATRIMONIO Y
AL DIVORCIO SIGUE SIENDO UNA POR TODAS LAS ESCRITURAS.
Los particulares culturales que
se reflejan en la ley pueden cambiar, y en efecto cambian, pero la misma ley no
cambia. Aquí, como en todas partes, en un sentido muy profundo «la Escritura no
puede ser quebrantada» (Jn 10: 35).
Según Deuteronomio 4:2, la
Escritura consiste de una revelación, una «palabra» fundamental. Aunque se
añadieran «palabras» a esa «palabra» antes de que se cerraran los cánones del
Antiguo y del Nuevo Testamentos, no se podía añadir a la «palabra». «No
añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella».
LA REVELACIÓN ES UNA PALABRA Y NO PUEDE
SER QUEBRANTADA.
Luego entonces, las Escrituras en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento tienen solo una ley respecto al matrimonio.
El propósito del matrimonio no es humanista; es de pacto, y por consiguiente
los motivos de divorcio no pueden ser humanistas sino que deben ser de pacto.
Por desgracia, la ideología
humanista ha alterado de forma radical las leyes del divorcio. La respuesta,
sin embargo, no es un retorno al montanismo. La práctica de Calvino en Ginebra
ilustra que una noción estricta, de pacto, del matrimonio y divorcio es bíblica
antes que tener solo el adulterio como base para el divorcio.
Los estándares bíblicos estaban
bien vigentes para los estadounidenses por muchos años. Es interesante notar
que muchos estados ampliaron el aspecto del divorcio por muerte para incluir a
los criminales sentenciados a prisión perpetua.
Una palabra final: Deuteronomio
24:1-4 prohíbe que un hombre se vuelva a casar con la esposa de quien se
divorció después de que esta se haya vuelto a casar y haya tenido un segundo
divorcio. Se le llama «abominación delante de Jehová».
Si las bases del divorcio son
válidas, y la mujer se divorcia dos veces, el hombre aumenta el mal al
recibirla de nuevo; aunque las bases que adujo hayan sido deshonestas e
inválidas, es un mal y un desprecio de la ley. Lo mismo se aplica a una mujer
en cuanto a casarse con un esposo anterior. El mal que condujo al divorcio es un
mal real, o el desacato perverso de la ley que condujo a un divorcio inválido
representa un mal igual; en cualquier caso, la relación que se reanuda después
de otro matrimonio representa una abominación porque el matrimonio intermedio
fue una contaminación; fue adulterio legalizado que el nuevo matrimonio
condona.
13. LA FAMILIA COMO CUSTODIO DE BIENES
Dos asuntos interesantes con
respecto al divorcio indican un aspecto del matrimonio que muy rara vez se
considera.
Primero, el abrumador porcentaje de divorcios lo piden las mujeres, no los
hombres. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se daba por
sentado que muchos hombres se divorciarían de sus esposas infieles, el
porcentaje fue todavía alto del lado de la iniciativa femenina.
Anteriormente, el 86% de todos
los divorcios los habían pedido las esposas; en 1945, se redujo al 75%. Se
puede conceder que muchos de estos casos en efecto incluyeron iniciativa
masculina, en las que el esposo permitía que la esposa buscara el divorcio para
guardar las apariencias. Sin embargo, la iniciativa femenina es
sorprendentemente alta.
Segundo, mientras mejores los ingresos, menos probable el divorcio. A
menudo se ha dado por sentado que el divorcio es más común entre los ricos; en realidad,
es más común entre los pobres. Un estudio hecho por William J. Goode, de 1956,
indicaba esto:
Porque aunque a menudo se piensa
que la tasa de divorcio es más alta entre la clase media neurótica, impulsada
por el éxito, en realidad es más alta entre las clases económicas más bajas;
los datos del censo nacional muestran que los hombres que ganan menos de $3000
al año tienen una probabilidad de dos a cuatro veces más alta de divorciarse
que los hombres que ganan más de $4000 al año.
Claramente, un freno serio para
el divorcio es la posesión de propiedades. Por un lado, los hombres se refrenan
para romper un matrimonio demasiado fácilmente debido a las severas penas de
una división de la propiedad común, así como también la posibilidad de pensión
alimenticia. Por otro lado, es menos probable que las mujeres dejen un
matrimonio si el incentivo de la propiedad e ingresos es suficiente fuerte.
Se debe añadir que el número
elevado de padres que abandonan se halla en los niveles inferiores de ingresos.
Las propiedades son, pues, una restricción importante en la conducta de hombres
y mujeres. La propiedad privada es una fuerza estabilizadora para la familia y
la sociedad.
Cuando el estado despoja a la
familia de la propiedad y la reemplaza tomando su lugar como custodio de la
propiedad, el vínculo matrimonial sufre daño. La tesis comunista de que el
matrimonio y la monogamia son productos de la propiedad privada es errada,
porque la familia es el principal custodio de la propiedad en toda la historia.
Privarle a la familia de su propiedad es debilitar su poder sobre sus hijos.
Los hijos y la propiedad son los dos aspectos principales de función social para
la familia, aparte de las funciones educativas y religiosas previas. El socialism
ataca el control paternal tanto sobre los hijos como sobre propiedad a fin de
asegurar la prioridad del estado en la sociedad.
Así que las funciones de la familia
son serias y difíciles. Sus tareas religiosas
y educativas son
primordiales en la vida en sus aspectos respectivos. Hay aspectos también de la custodia de la familia sobre
los hijos. El cuidado de la propiedad como una herencia, una fuerza social, y una responsabilidad religiosa es
de nuevo importante para la
sociedad. Con razón, en las Escrituras se ve el matrimonio con ternura pero sin romance.
Con mucha claridad se le describe
como «yugo» (2ª Co 6:14). Un yugo es
un vínculo que ata a dos criaturas para tirar cargas. Al matrimonio también se
le describe en las Escrituras como
«aflicción de la carne» (1ª Co 7:28), traducido «dificultades». El matrimonio a
todas luces es un compañerismo funcional del hombre y su esposa al servicio de Dios, al ejercer dominio en
sus esferas señaladas.
Proverbios es revelador en sus
indicaciones de la vida y estándar maritales. No hay referencia en Proverbios a
alguna otra cosa que la monogamia. Juntos, esposo y esposa tienen el deber de
instruir a sus hijos en la ley de Dios y en la disciplina de familia (Pr 1: 8,
9; 6: 20, etc.). La relación funcional de esposo y esposa puede ser una gran
alegría, o un gran desastre.
«La mujer sabia edifica su casa;
Mas la necia con sus manos la derriba» (Pr 14: 1); en breve: «de su sabiduría
constructiva de mujer depende principalmente la estabilidad de la familia». «El
que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová» (Pr 18: 22).
En verdad, «la casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la
mujer prudente» (Pr 19:14).
Dios da una herencia mayor que la
riqueza material en una esposa prudente. «La mujer virtuosa es corona de su
marido; mas la mala, como carcoma en sus huesos» (Pr 12: 4). Precisamente
porque el matrimonio es una institución tan importante personal y socialmente,
un mal matrimonio es un desastre comparable solo a «carcoma en sus huesos» lo
que hace difícil o imposible que un hombre aguante.
Este compañerismo de hombre y
esposa actúa como custodio de la propiedad, custodio porque «la tierra es de
Jehová» y «La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues
vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo» (Lv 25: 23). La familia es
el custodio de la propiedad que Dios nos dio, que Dios ordenó. La dote (Gn 34: 12;
30: 20; Éx 22: 17) no era una tasa de compra de una esposa sino un obsequio
nupcial de parte del novio a la novia para sellar el matrimonio en términos de
responsabilidad santa.
Un matrimonio era verdadera y
legalmente matrimonio solo cuando existía un contrato que especificaba los
arreglos de la propiedad. Tal requisito era común en la antigüedad y aparece,
por ejemplo, en el código de Hammurabi, 128: «Si un hombre toma una esposa y no
redacta un contrato con ella, esa mujer no es una esposa».
Los comentarios de Clark sobre la
dote en la ley estadounidense son de interés:
La dote ha sido de igual manera
una institución de la ley inglesa desde los tiempos anglosajones tempranos, y
también estadounidenses. En verdad, se ha dicho de este derecho que está «tan extendido
como la religión cristiana y entra en el contrato matrimonial entre todos los
cristianos». Pero en años recientes el derecho lo han modificado o abolido
muchas jurisdicciones por estatutos que confieren mayores beneficios a las
viudas que lo que esta dote da.
En la ley moderna, la dote por lo
general se entiende como el derecho de una viuda respecto a la propiedad de su
esposo fallecido.
HAY UNA DIFERENCIA, SIN EMBARGO, ENTRE
LA DOTE DE LA VIUDA MODERNA Y LA DE LA LEY BÍBLICA.
En la dote moderna, a la viuda se
le provee solo si hay alguna propiedad que sea de suficiente tamaño para
atenderla. En la ley bíblica, la dote precedía al matrimonio, y los hijos
tenían la obligación de sostener a sus padres según fuera necesario.
La familia bíblica se la puede
comparar con una corporación. Una corporación es diferente en que es una
persona jurídica artificial y la forma el estado. Una corporación no muere
cuando mueren sus fundadores, ni cuando sus funcionarios mueren; continúa
existiendo legalmente aparte de sus accionistas, que continúan recibiendo
dividendos de ella mientras vivan.
Asimismo, la familia es una
corporación que consiste de padres e hijos. Paga dividendos a los hijos en
cuidado, sostenimiento y herencia, y paga dividendos a los padres en cuidado y
sostenimiento según sea necesario. Como corporación, administra sus propiedades
e ingresos en términos de su propósito ordenado y dado por Dios. Por esta
razón, ninguna decisión arbitraria o puramente personal puede gobernar las
decisiones de los miembros de la corporación; son a la vez personas
individuales y entidad corporativa, y su función más verdadera es en términos
de una plena consideración de ambos oficios bajo Dios.
Cuando el estado toma el control
de los hijos o de la propiedad está transgrediendo la esfera de la familia y
afirmando ser la corporación cuya razón de ser es el cuidado de la familia. Tal
afirmación es una transgresión seria contra el orden-ley de Dios. Si a esta
transgresión se añade una pérdida de
la fe, la familia se vuelve una institución cuya principal función es
proveer techo y un escape sexual para dos individuos atomísticos y a veces
anarquistas.
Un ejemplo de esto apareció en la
columna de Ann Landers el 16 de agosto de 1969, en la que un hombre escribe para
declarar que «a todas las esposas se les debería fusilar cuando cumplieran los cuarenta
años», porque ¿quién quiere un «tomate viejo»? El matrimonio en esta perspectiva
es una conveniencia física para la satisfacción del hombre, o, a la inversa, para
la satisfacción de una mujer. Es en esencia una unión sin ley, aunque se la contraiga
bajo la ley.
No en balde nacen hijos inicuos
que no respetan ni la autoridad ni la propiedad. En lugar de descansar en la
ley de Dios, la persona atomística, antinomiana, como los decadentes romanos de
la antigüedad, se apoya en el poder del sexo como curalotodo para el hombre y
la sociedad. La mujer entonces debe ganarle a Venus para mantener su posición.
La familia atomística solo puede
producir un mundo anarquista. Como Zimmerman ha observado: el sistema de
familia juega un papel clave en el problema del cambio social. Trae el pasado
al presente. Los sucesos del presente inciden en ella y tratan de alterarla.
Del pasado con sus alteraciones recibimos el patrón generador para la cultura
del futuro.
Por tanto, no podemos entender a
la familia sin formar tres conjuntos de ideas, las naturalezas pasadas y
presentes del sistema de familia y las tendencias de los eventos y filosofías presentes para alterar su naturaleza. Tampoco el
estudio del desarrollo del sistema de familia ni la incidencia de los sucesos presentes
en ella es suficiente por sí solo. La familia es una institución viva creciente,
capaz, como la abeja dispuesta para el vuelo, de tomar cualquier número de
rumbos diferentes.
Antes de que la familia pueda
invertir su curso, y el de la sociedad, debe tener una fe-ley bíblica antes que
una ley humanista y atomística. La familia debe de nuevo llegar a ser la
depositaria de los requisitos del pacto de Dios, y fideicomisaria bajo Dios de
los hijos y la propiedad. No la familia fideicomisaria del paganismo, fuerte
pero humanista en orientación, sino la familia fideicomisaria de Dios, esto es
lo que se necesita.
El concepto bíblico de la
propiedad se considerará más tarde, pero, por el momento, se puede citar el
caso de Nabot (1ª R 21: 1-14). Para Nabot, la tierra no era suya para vender.
Todo lo que tenía, tierra y viñedo, era una herencia del pasado como
fideicomiso para el futuro. Nabot como buen mayordomo sin ninguna duda había
aumentado el valor de aquella herencia, pero esto no la hacía suya.
Como cabeza de familia, tenía una
herencia en fideicomiso, no para indulgencia propia, y por consiguiente su
obligación básica era con el futuro. En China, mediante la adoración de los
antepasados, la familia fideicomisaria estaba atada al pasado. En la fe
bíblica, debido al mandato de la creación, la familia fideicomisaria se dirige
al futuro. La familia moderna, debido a su ideología humanista atomista, se
enfoca en el presente y es por tanto destructora del pasado y del futuro. El
hombre que propuso a Ann Landers que fusilaran a todas las esposas al cumplir
los cuarenta años era un seguidor de la lógica humanista; el pasado no tiene
significado. Solo el momento existencial importa.
14. LA HOMOSEXUALIDAD
Por algunos años ha estado en
marcha una campaña extensa para eliminar las leyes existentes contra la
homosexualidad de los libros de estatutos y para permitir relaciones homosexuales
entre adultos que consienten. Una parte de esta campaña ha sido la insistencia
en leer los hechos de la homosexualidad en términos de un marco de trabajo
progresivo.
Se ha descrito extensamente como
una forma de inmadurez y un aspecto del desarrollo humano, y también como
producto de ciertas clases de experiencias familiares. Se nos dice que la
homosexualidad «es un estado en el desarrollo de todo ser humano». «La
determina el ambiente».
Se nos dice que es una huida de
la masculinidad en un mundo difícil. En tanto que las teorías varían de un erudito
a otro, todas tienen en común un enfoque revolucionario y ambiental. El Dr.
Bergler, aunque radicalmente crítico del carácter del homosexual, no abandonó este
enfoque medioambiental básico por uno moral y teológico.
Las presuposiciones antibíblicas
de todos estos escritores son muy evidentes. Un antropólogo llega al punto de
sostener que, detrás de la castidad, se agazapa un «homosexual pasivamente potencial».
Otro erudito insiste diciendo:
Así como el amor del muchacho por
su padre es en sentido estricto homosexual, el amor por su madre es en sentido
estricto incestuoso.
De alguna manera, ¡se debe llamar
pervertidos a todos los enemigos de la perversión! Ullerstam, médico suizo, es
más abierto en su hostilidad contra la moralidad cristiana. Defiende con fervor
todas las perversiones. Declara que «“perversión” es una palabra que se debe
descartar», porque «ha sido hecha a la orden para oscurantistas y demagogos.
Está saturada de superstición, y es un insulto, para denigrar».
Las perversiones son buenas,
sostiene, porque dan felicidad a algunos. Se alegra de informar que el incesto
está aumentando entre sus amigos. Defiende el incesto, el exhibicionismo, la
pedofilia, la saliromanía, algofilia, homosexualidad, escapofilia, necrofilia y
otras desviaciones sexuales como buenas pero en efecto cita una forma
especialmente peligrosa de relaciones sexuales:
De todas las formas de relación
sexual, el tipo heterosexual por cierto es la más peligrosa, pues tiene el
mayor riesgo potencial en consecuencias sociales.
Sin embargo este acto se cerca
con menos restricciones que varias otras expresiones sexuales de un tipo mucho
más ligero. No obstante consideramos un estado feliz y saludable de cosas que
las personas satisfagan su impulso sexual de esta manera riesgosa. ¿No sería
mejor si animáramos a las personas a «perversiones» más bien, y les enseñáramos
a condicionar sus secreciones sexuales a otros ritos y estímulos aparte del
coito heterosexual? ¿No sería en el interés de todo el mundo proveer tal
educación, que pudiera, a la larga, demostrar que es una solución al problema
de la superpoblación?.
La introducción a Ullerstam por
Ives de Saint-Agnes es acertada al decir que Suecia atraviesa en la actualidad
una revolución sexual. La primera víctima que hay que derribar es la moralidad.
En las guerras religiosas, la absolución siempre se da por obras de violencia
cometidas «por la causa». De modo similar, la cruzada contra la moralidad
clásica brinda a sus participantes un tipo de inmunidad.
Esta es una declaración sincera y
verdadera. Estamos en medio de una revolución homosexual dirigida contra la fe
y la moralidad bíblica. Al homosexual lo presentan como el alma maltratada,
malentendida y sensible.
Por largo tiempo, en realidad por
épocas, es verdad que los homosexuales, incluso en donde se les aceptaba, han
sido una fraternidad secreta, hostil, dentro de la sociedad, muy a menudo
estrechamente ligada con todo tipo de sociedad secreta.
Luis XIV tuvo que lidiar con un
orden de sodomitas en su corte, y repetidas veces se han encontrado
organizaciones similares.
Al acudir a los eruditos de la
iglesia, uno esperaría algo de resistencia a esta revolución, pero, más bien,
la iglesia está convirtiéndose en una parte principal de la revolución. Una
publicación de la iglesia exige que tratemos a las lesbianas como «seres
humanos individuales», y no como homosexuales. Se nos pide que hagamos a un
lado lo que diga Dios sobre el asunto a favor del concepto autónomo y apóstata del
hombre. En breve, se exige una compasión radical por el homosexual.
DAN EXPLICACIONES FANTÁSTICAS DE LA
CONDENACIÓN BÍBLICA DE LA HOMOSEXUALIDAD.
El «problema» se ve en términos y
estándares psicológicos y evolucionistas antes que bíblicos y teológicos. Se
dice que la causa de la homosexualidad es el medio ambiente, y no el pecado. Un
escritor, Thielicke, está consciente de que las Escrituras declaran que la
homosexualidad se debe entender solo teológicamente, pero con todo pide una
solución humanista.
Antes de analizar la perspectiva
teológica, vale la pena observar algunas de las características centrales del
homosexual según informan personas que de ninguna manera son hostiles a ellos. Primero, el homosexual tiene un temor anormal
al envejecimiento y la muerte. Como resultado, insisten en vestirse o actuar
según la presuposición de una juventud perpetua, en particular una adolescencia
inmadura.
En todo momento se debe mantener
el disfraz de la juventud. Esta «adoración» de la juventud e inmadurez conduce
a la adopción de estilos que recalcan estos aspectos y traen a colación al niño
inocente. Se invoca un mundo amoral de perpetua infancia. Puesto que la madurez
significa responsabilidad, ley y estándares;
Segundo, aspecto de la cultura
homosexual es la exaltación a un punto elevado de la vulgaridad estudiada.
Martin Bender cita el análisis de Susan Sontag de los gustos del «afeminado»:
De hecho, afeminado ha sido
sinónimo de homosexual por 40 años en Inglaterra, y por cómo una década en
Nueva York.
Pronunció más de 50 definiciones
de afeminado. Un encanto por lo exagerado, un espíritu de extravagancia,
«estilo a costa de contenido», y la declaración de que hay buen gusto en el mal
gusto. El afeminado es antiserio, y aprecia lo vulgar y lo banal. Los ejemplos
que ella da de gustos afeminados dibujos de Aubrey Beardsley, lámparas Tiffany,
ropas de mujeres de la década de los veinte incluyendo boas de plumas y
vestidos de cuentas, musicales de Busby Berkeley como The Gold Diggers de 1933 [Los buscadores de oro de 1933] se han vuelto cánones de
fe para los artistas que exhiben modas, propietarios de boutiques y
comerciantes de almacenes por departamentos.
Este es un aspecto del
antinomianismo homosexual; al reemplazar estándares sólidos por estilos
arbitrarios y vulgares, el homosexual deriva una profunda satisfacción; está
subvirtiendo, piensa, la ley suprema y afirmando la autonomía del hombre.
Tercero, la cultura homosexual es
amargamente hostil contra la familia, y, en sus maneras intelectuales, se
esfuerza por socavar la familia y también la cultura de ciudad pequeña. Debido
al extenso control de los homosexuales sobre modas y publicaciones, la mente y
apariencia de los países occidentales ha quedado radicalmente infectada por la
cultura homosexual parásita.
Los cánones de cultura homosexual
ahora son los estándares del jet set que adora la juventud, del mundo de arte y
modas y de los intelectuales modernos. La cultura humanista moderna está en
gran medida coloreada y embebida por la cultura homosexual. Muchas de las
sectas de amor libre y de canje de esposas están fuertemente teñidas de matices
y actividades homosexuales.
Cuarto, debido a que el homosexual vive
en contra de la realidad y en un mundo de ilusión, ha hallado que el teatro es
un elemento feliz para la autorrealización.
Henriques notó «la conexión del
escenario con la homosexualidad; tradición que ha persistido en el teatro
europeo hasta el día presente». También citó el hecho de que «la relación del
escenario y la prostitución que ha florecido desde la Edad Media continuó y se
mejoró en el siglo XVIII».
Para pasar ahora a la ley, la
Biblia no tiene reservas en su condenación de la homosexualidad:
No te echarás con varón como con
mujer; es abominación (Lv 18: 22).
Si alguno se ayuntare con varón
como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos
será su sangre (Lv 20: 13).
No haya ramera de entre las hijas
de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel (Dt 23: 17).
Esto está bien claro, y no hay un
solo texto en todo el Nuevo Testamento que indique que esta pena haya sido
alterada o eliminada (en Romanos 1:32 San Pablo la confirma), y sin embargo
casi todos los teólogos soslayan esta ley y descartan su requisito.
En realidad, San Pablo citó la
homosexualidad como la culminación de la apostasía del hombre (Ro 1: 18-32). La
descripción de San Pablo del acto es reveladora:
Y de igual modo también los
hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos
con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en
sí mismos la retribución debida a su extravío (Ro 1: 27).
El verbo «encenderse» es ekkaio, «arder hasta consumirse». La
homosexualidad es, pues, la extinción del hombre; por eso, para citar la
traducción de Wuest [en inglés] de la última parte de este versículo, ellos
recibieron «en sí mismos esa retribución que fue una necesidad en la naturaleza
del caso debido a su desviación de la norma».
La homosexualidad es la práctica
sexual culminante de una culminante apostasía y hostilidad contra Dios. El
homosexual está en guerra con Dios, y en todas sus prácticas niega el orden y
ley naturales de Dios. El aspecto teológico de la homosexualidad se recalca en
las Escrituras. En la historia, la homosexualidad se vuelve prominente en todo
aspecto de apostasía y tiempo de decadencia. Es un fenómeno del final de una
edad.
Anteriormente hicimos referencia
a las opiniones de Thielicke. Para volver a su análisis, hallamos que Thielicke
cita la ley pero ahora la encuentra irrelevante: no puede haber duda de que el
Antiguo Testamento consideraba la homosexualidad y la pederastia como crímenes
castigables con la muerte (Lv 18: 22; 20: 13).
Si hay que derivar de esto
mandamientos directos para los cristianos, debe permanecer como asunto de
debate, por lo menos en cuanto a la medida en que detrás de esta prohibición
está el concepto de la contaminación ritual y, si es así, hasta qué punto la
ley ritual del Antiguo Testamento puede ser obligatoria para los que están bajo
la ley del evangelio. Aquí se vuelven agudos los problemas de principio
teológico a los que se refiere en terminología técnica bajo el tema de «ley y
evangelio».
SI NO HAY LEY, NO HAY EVANGELIO,
PORQUE EN LAS ESCRITURAS LOS DOS SON INSEPARABLES.
Con la ley puesta a un lado, la
ética humanista y amoral del amor puede tomar las riendas, en la cual la única
consideración real no es Dios y su ley sino el ser humano, la suprema norma moral para la ética del amor. Por
algo Thielicke declara:
Es cierto que la relación
homosexual no es una forma cristiana de
encuentro con nuestro semejante; sin embargo es de veras una búsqueda de la
totalidad del otro ser humano. El
que dice lo contrario todavía no ha observado la posible profundidad humana de
la amistad coloreada por el homoerotismo.
Todavía más, la perversión
inherente en la reducción de la sexualidad a la mera «excitación física»
también se puede hallar en la relación heterosexual.
Hacer que esta acusación se
refiera especialmente a los homosexuales muestra ignorancia o prejuicio.
Desde la perspectiva bíblica,
cualquier «búsqueda de la totalidad del otro ser humano» aparte de Dios es
cruel, depravada y bajo condenación. Se honra esta búsqueda solo donde no se
honra a Dios en su palabra-ley.
Thielicke está consciente del
significado teológico, y comenta sobre Romanos 1: 26 como sigue:
La ira de Dios sobre esta
arrogancia se expresa en que Dios entrega al hombre, y lo abandona (paredoken)
a las consecuencias de esta su actitud fundamental, dejándolo, por así decirlo,
a la autonomía de la existencia en que ha entrado por sus propios pies. En
consecuencia de esta autonomía de juicio, la confusión religiosa también conduce al caos ético. Consiste en confusión de lo eterno con lo temporal. Esto
es decir, que a las entidades finitas se les confiere la soberanía de Dios y
los hombres adoran ídolos (Ro 1: 23).
Debido a que se intercambia
(«pervierten») lo más bajo por lo más alto, la criatura por el Creador, el
resultado es una supremacía perversa de los deseos inferiores por sobre el
espíritu. Y en este contexto, las perversiones sexuales se mencionan como características
adicionales de esta perversión fundamental (Ro 1:26).
Lo que es teológicamente digno de
notarse y kerigmáticamente «obligatorio» en esta exposición de Pablo es la
declaración de que el desorden en la dimensión vertical (en la relación entre
Dios y hombre) se iguala con una perversión a nivel horizontal, no solo dentro
del mismo hombre (relación Espíritu-carne) sino también en sus contactos entre
humanos.
Sin tomar tiempo para discrepar
con los detalles de esta exposición, se puede conceder que muestra percepción
de la cuestión teológica. Pero
Thielicke da prioridad al asunto humano
haciendo a un lado la ley a favor de la comprensión. El fracaso de la
Reforma para vérselas con la cuestión de la ley ha llevado en última instancia a
este triunfo de la ideología humanista; al hombre no se le juzga por la ley de
Dios sino como «ser humano» y en términos de las consecuencias puramente
humanas de sus acciones. Esto no es teología sino más bien antropología
humanista.
Es debido al aspecto teológico de
la homosexualidad, a su guerra contra Dios, que es también una guerra contra el
hombre y contra uno mismo, como Thielicke lo capta.
Es costumbre ahora entre los que
siguen la ideología humanista considerar la homosexualidad como un acto natural
que es una fase del desarrollo erótico del hombre. El concepto bíblico es que
es un acto contra Dios y por consiguiente contra naturaleza. Es un acto
innatural, es decir, un acto contrario al orden de la naturaleza y producto de
la caída en sus implicaciones últimas.
La hostilidad básica a la
homosexualidad (tanto masculina como femenina) ha sido documentada extensamente
por el Dr. Bergler. El Marqués de Sade es un ejemplo clásico de este
aborrecimiento a Dios y a la ley. Según Sade: «La regla de ley es inferior a la
de la anarquía». La hostilidad de Sade contra todos los hombres y contra sí
mismo se manifestaba en actividades sádicas y masoquistas. Su aborrecimiento
del orden santo probablemente le llevaba a evadir todas las relaciones sexuales
normales, y hay duda en cuanto a si los hijos de su esposa fueron realmente
suyos. Ningún desarrollo impedido o inmadurez sino guerra deliberada y madura
contra Dios caracteriza al homosexual.
El castigo que aplica Dios es la
muerte, y un orden santo lo impondrá. No nos sorprende que una cultura
profundamente infectada por la homosexualidad elimine los castigos contra ella.
Un punto final: la homosexualidad
femenina, o lesbianismo, es una manifestación del mismo mal como la forma
masculina, pero la pena de muerte se reserva para los hombres. En las mujeres
es una «contaminación» y base para el divorcio (Dt 24: 1).
¿POR QUÉ NO LA PENA DE MUERTE PARA LAS
MUJERES? HAY DOS MOTIVOS.
Primero, como se vio con respecto al
divorcio, la mayor autoridad del hombre significa mayor responsabilidad moral y
mayor culpa al pecar.
Segundo, debido a que la homosexualidad es
una expresión de apostasía, los hombres no pueden en buena conciencia castigar
aquello que su propia abdicación de autoridad moral fomenta. Como Oseas
declaró, con respecto a la prostitución y el adulterio:
No castigaré a vuestras hijas
cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren; porque ellos mismos se
van con rameras, y con malas mujeres sacrifican; por tanto, el pueblo sin
entendimiento caerá (Oseas 4: 14).
Cuando un pueblo alcanza cierto
nivel de depravación moral, el castigo deja de ser particular y se vuelve
nacional. El orden civil ha perdido su capacidad para actuar por Dios, y Dios
entonces actúa contra ese orden. En otras palabras, hay castigo, pero el
castigo viene de Dios y el pueblo o nación caerá. Las culturas homosexuales están
en guerra contra Dios; y en esta guerra no hay negociación posible.
El que el modernista y el que no
es creyente esté en el campamento enemigo no es sorpresa, pero, ¿qué debemos
decir de los abiertamente evangélicos que sostienen que «parece que se peca más
contra el individuo homosexual que contra el pecado», porque su condición o es
genética o es medioambiental en naturaleza, y por consiguiente no es culpa
suya? Estar de acuerdo con el informe Wolfenden y Thielicke es discrepar con
las Escrituras. Esta, sin embargo, es la decisión que expresó un artículo de
una revista «evangélica» importante. Vale la pena recordar las palabras de San
Pedro, de que «es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios» (1ª P
4:17).
Cuando la iglesia tiene una
posición tan inicua, no debe sorprendernos la posición que toman otras
instituciones. Una organización de «derechos iguales» para los homosexuales «ha
sido reconocida como un grupo estudiantil en la Universidad Columbia, ciudad de
Nueva York, y ha anunciado planes para establecer grupos similares en la
Universidad de Stanford y en la Universidad de California, Berkeley». De nuevo,
la columna de consejos de Ann Landers ha dicho:
Los expertos en cuanto a la
homosexualidad con quienes consulté me dicen que si bien las posibilidades de
una cura completa son extremadamente escasas, los torturados homosexuales que
se detestan a sí mismos a menudo se benefician por la terapia. Aunque esto no
los convierte en varones normales, los ayuda a aceptarse sin culpa y vergüenza
y todas las emociones autodestructivas que acompañan a estos horrores gemelos.
Ese es el objetivo de la
psicoterapia: pecar sin culpa ni vergüenza. El impío tiene al fin su actitud
abiertamente contraria a Dios para justificar su posición.
Pero no puede ser defensazas
afirmaciones de clérigos cuyos votos les exigen que proclamen la palabra de
Dios.
Lo que el hombre enfrenta hoy en
esta perversión es, para usar el término apto de Schaeffer, «homosexualidad
filosófica»:
Algunas formas de homosexualidad
hoy no son solo homosexualidad sino una expresión filosófica. Uno debe tener
comprensión del verdadero problema del homosexual. Pero mucho de la
homosexualidad moderna es una expresión de la negativa actual de la antítesis.
Ha conducido en este caso a una eliminación de la distinción entre hombre y
mujer. Así que el varón y la mujer como compañeros complementarios se han
acabado. Esta es una forma de homosexualidad que es parte del movimiento por
debajo de la línea de la desesperanza.
Pero este no es un problema
aislado; es parte del espíritu y mundo de la generación que nos rodea. Es
imperativo que los cristianos se den cuenta de las conclusiones que se derivan
como resultado de la muerte de los absolutos.
Toda homosexualidad, añadiríamos,
es una expresión filosófica; esta es la naturaleza real del «problema del
homosexual».
Cuando nos vemos confrontados con
una persona homosexual que aduce ser cristiana y exige que se le reconozca como
tal, tenemos una alternativa: o aceptamos la palabra de la persona homosexual,
o aceptamos la palabra de Dios según se declara en Romanos 1.
15. EL DESCUBRIMIENTO DE LAS FUENTES
Una mojigatería impía impide que
la iglesia actual considere muchas leyes. Un ejemplo importante de esto es la
ley respecto a las relaciones sexuales con una mujer menstruosa, o con una
mujer que no se ha recuperado por completo del parto.
Si se tienen relaciones sexuales
con una mujer menstruosa sin saberlo, es solo una impureza ritual, que requiere
purificación pero no lleva pena moral (Lv 15:24). Por otro lado, el acto
deliberado es una transgresión seria:
Y no llegarás a la mujer para
descubrir su desnudez mientras esté en su impureza menstrual (Lv 18:19).
Cualquiera que durmiere con mujer
menstruosa, y descubriere su desnudez, su fuente descubrió, y ella descubrió la
fuente de su sangre; ambos serán cortados de entre su pueblo (Lv 20: 18).
El «serán cortados de entre su
pueblo» algunos lo leen como pena de muerte, pero la mayoría como excomunión.
Claro, estamos tratando con una transgresión seria y significativa. Es una
transgresión que conduce a «una tierra enferma» y a una «naturaleza revuelta».
Esto no es solo una transgresión contra Dios, sino una de las transgresiones
que lleva a la tierra misma a vomitar a un pueblo (Lv 20: 22).
La transgresión de haber
«descubierto la fuente de su sangre» quiere decir que el hombre «ha expuesto la
fuente vital de la mujer». Tanto el hombre como la mujer son culpables por
igual.
La referencia de Ezequiel al
mismo pecado arroja más luz en este asunto:
Y el hombre que fuere justo, e
hiciere según el derecho y la justicia; que no comiere sobre los montes, ni
alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su
prójimo, ni se llegare a la mujer menstruosa, ni oprimiere a ninguno; que al
deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al
hambriento y cubriere al desnudo con vestido, que no prestare a interés ni
tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero
entre hombre y hombre, en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para
hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor (Ez 18: 5-9).
Dos cosas aparecen de estos
pasajes. Primero, la relación
sexual con una mujer menstruosa (o una mujer antes de que se recupere del
parto) Levítico y Ezequiel la clasifican como actos serios, agresivos. Segundo, este acto se
menciona prominentemente entre los que contaminan
la tierra.
El comentario de Elliso aquí va
muy bien al punto:
La verdad es que el concepto
popular moderno del individuo se deriva del pensamiento griego antes que de la
Biblia, y se puede incluso considerar como antibíblico. Tendemos a pensar que
nuestros cuerpos nos dan individualidad y nos separan uno del otro. En el
Antiguo Testamento es nuestra carne una palabra que se refiere al cuerpo casi
ni existe en el hebreo que nos liga con nuestros semejantes; es nuestra
responsabilidad personal ante Dios que nos da nuestra individualidad.
Puesto que el hombre (Adán) está ligado
a la tierra (adama) de la cual ha sido tomado, y por ella a todos los que viven
de la misma tierra, no puede evitar afectarla con sus acciones. La conducta
abominable hace «que la tierra peque» (Dt 24: 4; Jer 3: 1, 9). Por eso la
sequía, pestilencia, terremotos, etc. son en el Antiguo Testamento el castigo
por entero natural de la perversidad (Sal 107: 33.). Si un hombre mora en una
tierra contaminada, no puede evitar el tener parte de esa contaminación.
El terror principal del cautiverio
no era que la tierra estuviera fuera del control de Jehová noción que
probablemente muy pocos sostenían sino más bien de que ya era tierra inmunda
(Am 7: 17)
Para volver a los detalles de la
ley, primero, se exigían siete
días de abstinencia de relaciones sexuales durante el tiempo de la menstruación
(Lv 15: 19), o, si había alguna dolencia asociada con la menstruación, todo el
tiempo que durara el flujo (Lv 15: 25). Segundo,
el período de abstinencia después del nacimiento de un hijo era cuarenta
días (Lv 12: 2-4), y ochenta días después del nacimiento de una hija (Lv 12: 5).
Hemos citado dos características
de este pecado, o sea, que es un acto agresivo,
y que contamina la tierra. Un tercer aspecto lo cita Ezequiel
22:10, su perversidad.
Ezequiel lo asoció con relaciones
sexuales con una madrastra, y dijo que es humillación de las mujeres. La experiencia pastoral del escritor
confirma abundantemente el
elemento de perversidad en este acto. Es un deleite para los perversos si el acto es ofensivo moral o
estéticamente para su esposa, y, de manera similar, algunas mujeres se interesan si es ofensivo moral o
estéticamente para su esposo.
ES UN ACTO ATRACTIVO SOLO PARA LOS QUE
QUIEREN PECAR CONTRA LA OTRA PERSONA, Y CONTRA DIOS.
Para volver a Levítico 20: 19, el
pecado del hombre se describe de este modo: «su fuente descubrió». El pecado de
la mujer se describe de manera similar: «descubrió la fuente de su sangre». El
término fuente es importante
aquí. En el sentido natural, literal, es una fuente natural de agua viva, y es
la misma palabra para «ojo» en hebreo. La palabra también se usó simbólicamente
en las Escrituras para referirse a Dios (Sal 39: 9; Jer 17: 13) como fuente de
gracia (Sal 87:7). Hay una serie de tales referencias a Dios y a Cristo. Pero fuente también se usó con referencia a
Israel como padre de un gran pueblo (Dt 33: 28); se usó para una esposa buena
(Pr 5:18) y para la sabiduría espiritual (Pr 16: 22; 18: 4). Su uso en Levítico
20:19 obviamente combina de manera gráfica un significado literal y simbólico.
Para entender este significado
debemos recordar que un manantial es una fuente, un lugar en la tierra de donde
brota agua. Hay una analogía obvia a la ovulación de la mujer. Igualmente obvio
es el hecho de que hay un sentido simbólico en el término aquí que es básico a
la severidad del castigo.
El significado se puede entender
enunciando el asunto legalmente: se prohíbe al hombre descubrir la fuente de
una mujer, y se prohíbe a la mujer que descubra su fuente. Esta ley coloca así
a la mujer fuera del uso del hombre por intervalos regulares de tiempo; de
manera similar, la mujer no tiene derecho de entregarse a un hombre sin límites
o sin reservas.
El hombre es criatura de Dios, y
Dios es la fuente suprema de la vida. El hombre no puede transgredir nada,
porque todo aspecto de la vida está ligado y cubierto por la ley de Dios y se
debe descubrir o destapar en Él. El señorío del hombre está bajo Dios, y el
hombre, por consiguiente, no puede ejercer un señorío ilimitado sobre nadie ni
nada. En todas las cosas, pues, hay un dominio privado que el hombre no puede
transgredir; el dominio público de las cosas y las personas es lo que cubre la
ley de Dios.
Ningún hombre puede hacer de una
mujer su criatura, ni tampoco una mujer puede hacerse a sí misma una criatura
del hombre. Todo hombre y mujer tiene obligaciones de amor y servicio al
cónyuge, a los padres e hijos, a los patronos, a los empleados y a sus prójimos
que la ley de Dios impone, pero ninguna violación de la privacidad de otra
persona. Nuestras fuentes están en Dios; solo.
Él tiene el derecho y poder total
de conocernos sin restricciones, y jurisdicción sobre nosotros. Ningún hombre
puede adjudicarse ese derecho sin atacar a Dios.
Aunque podamos amar mucho a una
esposa, esposo, hijos, padres o amigos, no podemos tener sin reservas una
relación personal total con ellos, ni transgredir su privacidad, ni abrir de
par en par la nuestra.
De modo similar, el estado no
tiene derecho al conocimiento total de sus ciudadanos, ni a intentar transgredir
la privacidad de sus ciudadanos. Debe exigir su obediencia a la ley, pero no
más.
NINGÚN
HOMBRE NI ESTADO PUEDE ADJUDICARSE EL PODER DE HACER CON LAS PERSONAS COMO SE
LE ANTOJE.
Pero es una característica del
hombre malo usar al hombre en términos de su propio albedrío antes que según la
ley de Dios. La Guerra de los Treinta Años vio la destrucción implacable y
total de ciudades, pueblos y haciendas por ambas partes. Grabados del período
nos muestran los horrores de la guerra: soldados castrando a agricultores,
colgándolos cabeza abajo sobre fogatas, y haciendo fila para violar a la esposa
del agricultor.
No hubo restricción a las
imaginaciones y acciones perversas de los hombres. La gran iniquidad del
reinado de Luis XIV fue su tratamiento de los hugonotes. Haberlos hecho matar
por su fe por lo menos los hubiera honrado, pero la política más bien fue
alojar tropas de soldados de la clase más baja con las familias de los
hugonotes para violar a las mujeres.
Napoleón mostró mejor sentido, y
un relato contemporáneo, el del Marqués de Bonneval, lo informó:
El mayor cirujano Mounton de la
Guardia recibió alojamiento de la princesa de Lichtenstein.
Mounton, cuyo vocabulario de
soldado a menudo estaba lejos del selecto, escribió a la princesa una carta
quejándose de los arreglos para dormir, y eso en términos que eran en realidad
insolentes e indecentes.
Esta carta cayó en manos del
príncipe de Neuchatel, que se la llevó al Emperador. ¡La cólera de Napoleón no
tuvo límites! Ordenó al príncipe de Neuchatel que trajera al culpable a la
revista del día siguiente, entre cuatro gendarmes.
Entonces Napoleón se presentó en
persona en el porche, con un papel en la mano. Pero en lugar de bajar cuatro
escalones a la vez, como lo hacía por lo general, avanzó deliberadamente,
seguido por todo su brillante personal, y todavía con el terrible papel en la
mano.
Con todo, con paso mesurado, se
acercó al culpable, y se lo metió en las narices:
¿Fuiste tú el que firmó esta
inmundicia? El miserable dejó caer la cabeza a modo de asentimiento. Entonces
Napoleón, en tono que retumbaba exclamó:
Entiendan esto, caballeros, uno
mata a los hombres, pero nunca los avergüenza. ¡Fusílenlo!
El escarmiento había sido dado, y
el general Dorsenne no hizo fusilar al desdichado médico.
Si las Escrituras no le dan el
poder de usar a una persona aparte de la ley a un esposo o esposa, cuya
relación es de amor, cuanto mucho menos permite a otro transgredir lo que es
dominio privado de Dios en la vida del hombre. Si un esposo no puede «usar» a
su esposa aparte de la ley, ni una esposa entregarse aparte de la ley, ningún
otro hombre ni agencia puede transgredir las fuentes de la vida sin contaminar
la misma tierra e incurrir en el castigo.
16. LA OBRA MEDIADORA DE LA LEY
Hablar de la obra mediadora de la
ley es despertar de inmediato la hostilidad de los evangélicos protestantes,
con su profundamente arraigado antinomianismo.
Para aclarar el asunto lo más
rápido posible, Jesucristo es el único mediador entre Dios y el hombre. No hay
salvación excepto por Jesucristo, el mediador y Redentor dado por Dios. La
mediación de Jesucristo es entre Dios
y el hombre; la ley es la mediadora dada por Dios entre hombre y hombre. Las Escrituras
hablan de Cristo como el mediador de un pacto nuevo y mejor, «establecido sobre
mejores promesas» (He 8:6). Estas promesas son las promesas de la ley según se
resumen en Deuteronomio 28, las bendiciones a la fe obediente. Lenski dice:
Las promesas no son mejores en
sustancia si se comparan con las promesas que le fueron hechas a Abraham sino
en el hecho de que ya no tenemos que esperar por el Mediador como Abraham tenía
que esperarlo. Son, por supuesto, mejores que las promesas que iban adjuntas a
la ley-testamento que fue establecido 430 años después de Abraham.
La primera oración de Lenski es
correcta; en su segunda oración, al rebajar el pacto mosaico, Lenski cae en ese
dispensacionalismo que es consecuencia lógica de todo antinomianismo. En todas
las Escrituras Dios hace un pacto para pueblos sucesivos. Lo que es nuevo en el
pacto de Cristo fue su venida y su expiación como el verdadero sacrificio y la
sangre del pacto; Cristo recalcó la uniformidad del pacto de Dios al reemplazar
a los doce hijos de Jacob, y a las doce tribus de Israel, con los doce
apóstoles. Por este acto dejó en claro esta continuidad de su pacto con el de
Abraham y Adán. Al celebrar su pacto al tiempo de celebración del antiguo, la
Pascua, Cristo en la última cena recalcó de nuevo que la continuidad del pacto
descansaba en su pueblo.
COMO CRISTO RENOVÓ EL PACTO, LA LEY
DEL PACTO TAMBIÉN QUEDÓ RENOVADA.
Debido a que el pueblo de Dios es
llamado a la justicia, «la justicia de la ley» (Ro 8:4), la ley es una
condición básica de sus vidas. Ninguna
relación directa es posible
entre personas excepto mediante la ley de Dios. Los esfuerzos por
marginar la ley para una confrontación de persona a persona sin Dios significan
el castigo de Dios, porque la ley opera contra los que la violan, y contra la
destrucción de la verdadera relación del hombre al hombre bajo la ley de Dios.
La ley del Señor respecto a las
relaciones sexuales durante la menstruación es una ilustración clara de este
principio. Es imposible que el hombre diga que dentro del matrimonio es posible
una confrontación no teológica de persona a persona. La relación es una que la
ley circunscribe por entero. Fue ordenada por Dios y por consiguiente es
gobernada por su ley.
Se nos dice bien claro: «Honroso sea
en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios» (He 13: 4). La ley se extiende a ese lecho al
prohibir las relaciones con una esposa menstruosa o con una esposa que no se ha
recuperado por completo del alumbramiento.
En todo aspecto de la vida, sea
con respecto a enemigos, prójimos, otros creyentes, esposas, esposos o hijos,
«el cumplimiento de la ley es el amor» (Ro 13: 8-10). El amor sin ley es una
contradicción; aunque la ley y el amor no son idénticos, el uno no puede
existir sin el otro.
Esto quiere decir, por ejemplo,
que un matrimonio es válido, y no se puede romper, siempre que el esposo y la
esposa estén fielmente cumpliendo sus deberes hacia Dios y a su cónyuge
conforme lo requiere la ley de Dios en buena fe, y con gracia.
Por otro lado, el tono romántico
del mundo moderno busca una relación de persona a persona deliberadamente fuera
de la ley y como resultado ha tomado un derrotero suicida. Si una relación de
persona a persona fuera de Dios entre un hombre y una mujer se prohíbe, también
se prohíbe de hombre a hombre y de mujer a mujer en todo otro aspecto.
Esto quiere decir que no se ama a
los hijos si se les ama fuera de la ley; descartar la ley e intentar eximir a
los hijos de ella dentro o fuera de la familia es mostrar es cualquier cosa
excepto amor.
De modo similar, una relación de
patrono a empleado no es estrictamente de persona a persona. Los economistas
del mercado libre que no son cristianos han insistido que tal relación de
patrono a trabajador no pueden estar gobernadas por otras cosas que no sean las
operaciones del mercado.
El moderno estatismo ha insistido
más bien en su derecho de intervenir con su propia ley estatista. La tragedia
de ambas posiciones es su iniquidad esencial. La una exalta la voluntad personal
como ley, la otra la voluntad política; la una el principio del mercado, la otra
un principio socialista. En una sociedad sin Dios, ni el individuo ni el estado
pueden esperar actuar bajo la ley: ambos operarán en términos del pecado. Como resultado,
su concepto de ley será el ejercicio del poder a fin de aumentar poder.
Pero, en términos de las
Escrituras, ni el estado ni el patrono pueden tener una relación directa con
nadie aparte de Dios.
La ley de Dios es por tanto la
mediadora entre hombre y hombre. En lugar de una confrontación de persona a
persona, siempre hay la mediación de la ley de Dios entre personas. Si las
personas se encuentran en términos de la ley, su relación es bendecida y
prospera; si se encuentran fuera de la ley, la maldición de la ley obra contra
ellas. El propósito supuesto de la confrontación de persona a persona es una relación
existencial genuina, y en verdad personal;
en realidad, conduce al impersonalismo
radical. Una relación de veras
personal es solo la que es mediada por la ley.
El asunto se puede ilustrar mejor
acudiendo a la medicina. Como el Dr. Hans Selye, ha señalado: «La vida no es solo
la suma de sus partes. Mientras más separa uno estas cosas vivas, más se aleja
uno de la biología». La obra de Selye ha sido la «del simple observador y
co-relator de la vieja escuela de biología» que observa a la persona y
trabaja con ojo desnudo. El respeto del Dr. Selye por la biología molecular es
real, así como su crítica de la misma. Su libro está dedicado al biólogo
molecular, profesor Humberto Fernández-Morán, microscopista electrónico de la
Universidad de Chicago. Según Selye:
Él es un médico y físico que no
solo usa sino que también construye microscopios electrónicos de alta potencia.
He leído muchas de sus destacadas publicaciones, pero puesto que nunca lo había
conocido, no pude resistir la tentación de llamarlo por teléfono la última vez
que estuve en Chicago, y bondadosamente me invitó a su casa a cenar y luego a
visitar sus famosos laboratorios.
Mi interés en su investigación y
su personalidad multicolor aumentó más a medida que avanzaba nuestra
conversación durante la cena y llegó a su clímax como a medianoche en su
laboratorio cuando empecé a darme cuenta de la grandiosidad de su contribución
científica. Allí estaba el modelo más reciente de su famoso bisturí de
diamantes con el que podía cortar físicamente moléculas de glicógeno en
azúcares más pequeños. Allí, pude en realidad ver moléculas individuales de
hemocianina bajo su más poderoso microscopio electrónico.
Me explicó que esto era solo el
principio porque ahora estaba trabajando en un microscopio incluso más poderoso
que mostrará objetos claramente con una magnificación de dos millones de veces.
Quedé profundamente conmovido por lo que vi y sin palabras por la admiración.
Pero entonces, de repente, mi subconsciente iconoclasta irrumpió a la
superficie e hizo centellear un pensamiento aterrador por mi mente obsoleta:
«¡Imagínate a este gran genio usando todo su enorme intelecto y conocimiento
para construir un instrumento con el cual pudiera restringir su campo visual
dos millones de veces!».
La obra de Selye y sus grandes
contribuciones a la medicina han dependido de sus observaciones de la criatura
viva y de las leyes de la vida, y todo con el ojo desnudo. La biología
molecular ha hecho contribuciones serias al conocimiento abstracto, pero el
trabajo de Selye ha sido de gran valor práctico porque tiene que ver con el
todo, y su creencia de que la vida es más que la suma de sus partes.
La vida del hombre es más que la suma de sus partes; una
parte básica del todo es la ley de Dios. El hombre, habiendo sido creado por
Dios, fue creado por la ley y en la ley de Dios. Considerar al hombre aparte de
ese hecho es despersonalizarlo.
A un hombre nunca se le puede
considerar en abstracción de lo que es. Sostener que podemos descartar la raza,
herencia, inteligencia, religión y carácter moral de un hombre, y luego de
alguna manera lidiar con el hombre real es una falacia común de la ideología
liberal; el resultado es solo una idea abstracta de un hombre, y no un hombre
vivo. De manera similar, a ningún hombre se le puede abstraer del contexto de
la ley en su ser. Intentar enfocar a cualquier hombre, mujer o niño aparte del
contexto de la ley de Dios es intentar abordar a una criatura de nuestra propia
hechura, una persona no existente.
De aquí el impersonalismo radical
de todas las confrontaciones de persona a persona. El amor romántico, por ejemplo,
margina el contexto-ley de Dios para llegar a la «persona real». En tal
relación, ambas partes ven solo a la persona increada de su imaginación.
Conforme ambas partes en una relación así alguna vez han confesado, después de
que su pasión grandiosa se ha enfriado, y su imaginación se basa en las rocas
de la realidad, se hallan incapaces de conversar de manera inteligente o de
vivir juntos.
Las confrontaciones de persona a
persona así se caracterizan por un impersonalismo básico. Sus esfuerzos por
alcanzar a la persona fuera de la ley, o de lidiar con un trabajador fuera de
la ley, les hacen usar a otras personas, no como verdaderamente existen, en un
contexto de ley, sino conforme la imaginación del hombre las convierte en
artículos de uso.
El hombre no puede vivir en el
mundo físico sin reconocer las leyes del mismo; negar esas leyes, o dar por
sentado que se pueden circunvalar es cortejar el desastre.
El hombre no aprendió a volar
saltando de un risco y desdeñando la ley, sino utilizando la ley para hacer
posible el vuelo aéreo. De modo similar, el hombre no puede descuidar la
realidad de la ley de Dios en ninguna otra esfera de la creación.
La ley opera tan plenamente en el
mundo de los hombres como en cualquier otra esfera. Las crisis continuas de la
historia y su estado crónico de desastre se deben a que el hombre pecador no ha
querido sujetarse y permanecer en la ley.
La ley no separa a las personas
ni fomenta el impersonalismo. La iniquidad divide a los hombres; la verdadera
ley ayuda a unirlos. Tal como Cristo, como mediador, es el único que trae al
hombre a Dios, así el hombre solo puede unirse a su semejante por la ley, la
ley de Dios. La mediación de Jesucristo restaura al hombre a la justicia, es
decir, a la ley, y por consiguiente la comunión se abre no solo con Dios sino
también con el hombre.
17. EL TRAVESTI
Una ley significativa aparece en
Deuteronomio 22: 5 que por largo tiempo ha influido los códigos de ley de las
naciones cristianas:
No vestirá la mujer traje de
hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu
Dios cualquiera que esto hace.
La palabra abominación es de interés particular
aquí. Una palabra griega y cuatro hebreas se traducen como abominación; en este
caso la palabra hebrea es toebáj,
que denota «algo despreciado, especialmente en base religiosa». «La palabra se usaba
para denotar lo que es particularmente ofensivo al sentido moral, el
sentimiento religioso, o a la inclinación natural del alma.
La ley aquí, sin embargo, designa
a la persona como «abominación»
al Señor; no es el acto o cosa sino el individuo lo que se señala en este
aborrecimiento.
No se especifica pena por esta
transgresión; es un delito menor, y el castigo se deja a discreción de los
legisladores.
Los comentarios de los eruditos
bíblicos son de interés. Wright lo vio como parte del requisito de perfección
física, el deber de respetar y mantener el cuerpo tal como Dios lo dio, sin
mutilación o confusión. Dijo:
Una ley que aparece solo aquí y
por lo general se interpreta como dirigida contra los cambios simulados de sexo
en la religión cananea. La evidencia de esto último se deriva, sin embargo, de
fuentes que son muy posteriores a los tiempos israelitas. Puede ser que la
motivación venga del aborrecimiento israelita a todo lo que es innatural (vv.
9-11; exég, en 14: 1-2), aunque a decir verdad no tenemos certeza de lo que
está detrás de ello.
Keil and Delitzsch ayudan muchísimo:
Así como la propiedad de un
prójimo debía ser sagrada para un israelita, también la distinción divina de
los sexos, que se mantenía sagrada en la vida civil mediante la ropa peculiar
de cada sexo, se debía observar no menos sagrada sino incluso más. «No deberá haber cosas del hombre en la
mujer, y el hombre no debe
ponerse ropa de mujer». (Cosas) no significan solamente la ropa y las
armas, sino que incluyen toda clase de utensilios domésticos y de otra
naturaleza.
El propósito inmediato de esta prohibición
no era prevenir la actitud licenciosa ni oponerse a prácticas idólatras, sino
mantener la santidad de esa distinción de los sexos que fue establecida
mediante la creación del hombre y la mujer, y en relación a la cual Israel no
debía pecar. Toda violación o eliminación de esta distinción por ejemplo, como
la emancipación de la mujer era innatural, y por consiguiente abominación a la
vista de Dios.
La ley por consiguiente prohíbe
imponer deberes y herramientas del hombre a una mujer, y las de la mujer al
hombre. Su propósito es mantener el orden fundamental de Dios. El hombre que
permite que su esposa lo mantenga cuando él es capaz de hacerlo ha violado esta
ley.
El comentario de Alexander
respaldaba el mismo significado:
La distinción divinamente instituida
entre los sexos se debía observar sagradamente, y, a fin de hacer esto, el
vestido y las otras cosas apropiadas del uno no las debía usar el otro. Eso que pertenece al hombre; literalmente,
el aparato de un hombre (incluyendo no solo el
vestido, sino implementos, herramientas, armas y utensilios). Esta es una
regulación ética en interés de la moralidad.
No hay referencia, como algunos
han supuesto, al uso de máscaras con el propósito de disfrazarse, o a la
práctica de los sacerdotes en festivales paganos de llevar las máscaras de sus
dioses. Cualquier tendencia a eliminar la distinción entre los sexos tiende a
una vida licenciosa; y el que un sexo se ponga el vestido de otro siempre se ha
considerado innatural e indecente.
Según Baumgarten, esta ley, prohíbe
la manifestación de la innaturalidad primitiva y antipiedad de que el hombre
(el esposo) como el hombre original (ser humano) debe obedecer la voz de su esposa,
el hombre derivado. En la medida en que el hombre persiste en su enajenamiento
de Dios, este error fundamental se hará sentir Ro 1: 26, 27.
Pero con todo la ira de Dios se
revela desde el cielo contra toda perversión de los sexos, en los resultados
aturdidores y perturbadores de esa dominación femenina ampliamente extendida
que se extiende más, y la servidumbre masculina.
Hoy tenemos lo que Winick ha
llamado la «desexualización» progresiva de las personas. La meta es cada vez
más «el hombre insulso», en las generaciones más viejas y las más jóvenes. Al
hombre cada vez más lo vuelven una criatura neutra; se borra la distinción
entre varón y mujer. Como resultado, claro, en 1964 la
Unión Estadounidense de
Libertades Civiles defendió a un hombre contra acusaciones de travesti,
cuestionando la ley por primera vez en 119 años. Todavía más, «el travestismo
de los hombres figura cada vez más en dramas y películas».
Las ropas unisex se han vuelto
populares en Londres, y entre algunos adolescentes escandinavos. Cada vez más,
el mundo y los Estados Unidos se vuelven «el país de los blandos». A la vez, el
escenario «ha producido un número de hombres programados para la derrota»
mientras que al mismo tiempo presentan mujeres agresivas. En realidad, «las
actrices no solo son más grandes que los hombres en la taquilla; sino que en realidad
son más alta de estatura». Todavía más, «aunque las protagonistas en un tiempo
representaban el objetivo de la búsqueda romántica del héroe, hoy estamos
teniendo a la mujer como Bruto».
DETRÁS DE ESTE CAOS SE HALLAN CIERTAS
IDEAS.
Primero, la rebelión contra el orden que
ordenó Dios es muy obvia. Se niega el mismo principio de orden. El hombre busca
deliberadamente volver a arreglar la creación en términos de su creativo mandato.
Segundo, la igualdad como fe filosófica y
religiosa está en acción. Todas las personas son iguales; la mujer es igual al
hombre, y el hombre es igual a Dios.
Como resultado, debe haber en
principio una guerra contra las diferencias. No solo lo unisex sino lo
unihombre es la meta, lo insulso, la persona neutra. Henry Miller ve el regreso
al paraíso solo mediante la destrucción de la historia, es decir, la ley y la
moralidad. Debe haber un tiempo de destrucción total, el «tiempo de los
asesinos», y el nuevo mundo puede venir solo cuando se olvide al viejo mundo.
Esto significa un período de
anarquía, amalgama racial y hermafroditismo humano universal («el nacimiento
del hombre-mujer en todo individuo») y entonces el nuevo mundo pudiera
aparecer.
Para volver ahora a la ley y a
una fresca evaluación de su significado, está se refiere a ropas, pero su
significado es mucho más amplio. La ley ataca la neutralización general de los
sexos y la confusión de sus funciones. La ley insiste en una línea estricta de
división entre varón y mujer como los medios mejores y ordenados por Dios de
comunicación y amor entre ellos. La fuerza y carácter del varón y la mujer se
mantienen mejor por obediencia a esta ley.
Fue en un tiempo un principio
estricto de conducta militar imponer esta ley en todo aspecto. A los hombres en
uniforme no se les permitía empujar un cochecito de bebé; era inapropiado a la
autoridad y fuerza del uniforme representado hacer el trabajo de la madre. Si
esto ahora parece una ilustración trivial y divertida, el hecho es que todavía
es sólida en principio.
Su propósito era la preservación
de la dignidad y la masculinidad de una fuerza luchadora. Al mismo tiempo, bajo
estándares anteriores a la Primera Guerra Mundial, se esperaba que un oficial y
también sus hombres tuvieran capacidades versátiles. Su cuartel tenía que estar
limpio y propiamente cuidado, y la capacidad de cocinar no estaba limitada al
cocinero. El propósito era la capacidad de valerse por sí mismo y de sobrevivir.
En el hogar, el hombre no hacía el trabajo de la mujer; en las barracas y en el
campo, el hombre tenía que ser hábil, capaz y ordenado en su vida.
El propósito de la ley es
aumentar la fuerza y la autoridad de los hombres y las mujeres en sus
respectivos dominios. La fuerza de los hombres es ser hombres bajo Dios, y la
fuerza de las mujeres es ser mujeres bajo Dios.
Luego entonces, la definición del
travesti se debe ampliar a mucho más que
una mera referencia a ropa. Se puede añadir que la cultura moderna tiene
un carácter fuertemente travesti. Aquí, como en todo lo demás, prefiere la
perversión antes que la ley de Dios.
18. BESTIALISMO
La ley contra el bestialismo
aparece en cuatro pasajes diferentes, tres en el cuerpo de la ley, y una en las
maldiciones de la ley:
Cualquiera que cohabitare con
bestia, morirá (Éx 22: 19).
Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento
amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para
ayuntarse con él; es perversión. En ninguna de estas cosas os amancillaréis;
pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que yo echo de delante
de vosotros, y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y
la tierra vomitó sus moradores.
Guardad, pues, vosotros mis
estatutos y mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas abominaciones, ni el
natural ni el extranjero que mora entre vosotros (porque todas estas
abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de vosotros,
y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado,
como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros.
Porque cualquiera que hiciere
alguna de todas estas abominaciones, las personas que las hicieren serán
cortadas de entre su pueblo. Guardad, pues, mi ordenanza, no haciendo las
costumbres abominables que practicaron antes de vosotros, y no os contaminéis
en ellas. Yo Jehová vuestro Dios (Lv 18: 23-30).
Cualquiera que tuviere cópula con
bestia, ha de ser muerto, y mataréis a la bestia. Y si una mujer se llegare a
algún animal para ayuntarse con él, a la mujer y al animal matarás; morirán
indefectiblemente; su sangre será sobre ellos (Lv 20: 15, 16).
Maldito el que se ayuntare con
cualquier bestia. Y dirá todo el pueblo: Amén (Dt 27: 21).
Esta transgresión se castiga con
la pena de muerte del hombre y la bestia; si no se aplica la pena de muerte, la
tierra queda contaminada, y la tierra vomitará a los degenerados.
El comentario de Ginsburg sobre
Levítico 18:25, «la tierra vomitó a sus moradores», vuelve a indicar de manera
capaz este aspecto fundamental de la ley bíblica:
Desde la creación la tierra
participó en el castigo de la culpa del hombre (Gen 3: 17), y en la restitución
de todas las cosas ella debe participar en su restauración (Ro 8: 19-22). La
condición física de la tierra, por consiguiente, depende de la conducta moral
del hombre. Cuando él desobedece los mandamientos de Dios ella queda asolada y
no rinde su fruto (Dt 11: 17). «La tierra se contamina » cuando él se
contamina. Cuando él anda en el camino de los mandatos divinos la tierra es
bendecida (Lv 25: 19; 26:4); «Dios es misericordioso con su tierra y para su
pueblo» (Dt 32: 43).
De aquí que, «la tierra lamenta»
cuando sus habitantes pecan (Is 24: 4, 5), y «la tierra se alegra» cuando Dios
venga la causa de su pueblo (Sal 96: 11-13). Se debe a esta conexión íntima
entre ellos y la tierra, que aquí se la personifica, que se presenta
aborreciendo la conducta perversa de sus hijos e incapaz de restringirlos.
Ellos le dan náuseas. La misma figura se usa en el versículo 28; cap. 20: 22; y
en Ap 3: 16.
El bestialismo era una práctica
común en la antigüedad; es más, era una práctica religiosa. Las religiones paganas, con su creencia en una
evolución del caos, miraban hacia abajo al caos en busca de vigor, poder y
vitalidad religiosos, y no hacia arriba. Se creía que la fuerza estaba abajo,
en contacto con la «tierra», con el pasado primitivo del hombre.
Como resultado, una renovación
religiosa requería actos de bestialismo, y en Egipto, Canaán y muchos otros
países, tales actos eran exigencias nacionales para el bienestar social del
pueblo, y actos personales de personas que buscaban revitalizar sus vidas.
Si Dios es Dios, entonces el
hombre mira hacia arriba a Dios en busca de regeneración, guía y fuerza, y el
hombre conforma su vida a la palabra-ley de Dios. Si el caos es lo supremo y la
fuente de todas las cosas antes que Dios, el hombre debe mirar hacia abajo a
actos de caos para su regeneración. Esto es exactamente lo que el hombre ha
hecho.
El bestialismo ha sido un aspecto
importante del paganismo desarrollado. Aparece con mayor frecuencia en culturas
paganas muy desarrolladas que en las sencillas y atrasadas; es un aspecto
prominente de la vida sexual en las culturas paganas «avanzadas».
El bestialismo tiene una historia
de asociación también con los movimientos y personas revolucionarias. La tesis
de la revolución es paraíso mediante el caos, precisamente la tesis del
bestialismo. Dos miembros de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados
Unidos, que en 1960 huyeron a la Unión Soviética, la investigación informó que
eran homosexuales que también «tenían inclinación a entregarse a actos sexuales
típicos con animales».
LA REVOLUCIÓN SEXUAL PRESENTE ESTÁ
EXPERIMENTANDO EXTENSAMENTE CON EL BESTIALISMO.
El Dr. Ullerstam ha suplicado la
abolición de «este yugo moral», la prohibición contra el bestialismo, y vindica
el acto.
La Biblia llama al acto
«perversión». Este elemento de perversidad siempre ha sido básico al acto, y al
aspecto religioso del acto. La perversidad radical del Marqués de Sade es bien
conocida; su catálogo desquiciado de actos de bestialismo, junto con el
sadismo, con una larga variedad de animales se anota en una obra principal. Al
justificar el comer heces como placer erótico, Sade declaró que es «la misma
inmundicia» de cualquier acto lo que le agrada.
Kenneth Burke hace algunos años
analizó la «conversiones seculares». Mientras hablaba específicamente de Freud,
lo que le interesaba era todo pensamiento similar, que describió como
«conversiones descendentes». Sin aceptar el marco de trabajo del término de
Burke, podemos usar esta apta descripción para describir el concepto moderno de
la regeneración.
Sea en literatura, arte, política
o religión, se busca la vitalidad en el primitivismo, en una búsqueda
descendente, y se da por sentado que la vitalidad abunda al grado en que se
viola la ley. Un curalotodo muy popular para la impotencia masculina es
precisamente esta búsqueda descendente, empezando con la homosexualidad, como
un medio de revitalizar una potencia sexual moribunda.
La «conversión descendente»
también explica el placer de Sade en «la misma inmundicia» de cualquier acto;
cualquier perversión es un envilecimiento, y mientras más violento su
alejamiento de la norma, y más deliberado su ataque contra el orden-ley de
Dios, mayor es la «perversión» y el deleite. Debido a que Sade, como ejemplo
clásico de una conversión descendente, estaba en una hostilidad tan amarga
contra Dios, mientras más pronunciada la violación de la ley en cualquier acto,
mayor placer para él. Thornton indicó:
Hay todavía otros casos conocidos
de masoquismo; casos, por ejemplo, en los cuales los individuos afectados
pueden ser llevados por un deseo a la degradación máxima de sí mismos a
prácticas como la urolagnia y
la coprolagnia. Por estos términos
entendemos, respectivamente, el beber orina y probar o comer heces fecales.
Mientras más puede degradarse a sí mismo, más bajo el nivel al que puede
reducir su humanidad, más feliz es el verdadero masoquista.
El propósito de tal actividad es
degradar la imagen de Dios en el hombre, demostrar que el hombre no es más que
un animal.
El deseo de reducir al hombre a
un animal es parte de la fe evolucionista. Se han escrito libros populares con
ese fin, y uno de los más populares es el éxito de librería de Desmond Morris, El mono desnudo, selección del Club
del Libro del Mes de febrero de 1968. Poco después de que la revolución
bolchevique estableció la Unión Soviética, se envió a África una expedición
científica, subsidiada por millones de rublos, para tratar de cruzar hombres y
simios.
El profesor Ilya Ivanovich Ivanoff
y su expedición esperaban procrear una nueva raza, de hombres simios, a fin de
confirmar la fe de la sociedad anti-Dios de la Rusia soviética. Esta expedición
de 1925 fracasó, por supuesto, y la prensa soviética un año después informó la
supuesta pérdida en el Mar Negro del vapor que traía de regreso a Ivanoff y sus
simias; barco del que se dijo que se «perdió con todas las manos» y simios; la
cuestión es que ningún sobreviviente quedó para reportar el fiasco.
AHORA SE BUSCAN MEDIOS MÁS
SOFISTICADOS DE REDUCIR AL HOMBRE AL NIVEL ANIMAL.
Hoy día se hacen y se venden
muchísimas películas pornográficas; éstas incluyen ahora actos de bestialismo.
Se hace propaganda de libros que dan instrucciones sobre cómo realizar actos de
bestialismo. Esta es una propagación sistemática de esta perversión, y se
entrena a animales para que realicen el acto para varios grupos.
De una manera u otra, bien sea
filosóficamente o mediante actos de perversión, el humanista mira hacia abajo
al caos para su renovación.
Una nota final: en 1969 se hizo
una película sobre el tema del bestialismo, relato del «amorío» de un
agricultor con su cerdo. A los espectadores se les libró de todas las vistas
usuales de las películas sexuales. La Sociedad de Prevención de Crueldad a los Animales
estuvo a mano durante la filmación, se informó, para proteger al cerdo.
19. LA ARQUITECTURA DE LA VIDA
Una vez que reconocemos que toda
la creación de Dios tiene una estructura-ley, podemos empezar a entender la
trama de la ley detrás de muchas declaraciones de las Escrituras que no tienen
que ver directamente con la ley. Un ejemplo de esto son los mandamientos de San
Pedro respecto a la relación entre esposo y esposa (1ª P 3:17).
Estas palabras presuponen en todo
punto las leyes bíblicas respecto al matrimonio; también declaran la naturaleza
de la autoridad en el hogar; hablan también de la vida como «gracia» de Dios, y
de que si las hombres y las mujeres viven en fe y obediencia a Dios, son
«coherederas de la gracia de la vida».
San Pedro también da perspectiva
al significado del matrimonio; contrario a la opinión popular, no hay
condenación de estilos encantadores de peinados, ni de adornos de oro, ni de
ropa hermosa. Lo que se deja en claro es que estas cosas son secundarias, en el
mejor de los casos, y que el mejor «adorno» es «un espíritu afable y apacible,
que es de grande estima delante de Dios». Incluso más, se requiere la fidelidad
del esposo y la esposa a los mandamientos de Dios «para que vuestras oraciones
no tengan estorbo» (1ª P 3:7).
El matrimonio, en breve, como
todo lo demás, debe ser un asunto centrado en Dios. Estar centrado en Dios no
quiere decir que esposo y esposa tengan que pasar su tiempo en reuniones de
oración o en actividades de la iglesia; quiere decir más bien que cumplen sus obligaciones
de uno al otro tal como Dios lo especifica en su palabra.
Todo aspecto de la vida debe de
manera similar estar centrado en Dios, porque ordenar la vida en otro término
aparte de la palabra-ley de Dios es negarle.
La gran transgresión de la era
moderna ha sido su reordenamiento humanista de la vida. Por cierto que la
ideología humanista prevalecía en eras anteriores, pero nunca de manera tan
radical y extensa al mismo tiempo. La descripción de Wolf de Luis XIV y su
construcción de Versalles ponen el asunto en enfoque agudo:
No podemos dejar Versalles sin
reiterar que tenía un propósito más allá que ser la residencia del rey y su
gobierno. Este gran palacio fue una piedra angular en el nuevo culto a la
realeza. En las eras precedentes, las grandes construcciones por lo general
fueron para la gloria de Dios; incluso Felipe II, cuando construyó su gran
palacio, lo hizo un monasterio con la capilla como el centro de interés. En
Versalles el dormitorio del rey es el centro, identificando así al rey como el
poder más alto de la tierra, mientras que la capilla está a un lado.
La imponente grandiosidad del
palacio era evidencia de la riqueza del reino, y su construcción sin muros y
fosos era prueba del poder del gobierno del rey.
Versalles fue un desafío, un reto
lanzado a toda Europa; tan impresionante como exhibición de la riqueza, poder y
autoridad del rey francés como lo eran sus ejércitos y barcos de guerra. Europa
no se perdió esto. El siglo después de la construcción de Versalles, palacios
en Viena, en Potsdam, en Dresden, en Múnich, en San Petersburgo, y los mismos
planos de la ciudad de Washington, D. C., reflejaron la influencia de la
grandiosidad de Versalles.
Luis XIV era un hombre devoto, y
su creencia de que Dios estaba castigándolo por su orgullo y pecados oscureció
sus años posteriores. Al mismo tiempo, la ideología esencial humanista de su
régimen persistió todo el tiempo. El dormitorio antes que la capilla, el amor
romántico y sensual antes que Dios, progresiva mente dominaron la mentalidad de
los hombres. La vida ahora tenía una nueva arquitectura, la arquitectura de la
ideología humanista. Mucho antes, Boccaccio había enunciado una premisa básica
de la nueva estructura: «No tenemos nada en este mundo sino lo que podemos
disfrutar».
Con Hegel y Darwin, la
arquitectura de la ideología humanista tomó una dimensión más firme. Ahora
tenía un cimiento ostensible en la ciencia, en la evolución.
Esto quería decir una nueva
doctrina del hombre, la sociedad y el estado, una conversión descendente de
todo aspecto de la vida. Un profesor de Princeton, mucho más conservador que la
mayoría, estableció algunas conclusiones lógicas respecto a la política que
parte de la doctrina de la evolución:
PROPOSICIÓN:
EL HOMBRE ES PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN SOCIAL.
Los corolarios de esta
proposición afectan a todo el grupo de ciencias que tienen que ver con la
antropología en el mayor sentido de la palabra. Pueden exhibirse en varios
aspectos como sigue:
BIOLÓGICO
El estado es el marco permanente
y universal de la existencia humana. El hombre no puede escaparse del estado
más que un pájaro puede escaparse del aire.
La Comuna Indivisa es la forma
primordial del estado, y esto antecede a la diferenciación del hombre de la
cepa animal antecedente.
El individuo es una entidad
distinta en la unidad de vida del estado. El individuo no es un original sino
un derivado.
POLÍTICO
El hombre no hizo al estado; el
estado hizo al hombre. El hombre nace como ser político. Su naturaleza la formó
el gobierno, requiere gobierno y busca gobierno.
El estado es absoluto e
incondicionado en su relación a su unidad de vida. El gobierno está
condicionado por dependencia de sus funciones en la estructura y de aquí que
está sujeto a limitaciones inherentes. No hay ninguna forma absoluta de
gobierno, pero toda especie del estado tiende a producir un tipo apropiado a
sus características en su medio ambiente en particular.
Los cambios profundos del medio
ambiente producen cambios profundos en el gobierno. Las especies de estado
incapaces de efectuar reajustes de estructura para atender nuevas condiciones
tienden a desaparecer, así que de edad en edad hay una sucesión de especies de
estado análoga a lo que tiene lugar en las especies biológicas.
LA SOBERANÍA ES LA SUPREMACÍA DEL
ESTADO SOBRE TODAS SUS PARTES.
ÉTICO
Los derechos no son innatos sino
derivados. Existen en el estado pero no aparte del estado. De aquí que los
derechos están correlacionados con los deberes.
El objeto del estado es el
perfeccionamiento del hombre, pero la consecución de ese objeto depende del
perfeccionamiento del estado. La prueba de valor en cualquier institución es
primordialmente no la ventaja del individuo sino la ventaja de la sociedad. La
vida individual se agranda por la participación en la vida mayor; asciende por
incorporación a una vida más alta.
La tesis de Ford es sólida; si la
evolución es cierta, sus deducciones son lógicas.
Los revolucionarios así como
también los estudiantes rebeldes han derivado la conclusión lógica de la
doctrina, tal como Ford. La evolución lógicamente requiere revolución perpetua
debido a un medio ambiente en cambio continuo. Si la evolución es cierta, la
revolución continua es ineludible.
La arquitectura de la vida se
altera radicalmente; el hombre entonces debe conformarse a una fuerza que surge
desde abajo, al poder renovador del caos. Si aceptamos las Escrituras, la arquitectura
de la vida está estructurada con el acero duradero de la ley de Dios y debe
crecer en términos de esa palabra-ley.
No es sorpresa que una filosofía
que empieza con la evolución continúa al proclamar la teología de la muerte de
Dios, y ahora, finalmente, una filosofía de la muerte del hombre. Tal fe la
proclama Michel Foucault.
Para volver al enunciado de San
Pedro, si la arquitectura de la vida se vuelve humanista, si un hombre y una
mujer se mueven en términos de consideraciones esencialmente humanistas,
entonces sus oraciones enfrentan
estorbos. Pueden ser tan devotos como Luis XIV, e incluso pueden orar
intensa y fervorosamente, pero la esencia de la estructura de su vida está
fuera de equilibrio.
No es que cierto interés por las
cosas materiales cotidianas sea malo, puesto que enfáticamente no lo es. La cuestión
es de estructura: ¿está la arquitectura, diseño o patrón básico de nuestra vida
en conformidad a la palabra-ley de Dios? Si buscamos «primeramente el reino de
Dios y su justicia», entonces «todas estas cosas [n]os serán añadidas» (Mt 6: 33).
Pero si negamos a Dios y su
palabra-ley, nuestra palabra se
vuelve ley para nosotros, y vamos a parar a la locura y la muerte. No en balde,
Foucault, que ha proclamado la muerte del hombre, empezó un trabajo anterior
con estas palabras:
«Debemos abandonar a la
conveniencia de verdades terminales». No hay, entonces, nada que ate al hombre al hombre, ni nada que ate al hombre a la vida.
Foucault es lógico: sin la
estructura de la verdad de Dios, el hombre no puede vivir, y la única
conclusión que le queda al hombre es el suicidio.
San Pedro presentó un cuadro de
la vida: la obediencia a Dios, y la obediencia a todas las debidas autoridades
bajo Dios, quiere decir que la vida florece y abunda; nuestras oraciones no
sufren estorbo, y disfrutamos de la vida como verdadero don de Dios para
nosotros. A diferencia de la humanista, esta es una orientación centrada en Dios.
Estar centrado en Dios quiere decir que buscamos primero el reino de Dios, y su justicia (Mt 6: 33).
Hoy, sin embargo, la ideología
humanista disfrazada de cristianismo es demasiado prevaleciente. Tiene lugar
dondequiera que una institución o aspecto de la vida se vuelva un fin en sí
mismo. Al identificar a la iglesia con el reino de Dios, demasiados teólogos
han reducido las dimensiones de la vida y el reino de Dios a un solo aspecto.
Los premilenarios y amilenarios protestantes, por su desesperanza de este mundo
y su entrega del mismo al mal, no solo son implícitamente maniqueos, sino que
en la práctica están reduciendo el reino a la iglesia, y entonces la única área
de actividad legítima se vuelve la iglesia.
La arquitectura de la vida
entonces deja de ser completa; se le reduce al tamaño de la iglesia. Ni la
iglesia, ni el estado, ni la escuela o vocación, ni ninguna otra esfera de la
vida puede identificarse con el reino, ni negársele su lugar en el reino. La ideología
humanista disfrazada de cristianismo sigue siendo ideología humanista.
San Pedro no condenó, como anotamos, los adornos de oro y plata, ni los
peinados, ni la ropa bonita. Solo pidió que estas cosas se pusieran en su lugar
apropiado, no como fines de la vida sino como aspectos encantadores pero
menores que ella. De manera similar, ni la obediencia de la esposa ni la
autoridad del esposo es el fin del matrimonio.
Estas cosas son medios para el
fin verdadero y principal: servir a Dios, y magnificarle y disfrutar de Él para
siempre. El hombre no puede proveer la estructura de la vida; solo la ley de
Dios basta como estructura y arquitectura de la vida.
20. LA FIDELIDAD
La fidelidad es una virtud que se recalca en toda la ley y en todas
las Escrituras como una necesidad religiosa y moral. La exigencia de fidelidad
a Dios, a la ley, al matrimonio, a toda obligación santa, se recalca con
énfasis. Moisés llamó a Israel para que observaran la palabra-ley de Dios sin
desviarse «ni a la derecha ni a la izquierda», y, si ellos en efecto andaban en obediencia, les iría bien,
y sus días serían prolongados (Dt 5: 32, 33).
A los creyentes se les llama «los
fieles» en la terminología de la iglesia, y el término «fieles» es en las
Escrituras el elogio más alto (Pr 20: 6; Ap 17:14; Mt 25: 21, etc.). El andar del fiel es en «sendas de
justicia» (Sal 23: 3); sendas quiere
decir huellas, surcos de
ruedas, y la referencia es a hábitos establecidos de santidad. Dios establece a
sus fieles en los surcos abiertos o hábitos de justicia.
LA CORDURA, EL CARÁCTER Y LA
ESTABILIDAD DESCANSAN EN LA FIDELIDAD, EN LA CONFIABILIDAD.
La irresponsabilidad es
consecuencia de la infidelidad, y, en última instancia, de la llamada locura,
que es el rechazo de la responsabilidad; es la negativa a ser fieles, a establecer
los hábitos de justicia. Por eso no sorprende que la filosofía moderna, que ha
proclamado con tanto énfasis la libertad del hombre de la ley y de Dios, con
frecuencia se ha caracterizado por el hecho de tener en sus filas hombres locos
o inestables en el mejor de los casos.
La mentalidad que no es cristiana
suele caracterizarse por su guerra contra la fidelidad. Un estudio de la
escultura en India habla del «culto del deseo» como «camino a la liberación» de
la carga de la vida. En esta secta, «el otro mundo y este se hicieron uno», y
«la Vida y la Liberación dejaron de ser entidades separadas».
Salvación quiere decir aceptación
total de toda la vida como santa: «la santidad del deseo santificará todo
vehículo; y si la mente es pura, todo lo demás, sea mujer, hombre o animal, no
es otra cosa que medio». Esto quiere decir que el individuo debe «disfrutar del
deseo sin que importe cónyuge, divino, humano o bestia».
Aceptar todo acto como santo es
negar enfáticamente el principio de discriminación en términos de bien y mal.
La fidelidad es adherencia a
una ley absoluta, y a personas y causas en términos de esta ley absoluta, y al
soberano Dios de esa ley. Como contrario de la fidelidad, el camino o andar de gozo y placer
del hombre en la vida se vuelve una infidelidad sistemática. En este tono, en
África los nandi tienen un dicho: «Una nueva vagina es consoladora».
Debido a que no hay principio de
discriminación entre el bien y el mal, hombres y animales, las personas no cuentan. El relato de
Daniel son del amor polinesio sostiene que, debido a la falta de estándares y
de discriminaciones, «no había razón para preferir alguna mujer u hombre en
particular». Su descripción, por supuesto, es de una cultura degenerada, como
lo es la de Suggs, cuya descripción es también de una sexualidad
despersonalizada y degenerada.
La necesidad de infidelidad como
principio salió a relucir en un movimiento organizado: el romanticismo. La
descripción de Scott de las «falacias románticas» es excelente: «identifica la
belleza con lo extraño». La lógica de esta posición es que, mientras más
extraño sea el objeto, persona o acto, mejor es para el romántico. En las palabras
de Newton: «El romántico nunca puede regocijarse en lo normal.
Lo que le interesa debe ser
excepcional». Esto significa interés en «el misterio, lo anormal y el
conflicto», un desdén por «lo que sea cumplidor de la ley, lo que se conforme a
un patrón». El romántico «rehúsa reconocer la existencia de la ley según se
aplica a la expresión propia. “Serás lo excepcional y seguirás lo excepcional”
es su único mandamiento. Lo anormal es lo negativo de la ley. Su misma
existencia depende en su negativa a conformarse a la conducta que acata la
ley».
Esto quiere decir que se identifica a la libertad con el mal;
la expresión sexual con la infidelidad y perversión, la destreza artística con
violaciones de los estándares y la perversidad, y el carácter con la
inestabilidad. El crecimiento de la perversión y perversidad en todo aspecto de
la vida es proporcional a la declinación de la fe y la fidelidad.
No solo que ha habido una mayor
prevalencia de la perversidad y perversión, sino también un orgullo creciente y
jactancia en ello, como si estos actos representaran la oleada del futuro. La
salud, vitalidad y carácter los asocian estas «nuevas» personas con la licencia
sexual; y la fidelidad la asocian con el puritanismo y la transgresión. En
realidad, el carácter de los que se entregan a esta llamada libertad sexual es
de conflictos tormentosos y rabietas infantiles.
Para volver a la fidelidad misma, las Escrituras
repetidas veces la declaran como atributo de Dios (Sal 36: 5; 89: 2; Is 11: 15,
etc.). Dios es fiel porque es el soberano absoluto, totalmente consciente de sí
mismo y sin ningún rincón oscuro en su ser, sin potencialidades no
desarrolladas o inconscientes. El hombre fue creado a imagen de Dios, y, como
redimido en Cristo, es reestablecido a esa imagen.
Conforme crece en términos de la
imagen de Dios, el hombre crece en fidelidad y en consciencia de su llamamiento
bajo Dios y las responsabilidades consiguientes.
Fidelidad es estabilidad, fuerza
y carácter. Está estrechamente relacionada con dominio. El término «los fieles»
usado como nombre favorito para referirse a los bautizados en la iglesia
primitiva, hablaba de su confiabilidad y fortaleza.
La fidelidad en el matrimonio en
su sentido más verdadero quiere decir por consiguiente fidelidad sexual y mucho
más. Quiere decir cumplimiento fiel de los deberes de esposo y esposa.
Quiere decir confiabilidad,
carácter, fuerza en la adversidad y lealtad. Quiere decir iniciativa y
capacidad, como aparece en las palabras de nuestro Señor: «Bien, buen siervo y
fiel» (Mt 25: 21).
La fidelidad es un atributo comunicable
de Dios. Es una característica de fuerza y carácter en el hombre, en tanto que
la infidelidad en cualquier ámbito es una señal de debilidad y pecado.